Texto & fotografías: Adrián Besada
El trío gallego acaba de presentar, el pasado viernes 16 de abril en Santiago de Compostela, su séptimo disco “Siete visiones”
Hay algo en los conciertos de Sumrrá que empieza antes de los propios conciertos, quizá sea el hecho de saber que no se trata solo de música, sino de todo un carrusel de sensaciones, ideas y experiencias. Con motivo de la presentación de su séptimo disco “Siete visiones” (Clermont Music, 2021), la veterana banda gallega ha vuelto al Teatro Principal de Santiago de Compostela con un sold out en tiempo récord. No sorprende que el público de Sumrrá estuviese ansioso por reencontrarse con esta banda, que lleva más de veinte años haciendo adeptos alrededor de todo el mundo. Sobra decir que las medidas de seguridad y el protocolo de higiene se cumplió exhaustivamente, demostrando, una vez más, que la música en directo y los espectáculos son eventos seguros y bien acogidos en estos tiempos extraños.
El disco se publico ayer jueves 28 de abril, por lo que la mayoría de los temas vieron la luz en el transcurso del concierto de Santiago, al menos en esencia, en su contacto con un público receptivo y completamente entregado. Todo era nuevo salvo los dos temas lanzados antes de la presentación, “As forzas gravitatorias” y “Rá”, además de la balada “Kika”, tema de su primer trabajo con el que finalizaron el concierto. Los cortes del disco se sucedieron uno tras otro con breves explicaciones por parte de Xacobe Martínez, contrabajista del grupo, que desplegó todo un arsenal de efectos y pedales, explorando al completo las posibilidades del instrumento. Por su parte, Manolo Gutiérrez planteó varios puntos de vista desde el piano, en un continuo vaivén entre el virtuosismo y el intimismo, con un lenguaje familiar sin caer en tópicos y frases hechas, exponiendo una inventiva e ideas musicales que se acomodaban perfectamente al diálogo que mantenía con sus compañeros. Lar Legido cierra el trío de músicos que componen Sumrrá, percusionista, baterista e inventor, sabe cómo sorprender a su público y sabe cómo suena el mundo que le rodea, introduciendo una serie de recursos que son igualmente disparatados y efectivos, llevando el espectáculo y la música en sí misma a traspasar la línea, el en medio que hay entre el jazz y el arte contemporáneo, lo visual, lo conceptual. Sin duda, todo un alarde de genialidad y creatividad que deja entrever un mundo de posibilidades para el jazz.
El carácter de la música de Sumrrá se mantiene intacto, pero hay algo airado y fresco en estas nuevas composiciones, un proceso reflexivo que impregna a la música de otro carácter. No solo se trata de esos recursos performativos que dan al espectáculo una narrativa singular, sino a la uso inteligente del efecto, a la tensión y distensión del discurso musical, acaparando por completo la atención del público. La sensación y el artificio se presentan en forma de melodía, ritmo e improvisación.
Resulta interesante pensar en el cómo y el por qué, en la motivación que respalda a esos títulos evocadores y grandilocuentes, en la forma en la que la música alude a cada uno de los conceptos elegidos para envolver a la misma. Quizá sea un ejercicio de abstracción, un juego de interpretación y diálogo entre los músicos y la música, el público y Sumrrá.