Un viernes 28 de agosto fue el día escogido por el pianista Juan Cortés para su vuelta a los escenarios, acompañado esta vez de Sergio Martínez a la percusión y Miquel Álvarez al contrabajo. El trío reviso, entre otras, las composiciones del disco Jurepén (Nuba Records, 2003) aportándoles una nueva visión, fraguada por Juan Cortés durante estos últimos años a través del estudio –siempre sinónimo de respeto– del flamenco.
Texto & entrevista: Escarlata Fernández / Fotografías cortesía de Juan Cortés
Con ocasión del concierto de Juan Cortés celebrado el pasado 28 de agosto en el Auditorio de Benicarló, tenemos oportunidad de entrevistarnos con un pianista que hace ya más de diez años se atrevió a enriquecer el piano flamenco con el enfoque sagaz de quien descubre una pasión. Prueba de ello es el disco Jurepén (Nuba Records, 2003) en el que un joven Juan Cortés contó, entre otros, con la batería de Guillermo McGill, la flauta y el saxo de Jorge Pardo, el bajo eléctrico de Alain Pérez y el violín de Bernardo Parrilla. El álbum mantiene intacta la frescura de sus composiciones con unos temas, como los tanguillos de “La Rosa”, que así lo avalan.
Hoy, más de una década después de la publicación de Jurepén, Juan Cortés concede que es el tiempo y el conocimiento lo que le empuja de nuevo a dar un paso más como pianista. Desde Más Jazz Magazine nos interesamos sobre el enfoque de un músico que, aun considerándose él mismo como acérrimamente flamenco, siempre es bien recibido en los ambientes jazzeros.
¿Cómo se inicia tu carrera como músico? ¿Siempre tuviste claro que tu instrumento era el piano?
Mi padre era anticuario, tenía pianos antiguos en la tienda y de pequeño –con seis o siete años– empecé a probarlos, a jugar. Sacaba todo lo que encontraba de Paco de Lucía, de Camarón… Luego estuve dos o tres años estudiando clásico, en Castellón y en Valencia con Ricardo Belda, Bernardo Sassetti, Alvert Bover, en seminarios con Chano Domínguez…
¿Pero has tenido siempre presente el flamenco en tu familia? Porque esa granaína de tu abuelo en el disco…
A mi abuelo no tuve la suerte de conocerle porque falleció antes de que yo naciera; eso fue una grabación que tenía mi padre con una guitarra por el año 75 a la que le puse encima el piano para hacer un reencuentro. Tradición sí que ha habido en mi familia, en mi casa hay muchísima afición al flamenco y es lo que siempre hemos escuchado.
Después del lanzamiento de Jurepén decidiste compaginar tu carrera como músico con la enseñanza, ¿impartes solo clases de flamenco?
Después de sacar el disco he estado en una escuela y la verdad es que me gusta mucho la enseñanza. Inculcarle al alumno que sea –igual tengo niños que gente muy mayor– amor por la música, por el instrumento, por el piano y ver cómo se van adaptando poco a poco. Hay alumnos que ya son pianistas y vienen a aprender piano flamenco, pero hay mucha gente que viene a aprender de cero. Ver cómo van evolucionando es lo que más me gusta…que ellos disfruten, que aprendan con lo que les gusta y que puedan sacar su forma de tocar cada uno en su estilo.
¿Puede transmitirse ese sentimiento del que trata Jurepén en un aula, se puede enseñar a sonar flamenco?
Yo creo que sí, es cuestión de transmitir la forma que tengo de sentir la música, de tocarla. A lo mejor estamos estudiando Chopin o Bach o cualquier estándar de jazz y si el alumno sabe lo que tiene que tocar es todo más fácil… pero cuando le dices “ahora tú” todo el mundo tiene miedo: “¿ahora dónde me meto?”. Hay que hacer que pierdan ese miedo a poder expresar y a poder tocar lo que ellos sienten porque, al final, la música es expresar ese sentimiento a través de un instrumento. Y eso es lo más difícil de aprender, de enseñar… ¡eso es lo que más me gusta!
Como pianista que se ha desenvuelto tanto en Casa Patas como en La Clamores, ¿de dónde crees que viene esa facilidad para poder sentarte a improvisar tanto en un escenario como en otro?
Yo jazzista no soy ni seré nunca. Sí que me gusta improvisar porque no me gusta amarrarme a una farseta, pero me gusta que la improvisación de un tema suene flamenca, que tenga una riqueza de melismas y de matices. A la hora de tratar una melodía fácil los flamencos intentamos complicarla de una manera muy bonita y que no se tiene que perder. Esos matices son para mí la riqueza magistral que tiene el flamenco en la voz, en los cantes, en los cantaores… Y la riqueza rítmica que tenemos en el flamenco es muy grande. Prácticamente desde pequeñitos cogemos el ritmo, lo veo por mis niñas. Tienes que tener un concepto de la armonía y de la técnica, pero con esa facilidad para coger el ritmo tan solo es cuestión de empezar a jugar y a meterte en ello: los ritmos jazzísticos los vemos casi como un palo más del flamenco.
¿Crees que un conocimiento tan temprano del flamenco te ayuda a la hora de saber innovar sobre lo establecido?
Lo que aprendemos desde pequeños son las bases, lo que ya está escrito, lo que vas percibiendo de las grabaciones y de los espectáculos que ves, de todo lo que van sacando en el flamenco…Y otra cosa es dar un paso más. Mi labor como profesor me ha servido para estudiar y analizar muchos estilos diferentes. He visto la música desde otra perspectiva. Realmente pienso que estoy aprendiendo a tocar el piano ahora, antes era más “salvaje” –con mucha inquietud, pero con menos vergüenza–. Ahora quiero tocar con un conocimiento más real del instrumento. El piano tiene una profundidad técnica y musical mucho más grande que la que veo en el piano flamenco tal como se entiende ahora mismo; quiero dar ese paso de engrandecer el piano y de engrandecer el piano flamenco.
Después del ímpetu inicial de Jurepén regresas a los escenarios con una visión nueva del piano y de tu propio estilo, ¿qué te queda por mostrar?
Quiero dar un paso a partir de mañana, mostrar lo que he estado creando sin que nadie se enterara. Las clases y el estudio me han servido para enriquecer la forma. Creo que todavía hay cosas que se pueden aportar al flamenco, la forma de tratar las melodías, intentar imitar un cante –¡…que es lo más difícil!–. Eso es lo que quiero mostrar y para ello me acompañan Sergio [Martínez] y Miquel [Álvarez] unos músicos jóvenes con muchas ganas. He cambiado muchas cosas del disco para presentarlo de nuevo en un escenario, tratando de “pianizarlo” un poco más, de hacerlo más completo… intentando no perder esa esencia de Jurepén, pero enriqueciéndola.