Texto & entrevista: Alicia Población / Fotografías: Mireia Miralles
Letter to Milos (Carta a Milos) es el nuevo álbum de Marco Mezquida, dedicado a su pequeño hijo, que se presentó en la Sala Roja de los Teatros del Canal el día 8 de marzo.
El pianista y compositor menorquín (1987), como ha ocurrido en varias ocasiones a lo largo de su carrera, se ha autoeditado esta obra, la vigésima de las que ha grabado liderando sus propios proyectos, y la cuarenta como integrante de diversas formaciones junto a los mejores músicos del país. Esta trayectoria le ha convertido en uno de los artistas más completos y expresivos de su generación.
Letter to Milos reúne nuevamente al original trío con el que Marco grabase Ravel’s dreams (2017) y Talismán (2019), con Aleix Tobias a la percusión y Martín Meléndez al chelo. Marco afirma que el álbum es un testimonio muy sincero de su identidad artística en este momento, a la par que, evidentemente, una carta de amor a su hijo en su primer año de vida.
El concierto comenzó entre humo, a modo de nube, podría decirse, de la que nacía “Nacimiento” entre acordes mayores y menores. El latido percusivo no cejaba en su empeño de calarnos desde el inicio hasta el fin de la obra, como queriendo dar por sentado ese principio de vida. Los músicos caminaron por la suite queriendo encontrarse, llevando al público a lugares en los que te sorprendías sonriendo al ver el juego conjunto más allá de la cuarta pared. Con los ojos cerrados, podías sentir un groove constante de la mano de Martín Meléndez que mantenía unos pizzicatos delicados, sutiles, pero rítmicos y tenaces. La música, que enganchaba un tema con otro, iba floreciendo en un crescendo primaveral. “Carpe Diem”, tema dedicado a Meléndez, incluyó un solo del cellista en el que volvió a destacar su precisión técnica, que nos hizo movernos a su ritmo en el asiento, como sin darnos cuenta. Aleix Tobias cogió el pandero cuadrado para dedicarnos una pequeña suite dentro de la suite, en la que la tímbrica de un instrumento tan enraizado como el suyo nos removía la memoria.
“Para mí la improvisación ha sido siempre lo más motivador de un proyecto”
“Infinito” fue el último tema, con el que la florida primavera que había crecido en el escenario, volvió a su semilla, y nos sumió en un océano con series de armónicos donde poder fluir, recordando de nuevo el vientre materno. “Cuando veo malas noticias intento refugiarme una horita en el acorde de do mayor para quitarme toda esa morralla”, nos contaba Mezquida en una de sus intervenciones. Y es que el músico cogió el micrófono para dirigirse a su público y hablarnos acerca del proyecto antes de empezar a tocar: “No quería parecer apático, nos decía días más tarde, y siempre me gusta conectar con las palabras, aunque a veces está bien que la música hable por sí sola, que parta desde el silencio. Esta vez íbamos a hacer una especie de suite, conectando las canciones, y quería acercarme un poquito a la gente antes de empezar. Además, como es mi creación y es mi presentación y hay unas personas a las que quiero agradecer el haber venido, creo que hacerlo fue un acierto. La gente se predispone a escuchar de una manera diferente, y más si empiezas de una manera tan íntima como tocando la pieza “Nacimiento” o acabas con “Infinito”. Hay una intimidad que se muestra y hay que presentarla, introducirla”.
Y es cierto, nos sacó del mundo para meternos en una burbuja, en la que nos sentimos crecer nutridos por la música y volvimos a recordar el latir de vida en la palma de la mano. Algunos días más tarde, tuvimos la oportunidad de hacerle una entrevista al pianista para que nos contara alguna cosa más acerca del punto artístico en el que se encuentra y sobre sus expectativas para los tiempos que corren.
Ha vivido rodeado de jazz, de improvisación, de música clásica, romántica, moderna, así como del folklore popular de la península y la canción tradicional, el pop y el rock, el flamenco, incluso la música antigua. ¿Se siente más identificado con un estilo en particular? ¿Por qué?
