Texto: Rudy de Juana / Fotografías: Elvira Megias/CNDM
Menorquín del año, cuatro veces músico del año por la AMJM de Cataluña, Premi Ciutat de Barcelona 2019…¿Qué más podemos decir de Marco Mezquida, una de las figuras más conocidas y con más talento de la escena jazzística española? Hiperactivo y polifacético, se mueve como pez en el agua entre numerosos proyectos, desde su grupo MAP (junto a el saxo malagueño Ernesto Aurignac y el batería gironés Ramón Prats), a proyectos junto al guitarrista flamenco Juan Gómez “Chicuelo”, o solo al piano, acompañado de la cantante Silvia Pérez Cruz.
Al Festival de Jazz de Madrid, Mezquida llega con “Beethoven Collage”, un homenaje al célebre compositor alemán en el 250 aniversario de su nacimiento. En esta aventura le acompañan Pablo Selnik en la flauta, David Xirgu a la batería y el contrabajista japonés Masa Kamaguchi.
No es de hecho la primera vez que Mezquida incursiona en el terreno de la música clásica. Dos años antes, el menorquín se juntaba con el percusionista Aleix Tobías y el violonchelista Martín Meléndez en “Ravel’s Dreams”, en el que partiendo de la música clásica del maestro francés, transitaba hacia el groove, añadiéndole texturas de música contemporánea.
En ”Beethoven Collage” en cambio, la música clásica del músico de Bonn se alía con el free y la improvisación descarada, los ritmos populares, la música latina (bolero mediante) e incluso el flamenco, dando lugar a, nunca mejor dicho, un collage impresionista, en el que se construye y sobre todo, se deconstruye, la obra del genio alemán.
En su puesta en escena, Mezquida abandona el formato de tema o pieza de jazz y como no podía ser de otra forma, se apunta al “movimiento”. En el primero, mete en la coctelera retales de la “Sonata apasionada” partes de la novena sinfonía, el concierto para piano “Emperador” y aderezos de su séptima.
El resultado es apasionado y desde luego, sorprende a parte del público (probablemente abonados) del Auditorio Nacional, del que estamos convencidos que esperaban escuchar una propuesta muy diferente, tal vez en la línea de jazz clasicista que proponen otros artistas. Afortunadamente, no era el caso porque Mezquida, como sabemos, no juega al “patada a seguir”, sino a reinventar géneros.
En el segundo movimiento, ataca con la sonata para piano número 30, que sirve como introducción a un conocido “Himno de la alegría”, del que progresivamente, el conjunto de Mezquida va restando notas, desnundándolo hasta sus conceptos más básicos. “Como veis, creo que nuestra versión es diferente de la de Miguel Ríos”, bromea con el público el pianista.
Entre ambos movimientos se suceden las referencias a piezas sueltas, y aunque afirma que no lo tenía preparado y que no tenía intención de hacerlo, también se cuelan algunos compases del “Para Elisa”.
En un principio, este proyecto tenía que haber “desembarcado” en el Auditorio Nacional el pasado mes de marzo, pero el concierto acabó siendo cancelado por la pandemia. Sin embargo, que el estreno madrileño se haya retrasado más de seis meses, le ha sentado bien al grupo de Mezquida, que llega mucho más rodado, sin ninguna fisura en la puesta en escena y con un estupendo dominio de los tiempos.
Todo funciona como un reloj. Los solos de Marco, de Kamaguchi y de Selnik sirven como contrapunto a esos momentos de gravedad que siempre tiene Beethoven y Xirgu, contenido en la primera media hora pero protagonista en el resto del espectáculo, muestra cómo un baterista puede elevar a otro nivel a la música más clásica.
Dicho de otra forma, Mezquida y su grupo cumplen con lo que prometen antes de empezar: ofrecer un espectáculo de gran altura y dejarnos a la mayoría boquiabiertos.
La programación completa y detallada de JAZZMADRID 20 esta disponible pinchando este enlace