Recuperamos, para la sección de «Hemeroteca» de la web, esta breve reseña publicada en el primer número de la revista de Más Jazz en papel en 1998
Redescubrimos alguno de los discos más destacados de la época.
Por Josep Ramón Jové
Criterios dispares, especialmente asentados en el ámbito de la crítica, chispean hoy en el estado de opinión sobre el presente del jazz. Hay quien ama el continuo guiño a la tradición que se ha convertido en la propuesta mayoritaria de los jóvenes jazzmen de talento, y también están aquellos a quienes todo eso les revuelve las tripas.
Tanto los defensores como los detractores de una realidad innegable que se llama tradición revisitada deberían tener, al menos, un punto de acuerdo común: lo esencialmente importante es que hoy el buen jazz sea algo vivo, tan vivo como para permitirnos no estar ciegos ante esa otra realidad tan evidente que demuestra que la verdadera aportación de los buenos músicos que se mueven en la tradición del jazz moderno y acústico reside en su forma de enfrentarse a él y en su propia singularidad como compositores e instrumentistas.
Creo que a estas alturas ya nadie puede negar que Perico Sambeat tiene, además de un evidente sonido propio, un estilo perfectamente definido, y eso, al margen de los descalabros saxofonísticos de algunos obsesos por cambiar el jazz de fin de siglo, es algo que, además de suponer ya una aportación, es muy importante.
Digo esto porque después de escuchar Jindungo, última entrega discográfica del saxofonista valenciano, lo primero que queda claro es que Perico es uno de los músicos del país con una trayectoria más coherente, tanto en lo que hace referencia a su propia evolución como músico, como en los conceptos y adjetivos que han tenido que ir superando sus anteriores entregas discográficas. Jindungo, disco en el que Perico comparte liderato con el pianista norteamericano Bruce Barth, está principalmente impregnado de una forma de hacer que nos remite directamente al saxofonista, y me atrevería a decir que la presencia de Barth actúa como algo sumamente enriquecedor, imprescindible en el excelente resultado conseguido y en gran medida responsable del lirismo que emana de la mayoría de los temas, especialmente del apartado de las baladas, dos de las cuales son firmadas por el propio pianista.
El disco se compone básicamente de temas compuestos por Sambeat y Barth.
Una versión de Evidence de Monk y otra, tan magnífica como singular, de Muñequita Linda, son las concesiones musicales a creaciones firmadas por músicos no presentes en un cuarteto que se complementa con la siempre agradecible presencia de Jorge Rossy a la batería y su hermano Mario al contrabajo.
Original pero cómodamente ubicable en esa tradición del jazz acústico a la que me refería al comienzo, el disco desprende matices de contemporaneidad y, sobre todo, enormes dosis del mejor jazz. El gran creador que reside en Perico Sambeat está aquí del todo presente y el torrente de ideas expresadas con esa técnica intachable al que ya nos tiene acostumbrados se une en Jindungo al potencial de Bruce Barth, un pianista a tener muy en cuenta, personalísimo portavoz de una estética que parece ser la síntesis de los más sutiles pianismos de la historia del jazz y, por tanto, músico que, a mi entender, siempre deberá mostrarse especialmente meticuloso a la hora de escoger a sus acompañantes.
La buena química entre Perico y Bruce puede ser la responsable de este Jindungo, un disco que, al margen de debates y visiones enfrentadas sobre el jazz de ahora mismo, demuestra el excelente estado de salud de algunos de los músicos que lo hacen seguir siendo algo inmensamente vivo.