Más que con un estilo es con la actitud en la música. Me siento más implicado en los proyectos donde hay una parte más creativa y la improvisación tiene un papel más sustancial. Para mí la improvisación ha sido siempre lo más motivador de un proyecto. Ha sido el camino para descubrir muchas músicas. Por eso probablemente me haya sentido más cómodo en proyectos de jazz y música moderna, para después poder redescubrir también la música clásica. En el clásico no tienes tan presente ese papel creativo, te pones el traje de intérprete, que es maravilloso y me gusta, pero los caminos explorados, para mí, no son tan motivadores como cuando toco música con la improvisación como elemento fundamental. Así que más que un estilo sería el concepto de la improvisación.
Dada la educación musical tan variada que ha recibido, en comparación con la que ofrecen instituciones como los conservatorios, ¿cree que falta, en la educación musical actual, introducir y poner en común otros estilos? ¿De qué manera cree que esto enriquecería a los futuros músicos?
La música es juego. Es “joue de la musique”, es “play music”. De alguna manera la idea del juego está presente en la música, es su esencia. La palabra “tocar”, “sonare”, es diferente a “jugar”. En la historia de la música la palabra “juego” ha estado presente siempre. La improvisación no nació con el jazz, ya estaba en la música barroca y en la forma de tocar y de crear de hace siglos. La manera de desarrollarse de un músico implicaba que supiese interpretar, componer e improvisar. Estas tres cosas eran inherentes, y han estado presentes en todos los grandes de la historia. La figura del jazzista recupera, de alguna manera, esta esencia.
Respondiendo a tu pregunta, es importantísimo que el juego esté presente en la música, y es algo que se ha perdido en según qué centros educativos, sobre todo en los conservatorios que, como indica la palabra, han sido siempre muy conservadores, muy reacios a hacer otra cosa que no sea tocar nota a nota las obras del canon de la música clásica. Eso, generación tras generación, ha creado un tipo de músicos que han tocado el instrumento muchísimo, pero que luego te dicen que sin partitura no pueden tocar o no saben improvisar. Eso es una pérdida muy grande en el proceso educativo. Ahora creo que nos estamos dando cuenta de eso y se está empezando a invertir el proceso. Ahora se potencia más el jugar con la música, entender cómo está hecha la melodía y la estructura de una obra, y se buscan personalidades un poco más creativas.
Menos mal, porque parece que si no, de esas tres características de las que hablabas que han de ser inherentes en un músico, se quedan en una…
Y si es en una ni tan mal, porque te especializas. El problema es cuando por ejemplo interpretas sin saber bien qué estás haciendo o sin poder recrear. Es como si lees un libro en chino. Te han enseñado a leer, a entonar, pero no sabes qué significa, como si lees perfectamente una partita de Bach o una rapsodia de Beethoven, pero no sabes de qué está hecha. Si a un buen intérprete le dices que te toque el Cumpleaños Feliz puede hacerte un reinvención sobre el Cumpleaños Feliz sin problema, eso quiere decir que ha entendido la música porque es capaz de hacer algo más allá. Eso quiere decir que no ha dejado de lado la creatividad.
Yo muchas veces hago el símil con la cocina. Es como si tú supieses de qué está hecha una tortilla de patata o una crema o un cocido. Lo entiendes, entiendes cuáles son los alimentos y cómo combinarlos. Cuando uno no entiende nada es cuando te comes una crema y dices: “Ay, qué buena…”, pero no sabes ni qué lleva.
“Me gusta que la gente hable de ir a un concierto de Marco y que sea una novedad“
No le gusta hablar de etiquetas musicales, ¿en detrimento de qué puede ir poner etiquetas al ámbito musical?
