Cory Henry en Sala Villanos: Jazz, soul, funk, y ¿qué más?…

Texto: David Álvarez

@daviz.alvarez

Fotos: Daniel Gluckmann

@gluckjazz

 

Hace dos días, el domingo a las siete y media de la tarde en la Sala Villanos de Madrid, estábamos congregados un buen número de personas para ver al multiinstrumentista Cory Henry. Originario de Brooklyn, empezó su carrera en la década de 1990 como un prodigio precoz del góspel, un niño que “jugaba” a tocar el órgano y que es digno continuador de la genealogía de organistas colosales como Butch Heyward, Alfred White y Melvin Crispell. Mayor huella que estos músicos le dejó su madre, Marie Henry, ministra de música en el Unity Temple, quien además de enseñarle a tocar varios instrumentos le introdujo en el jazz y el soul. En la adolescencia vino su participación en Snarky Puppy y luego la creación de su banda, The Funk Apostles. Colaboraciones con innumerables artistas: Kenny Garrett, Kim Burrell, Marcus Miller, Imagine Dragons, Jacob Collier, Red Hot Chili Peppers, Kanye West… Sí, también con Rosalía. Lleva paseándose por los escenarios españoles más de media década y hace un par de años dejó muy buen sabor de boca en Las Noches del Botánico en compañía de Cory Wong.

Cory volvió a hacer gala de su virtuosismo con el órgano Hammond B3, pero también ha demostrado durante el concierto su pericia con el sintetizador Moog y cantando. Solamente faltó que nos deleitara saltando a la batería, tal y como ha hecho en su último álbum Church (Culture Collective, 2024). El baterista, en esta ocasión, era un enérgico TaRon Lockett (músico y compositor que ha trabajado con Snarky Puppy, Janelle Monáe y Ledisi). Creo que hubo una lucha entre el bombo de la batería y el volumen del Hammond en la que ganaba el primero claramente. Eché en falta más potencia en la vibración del Leslie del órgano, el amplificador rotatorio que “dispara” el sonido y que hace que se cuele hasta las entrañas y te rasque el alma. Aún así, el diálogo que se establecía entre Henry y Lockett fue interesante. No olvidemos que el propio Cory Henry ha comentado en varias ocasiones que construye el sonido de cada canción a partir de la batería, así que es tan importante como sus teclados. Además de ellos dos, la banda se completaba con Joshua Easley al bajo (colaborador de superventas góspel como The Walls Group y Travis Greene) y Nicholas Semrad con más teclados (Louis Tomlinson, Judith Hill, Kris Bowers…).

Cory entró con gafas de sol al escenario y presentó a la banda. Se pusieron manos a la obra para elaborar una introducción de más de un cuarto de hora en la que se pasó del sonido de una simple himnodía de órgano hasta llegar la emulación del solo épico de Henry con Snarky Puppy en “Lingus (We Like It Here)”. Siempre consigue que convivan de manera natural sonidos que van desde el góspel hasta los experimentos sónicos de Sun Ra, pasando por el soul y el funk más comerciales ejecutados con la habilidad de Oscar Peterson o Art Tatum. Cuando había pasado media hora llegó el primero momento en que se escuchó a la gente eufórica al colarse la melodía de “Isn’t She Lovely” de Stevie Wonder, uno de sus claros referentes. Hubo también algunos ecos del Chick Corea más influenciado por la música española.

Pasada una hora de concierto, todo era instrumental. De pronto empezó a usar un vocoder para interpretar “Waterfall” y luego pudimos escuchar su voz sin filtros cantando “Switch”, de su proyecto con The Funk Apostles en 2020. A partir de aquí empezó el momento álgido del concierto de camino a la recta final. A punto de terminar, agradeció a todos que hubiéramos gastado nuestro tiempo para estar allí y animó a escuchar su último proyecto. Me sumo a su petición para ver si la próxima vez nos trae en directo algo en esa línea más “eclesiástica”. Y aunque el público no se parecía mucho al de una iglesia de Brooklyn por haber demasiados pantalones cortos y alguna que otra palmada a destiempo, Henry terminó haciendo que todos nos moviésemos coordinados al modo de un coro góspel mientras sonaba “Don’t Forget”. Un alivio que no optara por otra canción más en la línea romántica y se decantara por uno de sus mensajes más reivindicativos en las que intenta empoderar a la gente recordando sus razones para vivir.

Aunque gran parte del público pidió más, la venta de merchandising y la preparación de la siguiente sesión lo impidieron. Por lo que he visto en redes sociales, estoy convencido de que el segundo concierto de Cory Henry esa misma noche, con el ambiente ya caliente, fue todavía mejor que el primer pase. Muchos nos quedamos a la espera de ver con qué nos sorprende en su próxima visita. ¿Ambientes góspel como en The Revival o Church? ¿Explosión funk como en tours anteriores? ¿El intimismo jazz cuando está él solo al piano? De momento, estás a tiempo de experimentar alguno de sus conciertos en Europa y Estados Unidos de la gira Music For Yo Soul! en los próximos meses. Aprovecha, no vaya a ser que cumpla su sueño de dejar de hacer conciertos viajando por medio mundo para ganarse la vida haciendo retransmisiones en Twitch.

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