Entrevista: Juan Alberto Vázquez / Fotografías: Arturo Rodríguez Tonja, Claudia Reyes y archivo Tino Contreras / Mónica Ramírez.
Llevamos algunos minutos hablando por teléfono, él en Ciudad de México y yo en Nueva York. El baterista y compositor Tino Contreras (Chihuahua, 3 de abril de 1924) parece estar pescando en el río de sus recuerdos la respuesta que embone con mi duda que, le digo, “puede servir para iniciar tu biografía”: ¿Cuál consideras fue tu momento, tu concierto, tu época estelar?”. Como no puedo mirarlo, lo imagino recargado en su piano negro mirando al techo mientras imágenes de su vida novelesca revolotean en el aire, aunque también existe la posibilidad —sobre todo luego de escuchar que se arranca con otro monólogo entre pendientes y emocionantes recovecos—, que no le interese hilar sobre los detalles que me inquietan.
“En los primeros días de la primavera de 1961 estaba a punto de subir al escenario del estadio municipal de Evansville, en el festival de jazz de Indiana, donde alterné con Duke Ellington y Cannonball Express, cuando el periodista, escritor y compositor Gene Lees, quien fue el que nos invitó, me dijo ´No más de 15 minutos, Tino”. Subimos Víctor Ruiz Pazos, cuyo viaje fue pagado por Toña la Negra, en el contrabajo, Mario Patrón, que a su vez recibió el patrocinio de su entonces esposa, la rockera Gloria Ríos, al piano, Mario Contreras mi hermano en la trompeta y yo en la batería”.
“Pues arrancamos y si nos daban cinco minutos iban a ser los más célebres de nuestra vida así que le dimos con todo, tum, ba rum ba rum, do be do bi do, y al poco tiempo teníamos a los más de mil setecientos en la bolsa. Entonces llegó la contraorden: ´¡Quédense hasta que el público se canse!´. Recuerdo que al día siguiente el The Sunday Courier and Press, destacó una nota de nuestra presentación a la que tituló ´The mexican drummer´ y remató con ´despierta a la multitud del jazz´. El reportaje iniciaba así: ´Tino de México fue la gran estrella en la sesión de sábado por la tarde del festival…´.
Tras de nuestra actuación y luego de convivir con los genios de la batería, Gene Krupa, Buddy Rich y Max Roach, se me acercó primero la esposa y luego el mismo Roland Kirk, ese que tocaba tres saxofones a la vez, a invitarme a una gira por Europa pues le encantó mi manera de tocar”.
Contreras no pescó la oferta del también apodado “Rahsaan”, pero un año después de ir a Indiana él mismo organizó a un sexteto de talentosos músicos mexicanos, para embarcarse en la primera de varias giras europeas. ¿Serán esos viajes hechos en los años sesenta la cúspide de su historia? “He tocado al menos en la cuarta parte del mundo. En Grecia iba a estar dos semanas, pero me quedé tres meses y medio. Luego de ahí me fui para Estambul, Turquía, ah, qué ritmazo tiene esa gente, y de ahí cuando menos sentí ya andaba por París, donde grabé algunas cosas muy interesantes. Y es que la música me llegó tan hondo que me dediqué a componer del jazz que te llega al coco (cabeza) y al corazón”.
“No pasaron ni tres años cuando ya estaba de vuelta a Europa. Además de Grecia, esta vez me di una vuelta por mi querido Madrid. Los viajes son hermosos y son grandes maestros, en Grecia aprendí muchas cosas y escuché un jazz muy a la europea. Aprendí a hablar un poco de griego, un poco de turco y en Alemania me presentaron a unos músicos extraordinarios. Uno que me vio tocar de esa forma tan arrebatada me preguntó: ´Tino, ¿de dónde sale tanto fuego?´”.
“Lo que pasa es que suelo mezclar el blues de Nueva Orleans con las percusiones de los cubanos, con el jazz americano, con las influencias mexicanas, con la métrica que se toca en América Latina, donde solemos mezclar el blues con lo tropical. Visité y aprendí de los brasileños. Visité y aprendí de los argentinos, que delicia es el tango. Ah, qué lugares tan queridos”.
Hay músicos que se mimetizan con el género que tocan, Los Ramones vivieron la vida rasposa, básica y tan al límite que sugería el rock que interpretaban. Lemmy Kilmister llevaba en la sangre el ritmo y frenesí de la música que su banda Motörhead escupía. El cantante mexicano Luis Miguel es tan decadente y cursi como el pop que lo hizo rico y James Brown caminaba, y respiraba al ritmo del funk.