Lo de las etiquetas es algo natural. Creo que de alguna manera necesitamos ponerlas, identificarnos con una cosa, porque en el océano tan grande que hay de músicas parece que tienes que decidirte entre el punki, el jazz, el blues, lo barroco… ¿Qué pasa? Que a mí siempre me ha gustado la música en general, y cuando más he vibrado es cuando he descubierto cosas auténticas, en el estilo que sea, escuchando a un cantautor profundo o escuchando a un organista como Juan de la Rubia, que te vuela la cabeza, o escuchando un coro de contemporánea o a un trío de jazz… Al final la música, y más la música del siglo XXI, tiene un montón de inputs. Te preguntas, ¿qué es Rosalía? ¿La vas a meter en el reguetón? Yo creo que a ella, que es de las artistas que están más metidas en la música comercial, le ponen esa etiqueta de comercial cuando también está llena de influencias. No se puede reducir a una etiqueta. Lo que yo he querido ser es un músico versátil y libre para crear mi sello, mi cóctel, en este momento. Me gusta que la gente hable de ir a un concierto de Marco y que sea una novedad y no sepan muy bien si voy a estar más jazzero, más bluesero, más free, o si voy a tocar música clásica, pero ahí está la cosa, que no te encasillen.
¿Qué es la identidad artística?¿Cuál es su manera de trabajar y buscar esa voz propia en esta selva cultural?
Creo que buscando la máxima sinceridad musical y sabiendo distinguir qué cosas te están motivando más en el presente. Cuando empiezo un proyecto es como construir un edificio y en él se refleja con lo que me identifico más en ese momento. Hay edificios que son rascacielos, otros que son una casita de dos plantas… pero te sientes identificado con tus creaciones, ya sean más grandilocuentes o más humildes, es donde te sientes reconocido. La creación es algo bastante misterioso e íntimo. Intento no hacer canciones muy largas. Mis creaciones vienen más bien de pequeñas ideas en base al folklore ibérico, una melodía pop… y a partir de ahí les haces un vestido, que sería el arreglo y el desarrollo que les das.
Decía en una entrevista, a colación de su formación lejos de casa, que dejar su hogar le hace luchar por las cosas de una manera un poco diferente. Va con el cuchillo en los dientes. Tiene que competir en el buen sentido de la palabra. Se trata de encontrar su espacio. ¿Cómo competir y a la vez compartir? ¿No son conceptos opuestos? ¿Cómo se combate la competitividad imperante en el mundo de la música?
Hay una competitividad, pero a la vez una camaradería. La competitividad llega cuando hay un pastel muy jugoso como puede ser el dinero o el poder. Puede que entonces tengas que ponerte un cuchillo entre los dientes. En los primeros años tuve que hacer algo que es crucial y fue buscar la confianza en mí y la preparación, estar a un buen nivel, para poder compaginar tu manera de ser y tu creatividad con otros. El jazz, que es lo que yo más he mamado, es una música que se hace desde el compartir. Uno está continuamente relacionándose con otros en jams, ensayos, etc, a veces puedes ser el líder del proyecto, pero la mayoría de las veces yo no he sido el líder de los proyectos en los que he tocado. Hasta hace tres o cuatro años, que he empezado a hacer mis propios proyectos, antes la gente me llamaba, y para que te llamen es importante que seas generoso, que te muestres capaz de compartir y de formar parte de un equipo. Hasta que eso llega tienes que formarte y tener una personalidad y un don de gentes. Cuando llegue a Barcelona con 18 años yo era muy tímido, y poco a poco me fui mostrando, fui tocando, y a partir de los 22, 23 años, me mostré dispuesto, me sentí un pianista destacado de mi generación, y empezaron a llamarme. Fui forjando la confianza en mí mismo y es lo que hizo que soltara ese cuchillo que tenía entre los dientes. Cuando te sientes querido y reclamado ya no tienes que mostrar tanto si eres o no el mejor, porque ya te están llamando, y eso significa que te quieren por algo, no importa si eres el primero o el tercero. A medida que eso fue pasando, el proceso ha sido cada vez más dulce, aunque siempre con mucho trabajo.
“Cuando te sientes querido y reclamado ya no tienes que mostrar tanto si eres o no el mejor”
Ha trabajado con numerosos artistas nacionales e internacionales en proyectos muy dispares. En este tipo de trabajo, en el que hay que dar tanto de una parte tan profunda de uno mismo, ¿cómo consigue conectar con músicos tan dispares para que una música conjunta salga a flote? ¿Qué ha hecho cuando ha sentido que esa conexión no era posible?
