Texto: Alicia Población / Fotografías: José Miguel Castillo Moreno.
El festival Clazz, Continental Latin Jazz, se celebra desde 2011. Inaugurado por Paquito D’Rivera el festival nació para albergar el espíritu del jazz latino, y ha acogido artistas como Michel Camilo, Arturo Sandoval o Giovanni Hidalgo, entre otros, en los últimos diez años.
Este 2021, y tras el parón en 2020 debido a la crisis sanitaria, Clazz Madrid ofreció un reducido formato en dos conciertos. El primero, el pasado 15 de octubre, con un homenaje a Ella Fitzgerald, Ellas son Ella; el segundo, al día siguiente, con los pianistas Pepe Rivero y Caramelo de Cuba, acompañados de una banda de élite y artistas invitados como Alain Pérez y Lucrecia.
Si bien la primera actuación del festival fue una velada agradable, no estuvo ni por asomo a la altura del segundo concierto. Los arreglos de los temas de la célebre cantante estuvieron a cargo del pianista Harold Rey, el más entregado, sin duda, de toda la banda. No se podría decir lo mismo de la sección rítmica, a cargo de Johnny Gómez, quien parecía leer los papeles por primera vez y no perdía de vista a su compañero teclista, que no dejaba de darle indicaciones desde el instrumento. Fue igualmente una pena que el baby bass de Dany Noel se convirtiera en una bola de graves. Las notas se perdían en un desorden confuso y no se entendían las líneas, aunque quizá esto más tuviera que ver con la disposición de la sala.
Durante toda la actuación no se escucharon silencios pactados entre los miembros de la banda, como si no hubieran tocado juntos ni se conocieran apenas como músicos. Tras cantar los temas, una se quedaba con la extraña sensación de no saber quién estaba haciendo el solo, tal vez por eso tampoco se despertaron los aplausos del público tras las intervenciones. Las voces de Patricia Kraus, Ángela Cervantes e Ile Hernández tampoco destacaron más allá de lo correcto. Si bien fue interesante uno de los solos improvisados de Patricia Kraus el resto del tiempo no se escuchaba la libertad propia de quien se sabe cómoda con la banda y con la música que canta. Cuando las solistas subían juntas al escenario, normalmente de dos en dos, en lugar de jugar con la armonía en diferentes voces, cantaban la misma línea melódica, lo que empobrecía una actuación que podría haber sido más interesante. El concierto más se parecía a una velada en un bar que a un concierto en una sala formal.ç
Al día siguiente la actuación sí empezó fuerte. La banda estaba formada por Pepe Rivero al piano, Georvis Pico a la batería, Yuvisney Aguilar a la percusión, Dayan Abad a la guitarra, Bobby Martínez al saxo, Manuel Machado a la trompeta e Iván Ruiz Machado en el bajo, sustituyendo a Reinier Elizarde, “El Negrón”. El presentador Goyo González, locutaba en voz en off la historia de la música afrocubana y el latin jazz dándole al concierto un hilo argumental que seguir muy de agradecer. Yuvisney comenzó con canto tipo Yoruba y un solo de batás que ya arrancó los aplausos de la sala llena hasta los topes.
Tras el primer tema, el problema persistente en los graves se fue solucionando, y Ruiz Machado pudo demostrar su impecable técnica a pesar de ser el sustituto. Hay quien dice que cuando Alain Pérez le da una patada a una piedra, la piedra salta con groove. Ese groove es el que nos hizo sentir cuando el cubano salió al escenario durante el segundo tema. Después de terminar de despertar al público con su voz, no se pudo resistir a coger su instrumento y nos deleitó con el bajo. A los cantos de ida y vuelta les puso voz Enrique Heredia, “El Negri”, un contraste en todos los sentidos, acompañado por “Piraña”, al cajón y Juan José Suárez, “Paquete”, a la guitarra flamenca.
Si bien Bobby Martínez permaneció un tanto al margen, su compañero trompetista hacía amagos de querer tocar constantemente. Cuando al fin le dejaron hueco en uno de los temas intermedios, Machado arremetió con un solazo que volvió a levantar al auditorio. Para volver a un palpitar más calmo Pepe Rivero y Alain se marcaron un bolero delicado y precioso al que, más tarde, se sumaría Heredia. Si bien se notaba que este último hacía tiempo que no pisaba un escenario, sus compañeros cubanos le apoyaron con tensiones imposibles que aderezaron su intervención de forma sobresaliente. Lucrecia también cantó con el flamenco, y emocionó a la sala con sus Dos gardenias, con unos silencios meditados que dejaban en vilo el aliento y ponían los pelos de punta.
Tras casi una hora y media de espectáculo, y después de tocar Quimabara todos juntos y poner en pie al auditorio entre palmas y vítores, el concierto volvió a empezar de cero con Caramelo en un solo de piano. Las razones de este gran cambio pudieron ser debidas a la cronología que seguía el espectáculo, pero también es cierto que el concierto perdió fuelle y la segunda parte se hizo algo más pesada. El dúo con Rivero fue espectacular, pese a no ser sorpresa un tema que ambos ya habían tocado previamente en otros escenarios, y el trio con “Piraña” y Alain tampoco nos dejó indiferentes. Pese a todo, un concierto que se anunciaba como Pepe Rivero y Caramelo, fue mucho más un Rivero y su banda, ya que Javier Massó apenas pisó el escenario en comparación con sus compañeros.