Por Miguel Valenciano.
En este mes de noviembre, cargado de jazz y con tantas citas marcadas como imprescindibles en Madrid, una de las más destacadas era la visita Bobby McFerrin. Su actuación junto al cuarteto vocal Gimme 5 congregó a una audiencia heterogénea que, como pudimos comprobar, llenó el Auditorio Nacional para adorar al gurú neoyorkino.
En esta ocasión, el espectáculo propuesto bajo el título Circle Songs nos retrotraía al disco homónimo de 1997, donde McFerrin desarrollaba una serie de canciones de estructura circular, compuestas entorno a ciclos melódicos y rítmicos recurrentes, instigadores del trance. Creíamos que rescataría alguna de aquellas composiciones para la ocasión pero, para nuestra sorpresa, el grueso del concierto transcurrió en base a la improvisación, sometido a la energía espontánea que sacudió el auditorio. Bobby y sus compañeros de Gimme 5 (Joey Blake, David Worm, Rhiannon y Judi Vina) aparecieron en el escenario puntuales, para iniciar el recital con una canción de casi 15 minutos, presumiblemente improvisada, como casi todo lo que estaba por llegar. El primer silencio que invitaba al aplauso se convirtió en estruendo, una ovación que allanó el camino de todo lo que se propuso posteriormente. McFerrin escatimó en palabras, quizás pensando que bastante tenía ya el público con escuchar voces permanentemente, así que intervino poco como maestro de ceremonias, y compartió el protagonismo musical con sus compañeros de escena. Cada uno de los cinco vocalistas sobre el escenario tuvo la oportunidad de iniciar una de esas improvisaciones que, con la ayuda del público, derivaron en música coral, carente de palabra, pero llena de significado. A veces con aires africanos, otras con tintes clásicos, pero siempre salpicadas de jazz, cada una de las piezas cantadas servían de contexto para que, una a una, las voces de los Gimme 5 brillaran en su singularidad, haciendo de la falta de lenguaje articulado una virtud, una licencia para llevar la voz a su máxima expresividad, conjugando melodías, beat box (percusión vocal), gritos y cualquier sonido que sirviera de vehículo para la emoción emergente.
Hubo pasajes realmente intensos, donde las lágrimas o el sudor emanaban por pura empatía y emoción. Cabe destacar, hacia mitad de concierto, la intervención de Israel Fernández (cante) y Carlos de Jacoba (guitarra flamenca) como músicos invitados. Dejaron de manifiesto que el lenguaje de la música une más que cualquier otro, ya que se integraron a la dinámica del espectáculo con naturalidad, estableciendo una conversación musical donde el jazz, el flamenco y la pura improvisación se adueñaron del escenario. Hubo lugar para que dos espontáneos del público subieran a compartir su arte, invitados por McFerrin. Para sorpresa de todos, ambos parecieron dos integrantes más, cantando y bailando para regalar un momento mágico e irrepetible, comunión al servicio del dios Música. Eso sí, quedó de manifiesto que los americanos aún no saben tocar palmas al compás.
Tras este momento álgido, el propio Bobby manifestó no saber cómo seguir y, entre pinceladas de humor, versiones como las de A Night In Tunisia o September in the Rain, y nuevas improvisaciones dirigidas por los diferentes cantantes, el círculo se cerró. Hubo quien, a grito pelado, solicitó escuchar Don´t Worry, Be Happy. A esta petición, quizás algo fuera de lugar dado que en ningún momento el concierto estaba planteado como una recopilación de grandes éxitos, Bobby respondió elegantemente con una nueva improvisación que, por un momento, dejó intuir la melodía de ese himno de finales de los ´80. Probablemente asqueado, o solo cansado, de ser perseguido por aquel gran éxito, no quiso cambiar el tono general de la noche y resolvió la situación como sólo él sabe, elegante, divertido, sereno… como un chamán que consigue hacer partícipe de su propuesta a todo el que sepa escuchar.
Por encima de su indudable capacidad vocal, de su estilo personalísimo y su particular manera de entender la voz en la música, Bobby McFerrin tiene eso tan intangible que es el carisma, que emana de su quietud, su mirada serena y su sonrisa cómplice. Quizás es la sabiduría del que entiende que un concierto no consiste en acudir a admirar a un ídolo musical, sino que es un acto sagrado de comunión donde cada uno de los participantes (artistas, público, técnicos…) es autor, emisor, receptor y artífice. Y terminó el concierto, y todos supimos que habíamos experimentado una terapia de grupo, curativa, atravesados por frecuencias, armonías y emociones a las que, por mucho que lo intentemos, no se puede poner palabras.
2 comentarios en «Bobby McFerrin & Gimme 5: Jazz en el auditorio (Auditorio Nacional, 12/11/2018)»
Excelente crítica. El único punto que no comparto es el referente la petición realizada por un asistente del público, es más, coincido plenamente en que el Sr. Bobby podría habernos deleitado con este gran éxito atemporal que muchos de los asistentes esperábamos escuchar como guinda de un concierto espectacular.
Brillante actuación de B. McFerrin & Gimme 5 y me uno al comentario del usuario “Valentina R.”, también me habría gustado escuchar su gran éxito Don´t Worry, Be Happy por “fuera de lugar ” que estuviese la petición de un espontáneo.