Depende de cómo sean las personalidades. Cuanto más don de gentes tengas, cuesta menos. A priori puede parecer más fácil crear un grupo de música con amigos, pero a mí siempre me ha parecido más complicado. Yo siempre he estado más a gusto con gente más adulta a la hora de crear un proyecto artístico. Me sentía más estimulado y sentía más riqueza artística trabajando con maestros y con grupos más veteranos y con más trayectoria. Cuando entré a tocar en el proyecto de Giulia Valle Quintet, que para mí era el mejor grupo de Cataluña, eran un grupo de gente 20 o 25 años mayores que yo. También tocaba con mis profesores, y me sentía súper chaval, pero también súper arropado y querido. Y, aunque a veces me sentía por debajo, también estaba ese impulso de tener que ponerme al nivel. Eso fue un reto para mí. Hay muchos compañeros de mi quinta que han seguido tocando con gente de su círculo y de su generación porque con ellos han sentido una tranquilidad, una comodidad, pero a mí me pasa al revés. Precisamente la gente con la que, a priori, la relación personal podía ser más fría o eran personas de menos palabras, cuando nos poníamos a tocar, la música era mucho más profunda, era magia. No quiere decir que cuanto más amigo seas mejor es la música. Yo quería tocar con Masa Kamaguchi, que es de los mejores contrabajistas que conozco, y con David Xirgu, que es de mis percusionistas predilectos. Ambos me sacan varios años, y ahora nos queremos mucho, pero al principio, con 22, cuando hice mi primer concierto con Kamaguchi en Japón, él era súper parco en palabras, casi no hablaba. La gente me decía: “Qué raro, te vas a ir a Japón con él…” Sin embargo conectamos rápidamente. En ese viaje nos lo pasamos súper bien, nos hicimos amigos, y me los llevaba, a él y a Marc Miralta, a tomar cervezas. Conectamos. Hay gente que dice: “No, yo a Kamaguchi no le llamo porque es raro” y se quedan en su zona de confort.
¿Letter to Milos o Carta a Milos? Se lo dedicas a tu hijo, ¿verdad?
Yo lo he puesto en inglés, sí, porque me apetecía que los títulos fueran más internacionales por el momento que estoy viviendo ahora. Es una carta a Milos, una carta de amor, una declaración de principios, pero también es un guiño al disco “Letter to Evans”, que Bill Evans le dedicó a su hijo. Me pareció bonito hacerle este guiño a uno de los pianistas que más me emocionan y que más me han influido.
Junto a Martín Meléndez (cello) y Aleix Tobias (percusión) grabó Ravel’s Dreams y Talismán, ¿por qué decide grabar con ellos y no con otros músicos un disco tan especial como Carta a Milos? ¿Hay relación entre este proyecto y los dos proyectos anteriores que hizo con el trío?
Somos tres personalidades muy diferentes. Aleix es un gurú de su música ibérica, es una persona muy apasionante con un gran mundo interior. Consigue una paleta de colores increíble con sus instrumentos de percusión. Martín Meléndez tiene otro background, pero también tiene un gran mundo interior, es un portento, un tipo inquieto, hiperactivo y súper cariñoso. El primer proyecto que hice con ellos, Ravel’s Dreams, surgió a partir de un encargo del Auditori de Barcelona en 2016, donde me dejaron hacer lo que quisiera enfocando un tributo a Ravel. Yo no les conocía mucho, pero nos juntamos, les di los arreglos que había compuesto y sentí que algo especial estaba pasando. Yo venía de tocar con tríos de jazz mucho más estándar, con batería y contrabajo, en los que los roles y el tipo de jazz es más parecido, aunque cada trío sea diferente. Pero con Aleix y Martín sentí que había pasado algo nuevo, a nivel de instrumentación y a nivel de conexión, y vi que se abrían otros caminos. Hicimos el concierto y nos entendimos tan bien que lo grabamos y tuvo una acogida muy bonita, tanto en el mundo del jazz como en el clásico. Esta formación se convirtió en una pieza clave de mi desarrollo. Yo seguía tocando con más tríos, pero me encantó esta paleta de colores que surgía con ellos, que mezclaba la música ibérica, mediterránea, jazz, pero menos swing, aunque con mucha improvisación… Todo esto me pareció muy estimulante y compuse un nuevo disco. Talismán fue la consolidación de este trío. Nos dieron muchos conciertos y conseguimos un sonido de grupo más unificado. Ahora quería continuar mi trayectoria con ellos creando un nuevo proyecto que bebiera de muchos estilos y donde los tres nos potenciáramos aún más, que es un poco los que se busca cuando compones para determinados músicos. En Letter to Milos cada canción tiene un desarrollo, un mimo. La verdad es que sí, tenía ganas de seguir creando música con ellos.
