Texto: Gilberto Márquez / Fotografías cortesía de Rafa M. Guillén
Y lo hace, como es costumbre desde 2010, escoltado por sus inseparables Jazz Walkers; es decir, Julio Fuster al contrabajo y al bajo eléctrico, Nacho Megina a la batería, Ramón González, “el León”, a la percusión y Ángel Andrés Muñoz al piano, a los teclados y con un papel fundamental en los arreglos de la mayoría de los ingredientes de este Shining Forever (Sedajazz, 2020). El trombonista de Bétera (Valencia) Rafa M. Guillén entrega así un nuevo capítulo discográfico tras el que supuso su debut al frente de esta formación, Excited Sounds (Sedajazz, 2016), en el que ya destiló el elixir de los ritmos latinos, brasileños, afroestadounidenses o de raíz flamenca que pueden volver a degustarse en este cóctel sonoro de nueve sabrosos licores.
De ellos, cuatro han sido compuestos por el propio Martínez Guillén, uno por Ricky Rodríguez y otro por citado Ángel Andrés Muñoz, mientras que los tres restantes suponen una acertada inmersión en sendos standards de lo más ecléctico. Se abre el disco con la enérgica y racial Rumba de la Corredera, guiño del artista a Córdoba, su ciudad de residencia desde hace tantos años, en otro gesto similar al que hizo en la portada del anterior álbum y que vuelve a repetir en el arte gráfico para esta última referencia. Sin embargo, los orígenes no se difuminan fácilmente y la terreta está muy presente, aunque sólo sea por las alusiones geográficas, en la apuesta entre funk y blues que arroja Verde Mediterráneo, subtitulado La Calderona, parque natural de la sierra del mismo nombre situado entre las provincias de Valencia y Castellón. Asimismo, es muy destacable la pieza que el compositor portorriqueño Ricky Rodríguez aporta al repertorio: My dear friend, un exquisito ejercicio de latin jazz en homenaje a su amigo y compatriota pianista José Lugo.
Rafa M. Guillén y sus Caminantes del Jazz proponen, por tanto, un mestizaje de ritmos que igual nos transportan a un sambódromo en Río de Janeiro que a vivir desde la second line el desfile del Mardi Gras en Nueva Orleans o a la neoyorquina Studio 54 para contonearnos y quemar suela de zapato bajo una bola de espejos a mediados de los setenta. Son algunas de las ofertas que sugieren cortes como Caipiniña, samba compuesta por el propio Guillén; Mojo, una de las versiones, en este caso, vía Monty Alexander; o Pick up the pieces, enorme revisión de este derroche funk discotequero obra de Roger Ball y Hamish Stuart que el combo escocés Average White Band editó en su segundo LP, AWB, bajo la etiqueta Atlantic en 1974. Con más calma, pero sin perder el aroma a cachaça, sobresale también la delicada adaptación de O bêbado e a equilibrista, canción de 1969 de Joao Bosco y Aldir Blanc que inmortalizara Elis Regina.
Hasta ahora no lo habíamos dicho, pero aparte del quinteto, en Shining Forever, como ya pasó con Excited Sounds, aparece una impresionante nómina de amigos que se lucen en las colaboraciones. Brillan las intervenciones de los instrumentistas de viento: Perico Sambeat, saxo alto en Rumba de la Corredera; Agustín Sánchez, Ramón Cardo y Pedro Cortejosa, los tres al tenor, en Mojo, Verde Mediterráneo (La Calderona) y Song for the Jazz Walkers, respectivamente; David Pastor (trompeta) y Francisco Blanco, “Latino” (flauta), en My dear friend o Cristóbal Agramonte, que lo mismo raspa el güiro en esta última que toca el saxo alto en Caipiniña. Pero igualmente, no hay que olvidar lo que suman en determinados momentos del disco, entre otros, Luis Casado a la guitarra eléctrica o Miguel Santiago al cajón flamenco y las palmas.
Es este un trabajo cuyas bases fueron grabadas a la antigua usanza, en conjunto y a la vez en tres días de febrero del pasado año en el estudio Hanare de Córdoba -bajo supervisión de Lauren Serrano– y sería rematado con algunas sesiones más en diferentes ciudades. Ha contado, además, con la participación al violín de dos sobrinos del autor, César y Celia, de 11 y 9 años. Y, por otra parte, aunque se barajaron varios nombres antes de firmarlo, Rafa M. Guillén terminó decantándose por Brillando por siempre para honrar a su hermano Javi, también músico y fallecido de manera repentina tres años antes. Porque, como indica, los seres queridos no se van definitivamente cuando mueren, sino que continúan brillando entre nosotros. En Brillando por siempre, la canción, la que da título al álbum, compuesta por el beterense con arreglos de Ángel Andrés Muñoz, queda reflejada esa dedicatoria, por lo que no es casualidad que para el final hayamos dejado este último tema, un bolero pasado por el tamiz del jazz muy intimista y reflexivo que consigue conmover al oyente.