Texto: Julián Ruesga
Fotos: Marisa García Arias
IV Festival Jazz en el Desierto, Galera, 26, 27, 28 de Julio, 2024.
Reseñar un festival de música como Jazz en el desierto es imposible sin hacer alusión al paisaje y al paisanaje, al contexto donde los conciertos se celebran y al elemento humano que lo hace posible. Conciertos al aire libre con un aforo reducido, el de más asistentes no llegaba a las doscientas personas, proximidad entre músicos y audiencia, interacción con la infraestructura organizativa, paseos por una pequeña población y su entorno en contacto con sus habitantes.
Galera es un pueblo de mil cien habitantes, localizado en el nordeste de la provincia de Granada, muy cerca de los límites de las provincias de Jaén, Albacete, Murcia y Almería. Un lugar fuera de cualquier ruta o itinerario que no tenga por destino el mismo pueblo. Un pueblo agradable y acogedor que guarda y ofrece muchos atractivos y sorpresas al visitante. Ubicado en la margen izquierda del río Galera, se extiende a través de una trama urbana de origen musulmán de calles estrechas. A medida que el pueblo se eleva aparecen las cuevas utilizadas como viviendas que, desde finales del siglo XVI, han desarrollado un tejido irregular de empinados caminos y veredas que aportan un encanto laberíntico cuando se recorren.
Si no fuera por su festival de jazz no se si habría conocido Galera. Como digo, queda fuera de cualquier ruta de paso. Conocer Galera ha sido descubrir un territorio muy singular y para mi inusual. El entorno natural que rodea a Galera está formado por parajes muy dispares, campos de cultivo y huertos que aportan verdor a la mirada y paisajes semiáridos y vacíos, las badlands, una orografía moldeada por la erosión del agua y el viento, un mar petrificado y árido. Es también una tierra plagada de restos fósiles y vestigios del pasado más arcaico entre los que se han encontrado dos fósiles que podrían ser los más antiguos de homínidos de Europa occidental: el conocido como hombre de Orce. Muy próximos a Galera hay tres yacimientos arqueológicos, Castellón Alto, Cerro del Real y la Necrópolis Íbera de Tútugi, además de un pequeño y muy interesante Museo Arqueológico-Etnográfico en el centro del pueblo.
El festival Jazz en el Desierto comenzó el viernes por la tarde en el mirador del Cerro de la Virgen, también conocido como Cerro de los Capones, con un concierto de Anda Jaleo Quartet. Un comienzo de festival suave y fluido, sorprendente y relajante se podría decir. Una música ceñida al formato canción y centrada en la voz de Lola Santiago (voz principal y trombón). La banda liderada por Laura Domínguez (voz y piano) se completa con dos referentes del jazz extremeño, el contrabajista Enrique Tejado y el baterista Javier del Barco. “Anda Jaleo: La música de Lorca” es un proyecto-homenaje al poeta Federico García Lorca en el 125 aniversario de su nacimiento. Una sonoridad entre el jazz, el flamenco y la canción popular que aporta otro sabor y saber al conocido cancionero lorquiano. Señalar como en un escenario al aire libre, abierto a un paisaje espectacular, sobre un cerro que se eleva por encima del pueblo – desde donde se divisa todo el caserío de la población y su entorno de huertos y cultivos- los músicos hicieron que el concierto fuera una experiencia íntima y conmovedora.
El segundo concierto, esa misma noche, corrió a cargo del Tito Alcedo Quartet, en el escenario de la Piscina Municipal. El guitarrista presentó su última publicación discográfica, el álbum Prendas delicadas (Youkali Music, 2023). Composiciones propias y clásicos populares –Beatles, Bee Gees, Lola Flores- con acento gaditano, acompañado de Sergio Díaz en la batería, Juan Galiardo al piano y Joan Masana con el contrabajo. Un concierto agradable y acogedor en medio de una audiencia entregada.
La programación de Jazz en el Desierto continuó el día siguiente, sábado 29, también en la Piscina Municipal, con un taller de construcción de instrumentos musicales seguido de un corto concierto a cargo de los monitores del taller, el dúo formado por la flautista Clara Gallardo y el pianista Julio Martín, Wamla, un proyecto musical que desde el jazz viaja a través de mundos sonoros del Mediterráneo, Latinoamérica y Oriente.
El momento fuerte del festival fue naturalmente en el desierto, la noche del sábado. Un concierto de Marc Miralta Flamenco Reunion, en las Badlands de Galera. Parker, Monk, Jobim y composiciones propias de Miralta se fueron sucediendo a lo largo del concierto encaradas a través de diferentes palos flamencos. Marc Miralta definió el espacio de “bestial” y realmente lo era. Un paisaje que se percibe majestuoso y terrible al mismo tiempo. Un páramo que se presenta yermo y solemne al contraluz del atardecer con un cielo inmenso sobre nosotros, llenándose de estrellas a medida que la noche avanzaba y la música lograba conectar con el público.
El baterista Marc Miralta estaba acompañado del piano de Alex Conde, Miquel Álvarez al bajo y Perico Sambeat al saxo. El grupo se percibía compenetrado y relajado, disfrutando del concierto y desde el público se notaba la fluida interacción de los músicos en el escenario. Poco a poco la comunión público-músicos se fue estrechando y la música fue cobrando otro sentido. Subrayar la calidez del trato y comunicación de Miralta con la audiencia, un elemento fundamental en la empatía que se fue creando a lo largo de la noche. Al terminar el concierto, al pedir el bis entre aplausos, alguien sugirió que se apagaran las luces. Miralta lo repitió por el micro y propuso al público que se uniera a los músicos en el escenario y de pronto surgió el momento. “In Walked Bud” de Thelonius Monk a la luz de las estrellas y de la mano del Marc Miralta Flamenco Reunion. Un momento de una intensidad mágica, casi sobrenatural si no hubiese estado tan llena de humanidad, de calor humano, a la luz de las estrellas, en un desierto de aspecto bíblico en las proximidades de Galera. Lastima que fuera el final del concierto.
Como despedida, el domingo al medio día, en el jardín de la piscina municipal, Lavin! Band, la big band de la asociación de jazz de Granada, Ool-Ya-Koo, dirigida por el saxofonista Miguel de Gemma. Clásicos del swing, Ellington y Basie. Otra vivencia, más doméstica, con el fondo ruidoso de la piscina y a la sombra de un arce que un año más volvía a resguardarnos del sol. Un momento cordial y una música muy elaborada. La Lavin! Band sonó esplendida.
No es sorprendente que el Ayuntamiento de una localidad de mil cien habitantes organice un festival de jazz. Patxi Tapiz, director de la revista digital Tomajazz y colaborador habitual de Más Jazz, me comentaba que el pasado año se celebraron casi doscientos festivales de jazz en toda España durante la temporada de verano. De estos, algo más de treinta y cinco se desarrollaron en Andalucía, la mayor parte de ellos en pequeñas localidades aprovechando la afluencia veraniega de visitantes. Festivales modestos, sin grandes pretensiones y de presupuesto ajustado, sin más intención que ofrecer una actividad cultural de calidad a sus vecinos y visitantes. Una forma de llevar la música de jazz a donde no la hay a lo largo del año. El festival Jazz en el Desierto de Galera se inscribe en ese espacio cultural veraniego permitiendo al visitante la inmersión en un contexto único y una experiencia que va más allá de lo musical.