Texto. Jaime Bajo / Fotografías: Ana Angoloti
El Festival Jazzmadrid apostó por una velada integrada por proyectos liderados por mujeres para su jornada inaugural, “un pequeño avance”, como confesó la saxofonista madrileña Belén Martín, pero un paso en firme si consideramos que las propuestas femeninas van tomando, poco a poco, mayor protagonismo en cada nueva edicion del festival.
Y, desde luego, nada tiene que envidiar la violinista originaria de Michigan (Estados Unidos), Maureen Choi a sus homólogos masculinos (solo podríamos compararla, si acaso, con el armenio Ara Malakian, dado que el violín es un instrumento que ha gozado un uso anecdótico en la actual escena jazz española: David Moreira, Federico Nathan, Eduardo Coma…), pues su propuesta escénica es, pese a su sobriedad, de una solvencia incuestionable, como así lo ratificó el público que asistió a su actuación de tarde en el auditorio principal de CentroCentro, ubicado en el Palacio de Cibeles.
Abrió la veda con la “Danza ritual del fuego”, un clásico atemporal del compositor gaditano Manuel de Falla (¿precursor acaso involuntario del flamenco jazz?), tratando con ello de pulsar el ánimo y granjearse las simpatías de los asistentes, lo que logró a juzgar por el estruendoso aplauso que acompañó a la pieza, que con toda probabilidad se hubiera prolongado en el tiempo de no haberlo evitado la propia violinista tomando el micrófono con voluntad de introducir la velada.
Además de su aprecio e inquietud por la investigación de los compositores autóctonos, la estadounidense afincada en nuestro país nos mostró el talento que atesora para la composición. Y con “Dance of the fallen”, canción incluida en su álbum “Theia” (2019), demostró que una aria inspirada en la trayectoria operística de su madre migrante puede transformarse en un jazz contemporáneo con guiños a latitudes lejanas y otros territorios por explorar si una sabe rodearse de músicos como el baterista autodidacta Borja Barrueta -que jamás dejó morir al niño inquieto que late en su corazón- o el pianista Daniel García Diego -posiblemente el pianista más solvente de la nueva generación afiliada al flamenco jazz.
Es al salmantino, a quien conoció nueve años atrás (2011) mientras ambos estudiaban en la reputada Berklee College of Boston (con sucursal en Valencia), a quien dedicó “Canto salmanchino”, una pieza que inicia el propio pianista y que va adquiriendo elementos del folclore de diversas procedencias para terminar confluyendo en un reparto de panderos cuadrados asturianos entre sus componentes (Maureen fue la única que se mantuvo fiel al violín) en uno de los momentos, sin duda, más intensos e nivel rítmico y aplaudidos de su actuación.
El rigor del tiempo marcaba el desenlace de nuestra crónica y nos “obligó” (a nuestro pesar) a abandonar el Palacio de Cibeles rumbo al Centro Cultural Conde Duque en busca de la propuesta de la saxofonista madrileña Belén Martín, que se homologaba como jazzista ante un público tan exigente como el del Festival Jazzmadrid, que despachó todas las entradas de este con cierta antelación.
Es obvio que uno no puede juzgar su propuesta con idénticos parámetros a los que aplicamos a Maureen, porque, mientras una ejerce como maestra en la Escuela de Música Creativa, otra apenas acaba de obtener, en el marco de las anómalas circunstancias que vivimos, el Grado Superior en Interpretación de Jazz y Músicas Actuales. Y, en este sentido, lo que cabe interpretar es el potencial que tiene para desplegar su talento a futuro y el incuestionable valor que tiene defender una propuesta que interpreta un 80% de composiciones propias. Todo un desafío ante el que no se arredró.
A pesar de la dificultad que conllevaba tamaño reto, Belén empleó la inteligencia, y eligió rodearse de músicos con los que ha compartido formación en la Escuela de Música Creativa y a los que conoce bien, al haber compartido aventura en el proyecto Bestiario, encabezado por su “compañero vientístico” (sic) Jorge Moreno: Javier Santana al bajo, Adrián Alameda a la batería y un muy inspirado Alberto Molina al piano, dotado de un “tumbao” que, de desarrollarse como procede, promete muchas sorpresas.
Una música y compositora “exigente conmigo misma” Belén que nutrió su repertorio de piezas propias nacidas como consecuencia de su proyecto fin de grado -como la seductora “Sutura irreversible”- y fruto de las jornadas de estudio de su instrumento en el confinamiento, que sazonó con alguna composición ajena como “La cigüeña” de Bestiario, el proyecto del trombonista Jorge Moreno que conjuga jazz y poesía y del que esperamos que termine materializándose pronto en forma de álbum.
Maestra y alumna -por emplear términos académicos- constataron que el jazz no entiende de género, sino de propuestas atractivas que sepan defender un discurso propio. Y, en este sentido, tanto una como otra, empleando registros distintos (jazz limítrofe a la música clásica en el caso de Maureen y el jazz que dialoga de tú a tú con el acervo flamenco en el de Belén) y desde un bagaje vivencial distinto, reivindicaron una voz propia para la mujer en un jazz que difumina sus fronteras para reivindicarse como lenguaje universal.
La programación completa y detallada de JAZZMADRID 20 esta disponible pinchando este enlace