Texto de Nicolás Mezquida, Alejandro Jiménez y Pedro Andrade (IES Colegio Madrid)
Fotografías de Elvira Megias/CNDM
El pasado 11 de octubre Madeleine Peyroux aterrizó nuevamente en territorio español. Tras una larga gira que le ha llevado a recorrer algunos de los escenarios más importantes de Europa, la norteamericana llegó a Barcelona, para participar en el Voll-Damm Barcelona Jazz Festival, posteriormente se dirigió a Zaragoza, Castellón y Pontevedra. Una agenda de conciertos apretada que finalizó el pasado domingo en la sala sinfónica del Auditorio Nacional de Música de Madrid, actuación de la cual hemos sido invitados y testigos privilegiados. El concierto inició, como es costumbre en el auditorio, puntual, a las 20:30h.
La cantante y guitarrista empezó el concierto dando las gracias al público por la calurosa acogida, haciendo uso de un español escueto y divertido: “Esta es la celebración de estar juntos”, “Para mí no hay música sin ustedes”, fueron algunas de las primeras palabras de la artista antes de arrancar un repertorio que tendría como referencia principal, los temas, de autoría propia y covers, incluidos en Careless Love (Rounder Records 2004), álbum al que la cantante rinde homenaje en esta gira por ser uno de los trabajos más celebrados de su carrera musical.
Canciones aclamadas, como “You’re Gonna Make Me Lonesome When You Go” de Bob Dylan, “Dance Me To The End Of Love” de Leonard Cohen, “Don´t Cry, baby” de James P. Johnson, se fueron sucediendo en una velada en la que destacó, sobremanera, la interpretación vocal de una Peyroux, inspirada y sutil, contenida y afinadísima, demostrando en todo momento un amplio y magistral registro sonoro. Los susurros cálidos de la norteamericana fueron acompañados por una banda de músicos impecables, de esos que hacen que parezca fácil tocar un instrumento, sin estridencias ni virtuosismos gratuitos: Andy Ezrin al piano y teclados, Bill Moring al contrabajo, Graham Hawthorne a la batería y Jon Herington a la guitarra, fueron los cuatro músicos elegidos para hacer que la voz de la compositora estadounidense, de origen francés, levitara durante los 90 minutos aproximados que duró el concierto.
“Don´t wait too long” pieza clave de Careless Love, sirvió de excusa a la cantante para lanzar desde el escenario, su apoyo a la lucha de las mujeres iraníes, protagonistas de uno de los acontecimientos de actualidad más destacables y que más preocupación está provocando en todo el mundo y, como no es otra manera, también en el ámbito artístico.
“En mi repertorio hay tres tipos de canciones: las canciones de amor, los blues y las canciones para beber”. Con estas palabras Madeleine introducía otra de sus versiones, “Between the bars” de Elliot Smith, en la que destacó la profundidad melódica de la guitarra slide de Jon Herington, instrumento clave, que supo captar el dramatismo que propone la lírica de la canción. ¡Pelos de punta!
“J’ai deux amours” y “I hear music” interpretados tantas veces por Josephine Baker y Billie Holiday respectivamente, fueron algunos de los temas que siguieron la set list de la noche; la maestría armónica al piano de Andy Ezrin emocionó sobremanera al público, que no pudo contener el aplauso tras cada uno de sus solos.
“I´ll look around” de Douglas Cross, “Lonesome Road” de Gene Austin “Careless Love” de W.C. Handy, “Agua di beber “ de Antonio Carlos Jobim, dieron forma y testimonio a la marcada influencia del blues, del folk y de las músicas del mundo en la propuesta artística de Madeleine Peyroux, una combinación mágica, que, si se hace con el talento que le es propio a la Georgia, no nos cabe duda de que permanecerá fresca y sofisticada por otros 18 años más.
Para terminar y como propina, el concierto terminó con un bis curioso; tras un extenso aplauso del público, Madeleine se lanzó nuevamente al escenario para interpretar “No soy de aquí, ni soy de allá” de Facundo Cabral, esta vez sin sus músicos. Los primeros compases del tema los cantó a capella y posteriormente acompañada solamente por su guitarra acústica. La canción improvisada terminó por conquistar a un público ya de por sí entregado que no dudó en seguirla al unísono, bajo su batuta, en los coros.
Nos resulta relevante, para finalizar esta crónica, hacer una mención especial a los programadores de Villanos del Jazz, que han incluido en su cartel de este año una oferta musical interesantísima en cuanto a la proyección de propuestas jóvenes, pero, como no, también la programación de artistas ya consagrados, como es el caso de Madeleine Peyroux. En este, su segundo aniversario, no podemos estar más que agradecidos a la organización del festival por su excelente trabajo y desear una larga vida a esta propuesta jazzera de la villa.