“En el siglo XXI el jazzista es un superviviente que se nutre de muchas músicas”
En una ocasión dijo: “Mucha técnica sin emoción no tiene ningún tipo de interés. Es una cosa vacía. No vale de nada tener una gran técnica si no tienes contenido”. ¿De qué emoción se llena este nuevo disco?
No quería que este disco sonase ñoño, en plan: “Ay, le ha hecho un disco a su hijo y van a ser canciones ñoñas”. Hay canciones más sencillas, otras más profundas, otras que tienen mucha caña y mucha sofisticación… Es una nueva declaración de principios, de cómo soy yo, musical y personalmente, en el 2022. Hay guiños: a los Beatles por ejemplo, ya que se celebra el aniversario del Álbum Blanco, en el que fueron tan innovadores dentro de la posmodernidad que llegaría después. Crearon piezas muy dispares en un mismo álbum, desde la melodía más delicada de Paul McCartney hasta la cosa más punki, más bluesera, rockera o más swing… Eso, en el año 68, era súper potente y revolucionario. Un poquito eso, de una manera lejana, era mi intención en este disco, conectar una pieza naif, sencilla, pura, con algo más sofisticado. Una vez más, quería mostrar mi inconformismo con las formas establecidas o las formas que, por ejemplo ya habían aparecido en Talismán. Quería buscar nuevos caminos para que instrumental y vitalmente fuera un nuevo proyecto, con su personalidad, y contase una historia de principio a fin
Alguna que otra vez se ha definido como un músico del siglo XXI. ¿Qué quiere decir con esto? ¿Cuál es el panorama de la música en la actualidad?
Lo he dicho varias veces, más que nada para reafirmar esa idea de las etiquetas. A veces me dicen: “Tú eres músico de jazz”. Vale, pero ¿a qué nos referimos con el jazz? Tenemos una idea romántica del jazz. En el siglo XXI el jazzista es un superviviente que se nutre de muchas músicas. Digo lo de un músico del siglo XXI por esta cuestión posmoderna de que somos una suma de muchas cosas. Tenemos muchos inputs en este mundo globalizado. En la gran mayoría de nosotros hay muchas cosas de tradición, de historia, que hemos aprendido y hemos valorado. Están Bach, Beethoven, Stravinsky, luego llegó el siglo XX y fue una revolución en todos los sentidos. Ahora llega el XXI y uno no sabe a qué aferrarse. Está el jazz, la música mediterránea, la música contemporánea, el pop, ¡el post-todo! Ya no sabes qué hacer. Lo que yo busco es conectar con todo eso, con el siglo en el que estamos, desde el “amo el reguetón” hasta lo más opuesto “amo la música lírica y la ópera”. Es verdad que, en mi música, yo al final podría ser denominado algo más clásico porque no dejo de tocar un instrumento acústico, pero trato de buscar la modernidad dentro de eso, igual que se busca el clasicismo dentro de la modernidad, como ya hacía Picasso. Me lo han dicho alguna vez, que soy como el Picasso del piano, y no sé, yo lo que siento es que en mi música puede haber muchos caminos, y al igual que encuentras unos más cubistas o más extraños también hay otros más clásicos. Quiero ser un músico del siglo XXI para bien y para mal. Para bien en el sentido de que es un momento presente, para mal, en el sentido de que, por desgracia, es un momento muy cascoteado para desarrollarte. Siempre ha sido complicado, pero nuestra generación en particular lo tiene muy difícil. Sobrevivir a eso, tener unos ingresos, un trabajo, es muy fastidiado. El músico del siglo XXI no vive de rentas. Pertenecemos a un mundo underground en el que casi no se paga dinero y las condiciones económicas son muy malas. Nos relacionamos por amor a la creación y por amor al arte, pero realmente es un panorama muy complejo.