El pianista Vadim Neselovskyi dio el pistoletazo inicial al Festival de Jazz de San Sebastián, Jazzaldia, con dos conciertos a piano solo
Texto de Pedro Andrade / Fotografías de Marta Martín & Lolo Vasco/Jazzaldia
El pasado jueves, 21 de julio, tuvimos la oportunidad de presenciar el segundo de los dos conciertos del pianista ucraniano Vadim Neselovskyi, programados en esta 57º edición del Festival Jazzaldia. El evento tuvo lugar en el patio central del Museo San Telmo, ubicado en el casco antiguo de San Sebastián. La primera actuación del pianista se llevó a cabo el día anterior a modo de concierto inaugural, pre- Festival, en el museo Chillida Leku.
Los dos recitales a piano solo fueron propuestos por la organización con carácter benéfico, por lo que los beneficios recaudados se destinarán a la ayuda del pueblo ucraniano, en colaboración con la Asociación Chernobil Elkartea, entidad que trabaja desde 1996 con niños y niñas de las zonas afectadas por el desastre nuclear que da nombre a su propósito y que ahora ayuda también a paliar los efectos devastadores que está dejando la actual guerra.
El pianista, vestido completamente de negro, atuendo usual en los conciertos de cámara, arrancó su concierto con un pausado saludo y una extensa y detallada explicación de lo que el público estaba a punto de escuchar. A modo de broma recalcó la necesidad de ejercitar la memoria para retener toda la información que íbamos a recibir ya que esta sería su única intervención hablada durante su actuación. De esta manera supimos de antemano las partes que compondrían su concierto, los movimientos incluidos en su repertorio y los elementos que le habían servido para inspirarse y componer los temas que sonaría durante la sesión matinal en el San Telmo (el concierto empezó puntualmente a las 11:00h) y que pertenecen, todos ellos, a su último trabajo discográfico, Odessa Suite (Sunnyside 2022), lanzado en junio de este mismo año
Se trata de una obra con la que el autor rinde homenaje a su ciudad natal y con la que quiere, además, ofrecer una visión panorámica de los diferentes escenarios, texturas, sensaciones y vivencias acumuladas en primera persona durante los años en los que el artista habitó, como él mismo ha denominado en la portada de su disco, una ciudad legendaria. Como muestra de esto podemos destacar algunas de las composiciones más personales que sonaron durante el concierto: Odesa Ralway Station, que, según nos explicaba el mismo Neselovskyi es una composición que está inspirada en los viajes que realizaba todos los días desde Odessa a Kiev para recibir sus clases de piano, dos ciudades importante de Ucrania y que se caracterizan, como toda gran ciudad, por el movimiento acelerado de sus pobladores y el ruido de sus calles. Winter in Odesa describe de una manera sutil, contenida y melancólica los días de lluvia y hielo que acompañaban al joven Vadim en sus primeros años de vida y estudio en su país. Acacia Trees y Waltz of Odessa Conservatory son otras de las composiciones que insisten en esa descripción casi pictórica de los escenarios que el artista quiere dibujar usando su piano como un gran lienzo, en el que vierte las imágenes de la ciudad guardadas en su memoria, a través de creaciones sofisticadas que bailan entre la música clásica y el jazz más contemporáneo. Neselovskyi consigue, sin duda, transmitir su imaginario con un manejo extraordinario de la dinámica, los silencios, el volumen y la combinación magistral de estructuras melódicas, fraseos improvisados y acrobacias armónicas, propias de un maestro en su instrumento.
Sin embargo, el trabajo de Neselovskyi no se centra solamente en sus vivencias personales, sino que ofrece también una perspectiva objetiva, histórica, al tema de su propuesta. Las composiciones en este caso tienen una carga dramática más oscura, en muchos casos inquietante, teatral y contundente que propone una reflexión pausada, no solamente del pasado, sino también del presente y del futuro de su ciudad, de su país y, en definitiva, del devenir de los lugares, que al igual que Odesa, forman parte de un legado histórico que no se puede ni debe olvidar.
Potemkin Stairs es una muestra musical que refleja esta idea. Se trata de un homenaje a la película del cineasta soviético Serguéi Eisenstein “El acorazado Potemkin” y específicamente a la famosa escena de la escalinata donde son asesinadas decenas de personas. Está referencia cinematográfica viene relacionada con los hechos acaecidos en 1941 en Kiev, momento en el que fueron asesinados, a manos de los Einsatzgruppen C (escuadrones de la muerte móviles) y de las SS, alrededor de 34.000 judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Odessa 1941 y Jewish Dance son dos de las composiciones que relatan musicalmente estos hechos a través de notas profundas, bajos largos y vibrantes y figuras melódicas deformadas y estridentes que remueven emociones y exaltan los sentidos. En Odessa 1941 Neselovskyi usa el piano como un cañón. El pianista castiga su instrumento, lo golpea con las palmas y entra en trance, la deformación del sonido del piano genera ruidos que emulan la caída de proyectiles o derrumbes de edificios, el sonido que se proyecta del piano es totalmente inesperado y genera sorpresa en el público. Después se hace el silencio, que se extiende en el tiempo para dar paso a un melodía triste y pausada que denota un gran dominio del tempo por parte del pianista; la cabeza de Vadim se bambolea aparentemente absorta después de la batalla, sin embargo se puede comprobar que su movimiento es intencionado, el pianista sigue controlando el tiempo marcando los compases con los pies y los ojos cerrados.
El concierto está perfectamente ideado, no le falta ni sobra nada. Ya quedan solamente dos movimientos para que termine el recital, tal cual anunció en su presentación inicial. Uno de ellos sería My first rock concert que evoca nuevamente la Odessa del Vadim adolescente, los años en los que se experimentan las primeras sensaciones de libertad plena y se descubren nuevos referentes musicales e intelectuales. The Renaissance of Odesa es un canto de esperanza, última composición que sirve de clausura, no solamente para su interpretación musical entre los arcos del soportal del patio de San Telmo, sino también del guion propuesto para narrar la historia de Odessa. Si mis notas y mi traducción del inglés, pausado y asequible del pianista, no fallan, The Renaissance of Odessa es, según Vadim, una plegaria en la que se busca no perder la esperanza de una convivencia en paz entre las diferentes etnias, ideologías y religiones que abundan en su país.
Con esto se dio por concluido el concierto, en el que el público de pie se mantuvo atento a un posible bis entre los aplausos que se extendieron en el tiempo y que obligaron finalmente a salir al artista para ofrecer, según nos comentó, una improvisación sobre una sinfonía de Johann Sebastien Bach: última muestra del virtuosismo de un compositor e intérprete, lleno de talento y creatividad.