Texto. Rosa García Mira / Fotografías: Ernesto Cortijo & Jorge Biancotti
Con el cartel de Sold out colgando desde hace varias semanas, se acercó un público mayoritariamente joven dispuesto a darlo todo. Con una insólita atmósfera lumínica ambientando el auditorio de Conde Duque, dio paso el concierto que culminaba la residencia de composición de Javier Moreno este pasado viernes 27 de noviembre.
Los músicos se colocaron en media luna, con Javier Moreno, Borja Barrueta, Víctor Correa, Jorge Vistel y Román Filiú, de izquierda a derecha. Comenzó la velada con Miel de Brezo, con Barrueta solo en la batería, para entrar seguidamente Román Filiú al saxófono, con la melodía. Un arreglo extenso que marcaría el ritmo de las composiciones de la noche. Se prestó a dos cortas improvisaciones, primero de Correa y luego de Filiú. El público no fue capaz de aplaudir apenas al acabar los discursos de los músicos, debido al temor de tapar detalles compositivos. Javier Moreno presentó la banda, explicando que las obras expuestas esa noche formaban un “repertorio descriptivo de la ciudad de Madrid”, tras su vuelta a la misma.
Siguió el concierto con Metrópolis, dedicada a “los locos de alrededor”, los demás agentes del mundo del jazz que no son los músicos. El tema abría con una dilatada introducción con Javier Moreno al contrabajo. Vistel, con sordina, y Filiú, con flauta, hacían brillar este arreglo tan moderno, en una composición con varias secciones que inducía sensaciones muy heterogéneas. Un trading de estos dos músicos que acababa en una improvisación conjunta, en un impetuoso despliegue de ideas que hacía brillar la pieza, cautivó al auditorio. Retorno fue más etéreo, desdibujado y contrapuntístico. El batería, Borja Barrueta, destacaba por su elegancia. Nos sorprendimos al ver cómo Víctor Correa improvisaba con un característico sonido fluctuante, muy acorde con la línea compositiva. La canción finalizó en un arreglo de vientos realmente conmovedor.
Moreno recordaba su residencia de composición en la capital italiana, y le dedicaba a Roma la obra Materia Inerte. Unos interesantes arreglos de los vientos sobre lo que parecía una expresiva improvisación de Javier Moreno, daban paso a los solos. Como era de esperar, se sucedieron unos aplausos nerviosos tras el creativo solo de Jorge Vistel, que realizó con un solo motivo que estiró hasta el infinito. Pass by fue de los temas más enérgicos y descriptivos de la noche. Nos dejó a todos perplejos con unos arreglos imitativos y aparentemente bastante menos pautados que los anteriores.
La estrella de la noche fue Alquimia cubana, canción dedicada a los músicos cubanos del concierto, Vistel y Filiú, pero también a los demás compañeros con los que el compositor ha compartido experiencias de directo. Se sucedieron unas maravillosas improvisaciones de los músicos mencionados, probablemente las más largas de la velada, en las que los artistas pudieron mostrar su lenguaje a merced de lo que Barrueta y Moreno les proponían. Los asistentes aplaudieron ferozmente al acabar esta joya.
La noche se cerraba con Bandera Negra, una melodía contrapuntística sobre una base bastante pop. El tema respondía a un sentimiento adolescente de amistad, según explicó Moreno. Correa improvisó, de nuevo, con un sonido flotante y divertido. El tiempo se agotaba debido a las restricciones sanitarias y el concierto hubo de acabar de manera repentina, sin dejar lugar a un bis, pero con un público satisfecho e ilusionado.
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