Tino Contreras es a veces apacible, otras intenso, incluso repetitivo, pero siempre sorprendente. Es la personificación del jazz y a estas alturas, a sus 96 años, toca como habla y viceversa: “Mi padre Miguel Contreras era baterista de jazz y cantaba hermoso con su banda OK Jazz band. Mi fallecido hermano Efrén tocaba el saxofón. Mi hermano Mario tocaba la trompeta. Mi tío Fortino era compositor y me heredó su nombre y oficio pues ya he compuesto más de 2 mil 500 canciones”.
¿Qué le sobra y que le falta al jazz en México, Tino?, quiero saber. “Ah, qué buena frase, Juanito, compondré algo con ella: qué-le-sobra-y-qué-le-falta”, repite y deja pasar mi provocación para aterrizar en otro lado. “Todos los días salgo y me siento al piano a componer y me hago acompañar del divino. Porque después de Dios, está la música”.
“Me tocó ver en vivo en El Paso, Texas, a Louis Armstrong y a Count Basie, eso me marcó. Toqué con la orquesta de Luis Arcaraz y mis héroes siempre fueron Joe Jones, Buddy Rich y Gene Krupa. Cada vez que iban a México me buscaban para que los llevara a comer tamales. También abrí uno de los primeros sitios donde se tocaba jazz al que pusimos el Rigus. Igualmente es mía una de las primeras grabaciones en México del género; Jazz en Rigus (1959). Cuando subí al escenario del Blue Note en Paris luego que me presentaran, ´Tinóoo Contreráaaas, arranque con el abo, ro, boro, boir, boro boyaaaa” y entonces la gente se paró a bailar. Y yo dije, ´¿cómo? si mi música no es para bailar´. Por cierto, cuando conocí a Germán Valdés “Tin Tan” en la XEJ de Ciudad Juárez (la primera emisora de televisión al norte del país) y oyó a mi orquesta me dijo, ´¡qué manera de tocar, mi hermano!, ¿Cómo te llamas?´ Pues Fortino Contreras. ´Bueno, desde hoy te vas a llamar Tino Contreras y más te vale que te guste pues esta de poca madre´. Él era como yo: siempre estaba contento. Luego trabajamos juntos cuando le hice la música a varias de sus películas entre ellas TinTanson Crusoe. Noooombre, era un relajo aquello. Nos salió muy padre, era como mi hermano, nos quisimos mucho”.
Después del intermedio, viene un corte para ir al baño a lavarse las manos, saludar al gerente, a las muchachas que están en la barra del bar y ofrezco a Tino una copa de champagne para brindar por sus éxitos y para que, antes de irme me cuente, al fin, la parte de su época más brillante: “Muchas gracias, pero no tomo, nadie me la cree. En algunas premiaciónes me daban mi trofeo y una copa y en cuanto se descuidaban la tiraba. No me gusta la coca, no me gusta la mota, un día la probé y casi me vuelvo loco. Eso sí, cuando estoy componiendo me entrego al efectivo, o sea a Jesús”.
Y vuelve con la sincopa, las ideas en apariencia inconexas como un solo de Charlie “Bird” Parker. Me dice que John Coltrane lo oyó aporrear las batacas en Nueva York y le preguntó: “¿así tocan los mexicanos?”. Antes de subir al escenario de sus ideas, Tino aterriza al menos un momento.
“Te aviso que en septiembre presento un nuevo disco con el sello Arc Records del inglés Gilles Peterson que se llamara La Noche de los Dioses, que grabé con mi sexteto en febrero antes de la pandemia. Son cuatro canciones nuevas y tres reediciones. Mi obra el Quinto Sol la han querido reeditar en Francia y Canadá, pero Peterson vino de Londres y me propuso ese disco que trae instrumentos prehispánicos mezclados con jazz, una chulada. Además, nos invitó a tocar a Inglaterra al Festival La Línea que por la pandemia se acaba de posponer hasta la primavera del 2021. Será mi vez primera en Londres”.
“Lo que te puedo asegurar es que me da mucho orgullo ser mexicano. En este país tenemos todo, sólo nos falta orden. El día que México descubra que un mexicano vale por dos, nos vamos a volver más locos. Porque eso valemos. Mientras tanto, hay una cosa muy linda, lo más hermoso es que andamos buscando algo que vamos a encontrar, tal vez en este planeta o en otro, no me niego, pero sé que ahí voy. Yo veo la vida y quiero vivir 500 años. ¿De verdad quieres que te cuente mi momento estelar? Ay, Juanito, si apenas estoy iniciando mi carrera”.