(Hotsak, Errabal Jazz 2018)
Por Miguel Valenciano.
A finales de 2018, el sello guipuzcoano Hotsak pubicó Aporía, el último trabajo del acordeonista Javier López Jaso, original de Pamplona, quien lidera, junto al contrabajista argentino Marcelo Escrich, un cuarteto completado por la guitarra de Luis Giménez y la batería de Daniel Lizarraga.
Como una doble paradoja (el título alude a una contradicción irresoluble, mientras que, en la fotografía de portada, referentes mecánicos de una etapa industrial primigenia salpican un paisaje desolado y rural), Aporía destila coherencia. Lo acústico de la propuesta tan sólo cuenta con la electricidad de la guitarra de Giménez, quien acompaña, en un tándem formidable, al acordeón de Jaso. Entre ambos construyen el principal recorrido melódico de Aporía. Si recientemente comentábamos la peculiaridad tímbrica del dúo de Samuel Blaser (trombón), Dominique Pifarély (violín) en el Cuarteo Europa de Baldo Martínez, en esta ocasión disfrutamos del fluido diálogo que acordeón y guitarra establecen. Es imposible obviar el talante melancólico que emana un instrumento como el acordeón, tan asociado a épocas, culturas y géneros arraigados en nuestro imaginario. Pero la mayor virtud está en que esa saudade europea no empapa el álbum, sino que se integra como un elemento más en una serie de composiciones ricas en emociones, transiciones y sorpresas. Las secciones desarrolladas desde la improvisación, con grandes momentos de los cuatro músicos, se entrelazan con multitud de recursos compositivos pertinentes, y no por ello previsibles, que redondean las nueve piezas del disco.
En una primera escucha es fácil encontrar el atractivo, pero este se dispara cuando, en sucesivas revisiones, uno comienza a descubrir los entresijos de cada corte. Desde las diferentes sonoridades de la guitarra, tanto en su papel solista como en los pasajes de acompañamiento, hasta el imprescindible papel de Escrich Lizarraga, pasando por la riqueza expresiva de Jaso, Aporía consigue resultar homogéneo y dispar, tradicional y experimental. Quizás la única nota disonante, pero no necesariamente sobrante, es el uso de la palabra, que no del canto, en Hugo vuelve a Casa. Menos dudas genera la acertadísima colaboración del saxo tenor de Alberto Arteta en La banda y el conjuro.
Agradecemos que un sello como Hotsak mantenga el nivel de sus publicaciones, independientemente del género. Arroja luz a la escena, y lo hace manteniendo una integridad admirable, en lo ético y lo estético.