Texto: Ramón García / Fotografías: Contraportada
Contra todo pronóstico, ante la ola de suspensiones que planeaba en nuestro país sobre los festivales de jazz, el de Almería —Almeríjazz 2020— ha llegado a buen puerto, con el único inconveniente de un adelanto en el horario de cada uno de los conciertos.
Tras su inicio el último sábado de octubre, con el dúo del Niño Josele y José Heredia —ya reseñado en este mismo medio— noviembre era el mes donde se concentraban el grueso de los conciertos.
El cantante y pianista Mike Sánchez pasó por el Auditorio Maestro Padilla de la capital almeriense con una propuesta totalmente centrada en el rockabilly y el boogie woogie. Su presencia en el festival sobrevino ante la imposibilidad de viajar de Ray Gelato y su banda desde Londres, y quizá solo por esto podría estar justificada la presencia de una banda en la que prácticamente no hubo la más mínima referencia al jazz. Aun así, para los amantes del rock más primitivo resultó un concierto agradable y divertido.
Julián Maeso, Paco Rivas y Dani García (viernes 6 de noviembre)
El jueves, en el más coqueto Teatro Apolo, llegaba ya una propuesta muy diferente a la par que sugerente. Es bien conocida la maestría al órgano Hammond del toledano Julián Maeso, sobre todo en lo tocante al blues, rhythm´n´blues y demás músicas de raíz norteamericana. Pero a esto hubo que sumar la contribución del almeriense Paco Rivas a la guitarra, alguien que lleva décadas demostrando una solidez incuestionable a las seis cuerdas, dominando prácticamente todos los palos del jazz. Y, por si fuera poco, empuñando las baquetas nos encontrábamos a otro primer espada: Daniel García Bruno.
Con un trabajo discográfico grabado pero no editado, a la espera de mejores tiempos, el trio se presentó bien rodado y nos deleitó con un dominio total de cualquiera de los estilos que abordaban. Su líder, poseedor de un timbre de voz a medio camino entre Clapton y Randy Newman, comenzó muy suave con Lights Of Hope, y se fue animando con Just Dropped, donde ya se lanzó a hacer alguno de sus imaginativos solos al órgano. El bop sesentero muy ‘a la Benson’ llegó con Mellow Mood, donde Rivas también comenzó a calentar motores a base de bien, dejando a todos boquiabiertos con un inspiradísima improvisación. Con November nos llevaron de vuelta a esas melodías «easy listening» que podría haber formado parte de cualquier banda sonora de nuestro cine de los 60 o 70, buscando una alegría que, según Maeso explicaba, buena falta que nos hace. Con el funk lento Before They Leave, el gozoso medio tiempo Your Swinging Eyes —dedicado a María de Aku Aku, a quien todos los músicos que pasan por Mojacar rinden la merecida pleitesía— y el clásico Bring It On Home To Me, llegaron a uno de los momentos emotivos de la noche.
Dos grandes artistas de la tierra, el multi instrumentista Chipo Martínez —en esta ocasión, empuñando el contrabajo—y el cantante Diego Cruz —actual Concejal de Cultura de la capital almeriense— subieron al escenario para conformar un quinteto que interpretó un apabullante Georgia On My Mind. La elección del tema tenía todo el sentido ya que, tras su interpretación, Cruz permaneció en el escenario para dar a conocer la creación del premio ‘Georgia Jazz Club en memoria de Serafín Cid’, un galardón destinado a rendir justo tributo al que fue propietario y gerente del primer y más mítico club de jazz de la capital almeriense, fundado a finales de la década de los setenta del pasado siglo. Un sorprendido Paco Rivas quedó prácticamente sin habla mientras recibía la placa que le acreditaba como destinatario de la primera edición del galardón.
El tramo final estaba reservado a los temas más experimentales y, a la vez, contundentes, con Maeso alternando sus manos entre Hammond, Fender Rhodes y sintetizadores. Temas en los que se mezclaba el funk con la psicodelia, y con un Rivas en sus momentos más «scofield» o, como él suele decir, más marcianos. En Leave it on time mezclaron sonoridades blues con ritmos más latinos, y acabaron lanzándose en plancha al blues rock casi progresivo, al estilo de bandas como Cream o Atomic Rooster, con el tema de despedida, Times going on. Como bis, uno de los grandes temas de uno de los mejores trabajos de Maeso, One Ticket To Saturn, su composición We Can’t Keep On Waiting For Good Times To Come.
Larga vida, en definitiva, a esta formación que, en un formato tan reducido como el trio, es capaz de lograr transmitir mil y una emociones, mezclando sabiamente las músicas de raíz norteamericanas —rhythm´n´blues, country, soul, funk, etc– con improvisaciones en las que el fraseo jazzístico se mezcla con el blues de una forma muy natural.
Daniel García Trio + Maureen Choi (sábado 7 de noviembre)
La penúltima jornada del festival llegaba de la mano del pianista Daniel García Diego, un instrumentista dotado de una técnica exquisita y con un disco bajo el brazo, Travesuras, que lo hace pasar a formar parte de los nuevos valores de eso que dan en llamar el jazz flamenco.
El recital comenzó, dejando clara esa querencia hacia las mixturas entre lo de aquí y lo de allí, con Potro de rabia y miel, su versión de unas bulerías ya clásicas que Camarón grabó en su último disco junto al gran Paco de Lucía. Y ya en ese primer envite también dejaron clara su maestría el contrabajista Reinier Elizarde ‘el Negrón’ y el batería Michael Olivera, una sección rítmica de origen cubano, pero que asimilan nuestras raíces musicales como si hubiesen nacido en el mismo centro de Triana.
