Fotos: Julián Lona
El público madrileño tuvo el honor de acoger el primer concierto de la gira de presentación del último álbum de Avishai Cohen, Ashes to Gold, una suite de cinco partes que trata de recorrer una diversa “gama de emociones, tanto esperanzadas como desesperadas, siempre indignadas y profundamente melancólicas” de los tiempos que vivimos.
El cuarteto del trompetista de Tel Aviv afincado en Nueva York comenzó, sin embargo, con un tema de un trabajo anterior, “Will I die, Miss? Will I Die?”, del álbum Cross my Palm with Silver. Desde los primeras notas que sonaron en el teatro Pavón, el público pudo comprobar que Avishai Cohen sigue siendo fiel a su estilo, un jazz que busca más la belleza del sonido que la potencia, las notas largas que la rapidez en la ejecución y un sonido donde cada miembro de la banda importa hasta el punto de resultar indispensable.
No quiere esto decir que no haya momentos de virtuosismo o espacio para los solos, para una improvisación tan libre como la que se puede escuchar en una de las numerosas jams que se celebran últimamente en la ciudad. Sólo que esas partes improvisadas, para algunos, la base del jazz, no es lo esencial en los conciertos del trompetista israelí.
Tras el tema de presentación, el cuarteto comenzó a desgranar los temas del álbum que defendía por primera vez en directo ante el público, el mencionado Ashes to Gold. Si el tema lo requería, Cohen comenzaba con la flauta travesera y volvía sin mucha dilación a su instrumento principal, arrancando esas notas largas tan características con una influencia innegable de Miles (¿y quién no ha sido influenciado por Miles de una forma o de otra?) aliñadas con esas escalas ascendentes para rematar las frases muy del estilo de Cohen.
Avisahai Cohen ha logrado un cuarteto que funciona a la perfección rodeándose de músicos excepcionales: Yonathan Avishai al piano, Barak Mori en el contrabajo y Ziv Ravitz a la batería, todos en su sitio y todos más que solventes a la hora de afrontar sus solos. Quizá podríamos destacar la versatilidad y técnica de Jonathan Avishai a las teclas.
Tocaron su versión, incluida en el último lanzamiento mencionado, del “Adagio assai” del Concierto para piano en sol mayor, de Maurice Ravel, y, ya en el bis, un tema basado en un poema de su hija Amalia, “The Seventh”, que cierra Ashes to Gold.
Aunque al salir al primer bis, Cohen advirtió, medio en broma medio en serio, que había que saber cuándo acabar, que, a veces, no hace falta salir otra vez, el público pidió otra más. Sonó, y ya sí fue la despedida, un corte del álbum Naked Truth. Si bien Cohen advirtió que hacía mucho que no la tocaban juntos y que esperaba que sonara bien, lo cierto es que, quizá por encontrarse todos ellos más relajados, más libres, sin ataduras y sin la presión de presentar los nuevos temas, los momentos de improvisación fueron de lo mejor de la noche.
Y así, sin saber si hacía falta o no ese segundo bis, el público salió del teatro Pavón con ese buen sabor de boca que dejan los conciertos interpretados con oficio y mucha pasión.