Texto: Rosa María García Mira
Fotos: Daniel Piedrabuena
No todas las propuestas musicales vienen acompañadas de un esfuerzo tan titánico de investigación, ni de la recuperación de una formación de casi cien años; tampoco de la congregación especializada y consensuada de músicos por parte de los líderes del proyecto y de los mismos intérpretes. Lo que pudimos ver el pasado sábado 13 de abril en el Auditorio Nacional fue particularmente especial. Quedó claro, tanto por el sold out como por los dos bises, que el público quiere revivirlo.
Es difícil ser imparcial en esta crónica, puesto que yo misma participé en este proyecto desde sus inicios. Recuerdo cuando Germán Labrador, director del Centro Superior de Investigación y Promoción de la Música (CSIPM), me habló de este proyecto por primera vez, en uno de nuestros quasi rutinarios cafés, y le enseñé los vídeos de mis músicos favoritos de la escena del swing madrileño más underground. “Eso es justo lo que estamos buscando. Queremos revivir lo que ocurría aquí en la década de los 30”.
Inmediatamente, pensé en músicos como el multi-instrumentista asturiano Rodrigo Cobos, o el saxofonista italiano Daniele Grammauta —este último, líder de la formación que no pudo actuar esa noche, aunque los acompañó durante todo el proyecto. The Swing Godfathers parecía una buena opción para aquel revival del fox español: cien años más tarde, decenas de grupos en el panorama nacional se dedican a esta música, a acompañar sus bailes y las cenas más prestigiosas del país.
Lacolaboración de los músicos con los musicólogos del CSIPM, de la Universidad Autónoma de Madrid, de la Universidad Complutense de Madrid y de la Biblioteca Nacional (en especial, María Teresa Delgado) fue la que hizo posible todo este trabajo.
Tras un breve coloquio, que contó con la participación del fantástico cantante, Guillem Roma, además de Germán Labrador y yo, en el que pusimos en situación los diferentes estilos y repertorios, dio comienzo el show. Si quieren ampliar esa información, les recomiendo remitirse al artículo en Beckmesser en el que lo explicamos brevemente. “Esta es la música de la república” fue un comentario que encontramos en aquella charla; y es que este evento parecía un preludio a la víspera del 14 de abril.
El concierto comenzó con la jazzband y la “Canción tropical” de José María Jardí Sabater, compositor de principios del siglo pasado. Junto a su hermano Joaquín fundó una de las primeras orquestas de este género en 1930. De este último Jardí Sabater también fue otra instrumental del concierto, “Astoria” —ambas con ritmos de fox y fox-rumba, y detalles orientales—. Después, el cantante, Guillem Roma, hizo su entrada triunfal en medio de la introducción de la banda en “Canción de Amor”, de Ramón Vives, autor también de otra de las piezas “Shang-hai”. La ligereza y la suavidad de la canción y la letra hicieron de esta la entrada perfecta en escena. El repertorio discurrió entre chistes, risas y detalladas explicaciones de Roma, quien demostró un dominio de las letras y las melodías apabullante. Lo cierto es que, tratándose de un repertorio prácticamente muerto desde la época en que se tocaba, es reseñable que un elenco tan grande de músicos decidiera embarcarse en el proceso de su recuperación.
El fantástico pianista, que hacía las veces de director, Rodrigo Cobos, decidió despegarse del piano en “La chica rubia” y mirar al público mientras acompañaba a la banda con el banjo. Canciones como “Ahí va la liebre”, de Andrés Moltó, suscitaron un auténtico interés. En gran parte, por las bromas y los juegos de metáforas de la letra, que parecía ir de caza, pero en un momento decía algo como “Aunque teniendo una buena escopeta / siempre he de gastarme las pesetas”, frase que tuvo a los asistentes medio ahogados en carcajadas. En varios momentos no faltaron los solos de trompeta que Roma interpelaba con su boca, lo que contribuyó a crear una atmósfera distendida durante la tarde.
Tras el breve descanso, en el que Guillem entre risas indicó que se iba “de caza”, interpretaron canciones como “Flor de sol”, un precioso pasodoble, o “A negro’s dream”, un animadísimo fox instrumental que triunfó entre el público por el fantástico solo de saxofón. Todas estas sonoridades transportaban al público al mundo del cine, de las big bands de antaño, del cabaret. El violín inquebrantable de Raúl Márquez aportaba una magia especial al ambiente: está claro que su sonido de swing era una parte fundamental del ensemble.
“Cuidado con las rosas”, de Giuseppe Barzizza (Pipo) y “María de la O” (eso es, la original de Quiroga) cerraron el evento. No conforme el auditorio, dos bises sucedieron al repertorio, primero con la “Canción de Amor” y después con la divertida “Ahí va la liebre”. En esta última todo el público marcó el pulso dando palmas, cerrando el concierto de una forma inmejorable. Esperemos, ojalá, que la próxima sea en una sala de baile en la que poder disfrutar de esta música para lo que fue creada.
Es necesario presentar en nuestra coda a los intérpretes del escenario. En la sección rítmica estuvieron Rodrigo Cobos, que dirigió a la banda, fue el pianista y tocó el banjo, Benjamin Grosiman al contrabajo y Andrés Alberto Freites en la percusión. Los trompetistas fueron Yevhen Riechkalov y David John Herrington. Guillem Ferrer Canal al saxofón alto, así como Javier Campos (también al clarinete). Raúl Márquez estuvo al violín y Giorgio Gallina al trombón. Hay, sin embargo, un aspecto que no nos deja impasibles: no había una sola mujer en el escenario. Esto es, cuanto menos, aunque reflejo de la escasa presencia de las mujeres en los escenarios de música moderna en Madrid, en los cuales la gran mayoría de ellas son cantantes. Aunque bonito, nuestro proyecto, y con una labor desde luego muy necesaria, aquí me doy un buen tirón de orejas y me prometo buscar soluciones para que los valores que debemos promover desde las instituciones públicas se implementen también en soluciones prácticas.
Por Rosa María García Mira
1 comentario en «Jazz it up! Swing en Madrid en los años 30, exitazo en 2024»
Me encanta !!!!