Texto: Ezequiel Paz
Fotografías cedidas por el Auditorio de Tenerife
Sala de Cámara del Auditorio Adán Martín de Tenerife. Guitarra de siete cuerdas y voz.
Acude con una guitarra clásica de siete cuerdas, con afinador electrónico incorporado, microfonía para la guitarra y otro micro para la voz, una mesita con un mate y un termo, viene ataviado con indumentaria “gaúcha” de gala, largo pañuelo al cuello y calza sandalias.
Yamandú se acomoda en su silla, heterodoxo en la postura y sin decir palabra abre con dos obras propias, que en anteriores ocasiones sabemos que ha interpretado con orquestas como la Sinfónica de México tituladas Tainá y La Reunión. Las aborda en forma de popurrí de unos 9´, enarbolando su portentosa técnica y deslumbrando a los que lo escuchan por primera vez en vivo.
Luego nos cuenta que va a interpretar Herança Rusa, un tema dedicado a la emigración rusa en Río de Janeiro, los mismos que, a principios del S.XX, llevaron el folclore eslavo a la música brasileira. En este punto, Yamandú se aviene a charlar algo más con el público y bromea reflexivo sobre que, quizás, no es el mejor momento para interpretar piezas rusas (risas), pero concluye declarando “Las guerras pasan, la música queda”.
Le sigue Força, un samba “de autoayuda”, al decir del guitarrista, pieza sostenida con firme batida y con muchos acordes de cuerdas sueltas, esa sonoridad típica de la pos-bossa nova. A continuación, interpreta una habanera y explica que este ritmo constituye un tronco musical que jalona toda la música latinoamericana y que la primera vez que vino a Tenerife, hace 23 años, escuchó a la agrupación Los Sabandeños, justamente cantando este estilo, además de algunos de los ritmos sudamericanos que la formación tinerfeña suele incluir en su repertorio. Explica que eso le llevó, indefectiblemente, al repertorio argentino y no por ósmosis geográfica como habríamos pensado. Aquí el intérprete nos relata cómo se forjó su amistad con el timplista Domingo Rodríguez “El Colorao” (junto con Benito Cabrera, los mejores al instrumento) de lo que surgió una colaboración que fructificó en el disco y la gira homónima “De Vida y Vuelta” grabado en 2023.
Seguidamente nos regala una primicia, una polca paraguaya compuesta hace tan sólo cinco días en su residencia de Lisboa, donde está radicado junto a su progenitora desde la pandemia. Se titula El Arranque y remite a los grandes compositores paraguayos como Agustín Barrios Mangoré. Del Paraguay, Costa regresa a su tierra nativa, Brasil y acomete una de las obras cumbres del choro de primera mitad del S.XX: Odeón de Ernesto Nazareth, que acaba de inmortalizar este 2024 en el disco a dúo con el cantante portugués Antonio Zambujo titulado Prenda Minha. Su acercamiento a esta famosísima pieza es absolutamente formidable, el choro suena cristalino y robusto a la vez.
De vuelta al litoral argentino, en concreto, Yamandú nos presenta un tema compuesto para su abuelita: “Chamamé Sarará”. Un estilo nacido en torno al S XVI y proveniente de la provincia de Corrientes y el nordeste argentino. Y antes de atacarlo, nos cuenta la vivécdota (diría Buenafuente): cuando ya tuvo en mano su primer disco de guitarra sola, contando 19 tiernos años, y que se tituló Diamandú, decidió regalárselo a su abuela para que lo escuchara en su Passo Fundo natal. Ella tardó una semana en hacerlo, luego él le preguntó, qué le había parecido el disco y ella le respondió: “me gustó, pero ¿todos los temas son así?,¿introducciones?”.“¿Cómo que introducciones?” inquirió él. “Porque me quedé esperando todo el tiempo a que sonara el cantante y nunca apareció.” Y esa, queridos amigos, es la mejor definición de la música contemporánea instrumental que alguna vez pudo escucharse.
Por último, en homenaje a su gran maestro, Lucio Yanel, argentino emigrado a Rio Grande do Sul, patria chica de Yamandú , a pesar de jurar no ser cantante, el gaucho de las siete cuerdas se atrevió con, Volver a mi Raiz, una canción plagada de pesadumbre y melancolía que va desgranando, con un hálito poético, la tristeza del que se va y no vuelve más a su tierra madre. Y ahí es cuando Yamandú entronca, sin imposturas, en el universo de los maestros Eduardo Falú y Juan Falú (padre e hijo), el entrerriano Jaime Dávalos y otros grandes guitarristas argentinos como el Chango Farías Gómez.
En conclusión, un inconmensurable guitarrista pan-americano que, una vez radicado en Europa, gusta de tirar del feraz hilo de la herencia de ida y vuelta del gran folclore iberoamericano, sin dejar de imprimirle su sello de virtuosismo cordal y las armonías más contemporáneas deudoras de Egberto Gismonti, Toninho Horta o el inefable Guinga.