La novedad de la noche, además con carácter inédito, fue la inclusión en el proyecto como invitada de la violinista norteamericana de origen coreano Maureen Choi. Amiga de Daniel desde sus tiempos de la Berklee en Boston, hace una década, ella suele contar con el pianista en su proyecto, pero esta era la primera ocasión en la que ella le devolvía la visita.
A partir de ese momento la formación se transformó en cuarteto, adentrándose en terrenos quizá más cercanos a esa «tercera corriente» en la que lo clásico se fusiona con el jazz. Con la composición Amanecer, un tema muy cinematográfico, así como en Phoenix Borealis, composición de la violinista en la que se mezclaban influencias de todo tipo de músicas del mundo, mostraron con cuanta sensibilidad eran capaces de sorprendernos.
De vuelta a sonoridades más autóctonas, en Atocha 115 Maureen demostraba su virtuosismo al violín, alternando incluso el pizzicato y el arco durante un precioso solo. Para terminar, llegó el tema homónimo del último disco del pianista, Travesuras, con una intensa intro de contrabajo a cargo de El Negrón que daba paso a una suite alegre y juguetona, en la que Daniel demostró sus habilidades con ambas manos, entretejiendo melodías imposibles al piano, respondidas con gran lirismo por el violín de Choi y con potencia y precisión por parte de la sección rítmica.
Como bis, Gitanilla, una sensible balada con un cierto aire oriental, a cuya melodía principal fue invitado a sumarse el público asistente, terminando el concierto con toda la sala entonando junto a ellos ese mágico y curativo mantra.
Maravillosa experiencia la que nos brindó una formación que esperemos perdure en el tiempo, dados los magníficos resultados que en su primera reunión nos hizo sentir este cuarteto.
Big Band de Clasijazz + Pedro Ruy-Blas (domingo 8 de noviembre)
Y llegaba la última jornada, en la que el inminente endurecimiento de las medidas de seguridad en toda la comunidad andaluza estuvo a punto de dar al traste con el concierto.
La despedida también estuvo cargada de emotividad, por diversas razones. El primer lugar, porque se aprovechaba la circunstancia para celebrar el décimo aniversario de la creación de la Big Band de Clasijazz, una orquesta formada al amparo de esta asociación cultural que tanto está dando a la cultura almeriense.
Bajo la batuta del saxofonista valenciano Ramón Cardo, todo un experto en estas lides, la big band ofreció un concierto con un doble objetivo: homenajear a muchos de los grandes músicos que han pasado por sus filas y agradecer a un público fiel que periódicamente llena el Auditorio Maestro Padilla desde hace una década para ir constatando los avances de una de las más completas grandes bandas que tenemos en nuestro país.
La primera parte constó de una selección de temas de diferentes épocas, predominando el swing, con clásicos como Softly As In a Morning Sunrise, Who cares o I Can Cook Too —con la voces de Isa Hernández e Isabel López, respectivamente—, pero también con arreglos más latinos como la bossa Chega de Saudade, cantada por Verónica Pintor, la preciosa Muñequita Linda, un arreglo de Perico Sambeat en la voz de la trombonista Rita Payés o la copla Y sin embargo te quiero, interpretada por Patricia Rodríguez. El gran trompetista granadino Julián Sánchez protagonizó todo un clásico de Ellington, Concerto For Cootie.
La segunda razón para la emotividad de la jornada llegaba con la dedicatoria del concierto a la memoria del trombonista Toni Belenguer, que nos dejó por sorpresa hace bien poco y que tantas veces formó parte de la sección de metales de esta formación. Nuevamente Rita Payés puso voz a una composición expresamente escrita por Ernesto Aurignac, una preciosa balada llamada Ser de luz.
La primera parte finalizó con algún que otro clásico instrumental, como el Airegin de Rollins o To You de Thad Jones, para encarar ya la recta final, con un invitado de excepción, Pedro Ruy-Blas, alguien que está considerado como uno de los mejores cantantes de jazz en nuestro país, fundador de la mítica banda de fusión Dolores y que lleva toda una vida dedicado a la música de calidad.
Pedro se arrancó nada menos que con Something’s Coming, un tema del famoso musical West Side Story, demostrando que su voz se encuentra una magnífica forma.
Tras la interpretación de la bellísima balada Laura, llegó otra colaboración estelar. El propio concejal de cultura de la ciudad, y responsable máximo de la recuperación de este festival, el cantante Diego Cruz, fue invitado a subir al escenario por Ruy-Blas para compartir con él una divertidísima versión jazzística de Black is black, aquel famoso hit de Los Bravos.
Como explicó el propio cantante, tras muchos años sin querer volver a la canción que le dio la fama, A los que hirió el amor es ahora una melodía que disfruta recuperando en sus conciertos. En esta ocasión con más motivo, al poder interpretarla respaldado por toda una big band.
Con la energía de Sussudio, un tema que su propio autor, Phil Collins, trasladó al mundo del jazz y el potente Everyday I have the blues como bis, con Ruy-Blas de vuelta en el escenario, concluía el concierto y este festival de jazz de Almería, una edición —la número 28— tan rodeada de dificultades e incertidumbres que, quizás precisamente por eso, va a pasar a la historia como una de las más especiales del jazz almeriense.