Texto y fotos: Claudio Reina
Antonio Serrano vuelve a ejercer de Maestro de Ceremonias para el Ciclo Creadoras de AC Recoletos Jazz, invitando esta noche a Rita Payés y Elizabeth Roma.
El concierto fue inaugurado con el tema Imagina. A través de una interpretación delicada y sincera, este vals, compuesto por Tom Jobim (uno de los principales exponentes de la Bossa Nova), hizo incorporarse al público en sus respaldos, y atender al más mínimo silencio entre las líricas de Chico Buarque y las armonías de Serrano y Roma, lugar donde se unieron los suspiros de Payés, atravesando con tristeza y sumo respeto las paredes del trombón.
“No sabía como sobrevivir a lo largo de un mes en Recoletos” confesó el armonicista, añadiendo que el secreto ha sido rodearse de grandes músicos para no morir en el intento y bastarse de buen arte, aunque, considero, que la incógnita de este éxito también se debe al hogar de su latón. Antonio Serrano aprovechó el soliloquio para mostrar su admiración por Elizabeth Roma, no solo como guitarrista, si no también por sus arreglos, construidos “como catedrales”. Prueba irrefutable fue “Noites Cariocas”, un choro de Jacob do Bandolim, que sirvió para redundarnos sobre su habilidad compositora, haciéndonos gozar del remiendo musical acompañado por el roce hondo de las cuerdas, que, mecidas por el viento de Serrano y Payés, generó una atmósfera de sensibilidad y virtuosismo, rompiendo en la plena ovación de los asistentes.
“Acorda, vem a ver a lúa” cantó Rita Payés en el primer verso de “Melodía sentimental” de Heitor Villalobos, al que respondió el Maestro forjando en su armónica los aires de un bandoneón, que agrandaron al instrumento en la duca brasileña. Rita, con voz sensible, Roma, con maestría absoluta, y Serrano, envuelto en la tristeza, se acompañaron en el sentimiento para velar la muerte de esta bella canción .
Casi sin respirar, usaron la tierra esparcida por Garoto con “Jorge do Fusa” para improvisar bajo el estándar paulista y brindarnos un juego de aires sobre la solidez de Roma, y como quien está en el vientre de su madre, Payés lució por el trombón sus maneras de cobre, rozando las pieles con su lloro inocente: sencillo, triste y precioso.
“Tocar con Antonio es una maravilla, no doy crédito” confesó esta vez la cantante, a lo que Serrano añadió una escala en su armónica “Imagínate hacer esto todas las semanas…” acompañado por la risa del público y de los artistas, quienes cómplices, interpretaron la siguiente canción, “Senhorinha” del Maestro Guinga. Roma pulsó en las cuerdas el sonido de las letras, y Rita, dulce, comenzó a cantar:
“Senhorinha moça de fazenda antiga, prenda minha Gosta de passear de chapéu, sombrinha Como quem fugiu de uma modinha”
Tanta modestia en las melodías llevaron al silencio de Pixinguinha para expresar “Carinhoso”, con tremenda complicidad en la emoción. Rita posee una gran habilidad vocal y consigue modular durante los tresillos de la armónica, calmando al frío metálico con voz cálida, haciendo sentir sobre el escenario la fábula sambesca, “mi corazón, no sé por qué, late feliz cuando te ve”.
El próximo halago de la noche lo recibió Jorge Fandermole. Una interpretación gentil y minuciosa, sobre unas líricas exquisitas que reciben el nombre de “Oración del remanso”. Poco hay que decir de este poeta argentino, cuyas letras vivieron unos minutos en Madrid, rasgando en la garganta pulcra de Payés su agua turbia, una súplica al mar tallada en versos de voz dulce:
“Cristo de las redes No nos abandones Y en los espineles Déjanos tus dones”.
“A Rita” de Chico Buarque, fue el siguiente momento de ludismo en que se sumergieron los músicos, contagiando al público de compás y samba, jugando en las cadencias, improvisando hasta las sonrisas… Pero un sendero solo, de pena y silencio, llegó hasta el agua profunda, fue Alfonsina y el Mar. Este tema, compuesto por Ariel Ramírez y Félix Luna, fraguado ya como tradición, brindó al ambiente su tristeza eterna e hizo al público vestirse de mar como aquel verso cuando coincidieron las melodías de Elizabeth, Antonio y Rita, que fundieron su llorar bajo aquella zamba.
De zamba a samba, volvemos a Brasil y al Maestro Jacob do Bandolim con Doce de Coco, una ejecución frenética y amena que demostraba la complicidad de los intérpretes. El último tema del concierto, el cual no estaba en los planes “Un fan increíble de Rita, llamó por teléfono pidiendo esta canción” dijo Serrano, “a partir de ahora la tocaremos siempre” y comenzó Marabino de Antonio Lauro con una introducción en la armónica y una alegría que abrazaba la interpretación de estos artistas. Trombón, guitarra, voz y latón se unieron para dar fin al concierto y el público rodeó la música con aplausos y ovaciones, que incitaron al trío su vuelta al escenario para un bis precioso, “Drume Negrita” de Bola de Nieve, músico y autor cubano, cuyas melodías plasmaron su forma más veraz y noble, dando fin a la velada entre trémolos y cantos genuinos de armónica, sabiduría y amargura vieja de guitarra, y tonos pulcros y afligidos por el pesar tierno de una voz.
Rita Payés, Elizabeth Roma, Antonio Serrano… Íntimos en la música.