El disco insignia de John Coltrane se lanzó en febrero de 1965 a través del sello Impulse! y de inmediato tuvo una repercusión impensada en críticas y ventas. Para celebrar este aniversario se presentan nuevas ediciones en vinilo y con alta fidelidad. Fue una obra que consagró la búsqueda espiritual del saxofonista y que influyó ampliamente en generaciones de músicos y oyentes
Y al sexto día descansó.
Fueron cinco días de ardua introspección. Coltrane se recluyó en el pequeño estudio que se había montado en su casa de Dix Hills, donde vivía con Alice, su compañera de música y de vida, y los tres hijos.
“Cuando bajó parecía Moisés descendiendo del Sinaí”, relataría luego Alice, quien acaso intuyó desde el primer momento que la epifanía que había tenido lugar escaleras arriba estaba destinada a perdurar como una de las obras más sagradas del jazz moderno.
Las referencias religiosas no son casuales. Satisfecho con su nueva creación, Coltrane le dijo a Alice: “Es la primera vez que he recibido toda la música que quiero grabar, en una suite, es la primera vez que lo tengo todo resuelto”. Nótese que dijo que había “recibido” la música, no que la había compuesto. Para Coltrane, A Love Supreme fue un acto de comunión con su Dios, una obra de raigambre profundamente espiritual que determinaría el sentido de la búsqueda que había emprendido en los últimos años y que le daría un propósito a la última etapa de su vida.
Para celebrar este sexto aniversario se lanzaron ediciones en High Fidelity y también un vinilo especial en tono diamante. Alice y Ravi Coltrane, su hijo también saxofonista, encabezaron un homenaje en la sala Roulette de Brooklyn junto a renombrados músicos de distintos países.
En abril de 1964, el legendario cuarteto de John Coltrane se encontraba en su tercer año consecutivo de gira. El llamado clásico cuarteto, con McCoy Tyner al piano, Jimmy Garrison al contrabajo y Elvin Jones a la batería había logrado un éxito inesperado con la versión de My Favorite Things, que amplió la audiencia que habitualmente seguía a Coltrane.
Eran seis shows por semana y casi sin pausa. La interacción musical entre los miembros del grupo y también su afinidad personal se intensificaban con el tiempo.
Pero Coltrane tenía espacio a la vez para ordenar su vida personal, ahora que estaba “limpio” y a la espera de una gran obra que acaso lo redimiera. Tras su separación de Naima, su novia inmortalizada en el conocido standard, se enlazó con la pianista Alice McLeod y nacía su primer hijo.
Por ese entonces firmó un nuevo contrato con el sello Impulse!, de modo que en abril de 1964, el cuarteto se encerró en el estudio de Rudy Van Gelder para grabar su primer material original en casi tres años, sin contar el de la sesión del 6 de marzo de 1963 que se editó recién pocos años atrás con el título «Both Directions At Once».
De aquella sesión surgió Crescent, una obra que de algún modo anticipa elementos que se incluirían después en la cubre A Love Supreme. Crescent difería de sus grabaciones previas y resultó un disco más que interesante, aunque poco apreciado entonces. De hecho, en alguno de sus temas se advierte la atmósfera similar a una plegaria que predecía ya lo que estaba por llegar.
Pero antes de A Love Supreme, Coltrane debió asimilar un sacudón personal que acaso haya influido en su envolvente espiritualidad. El 29 de junio su amigo y colaborador Eric Dolphy, otro notable saxofonista, murió a la edad de 36 años. En esencia, 1964 había resultado ser un año crucial, plagado de acontecimientos relevantes para Coltrane. Y ofreció mucho material para la reflexión que culminó con la grabación en diciembre de la obra cumbre que fue editada en febrero de 1965, hace 60 años.
El disco había sido concebido inicialmente para un noneto con percusión latina, pero finalmente fueron los integrantes del cuarteto clásico los que ingresaron en el estudio de Rudy Van Gelder para grabar este álbum indispensable.
Para Coltrane no fue sólo un día más de trabajo, sino que representó algo más ambicioso y profundo a nivel personal: la oportunidad de presentar una declaración musical que transmitiera su visión espiritual profundamente arraigada en la concepción de un Dios.
“Pedí humildemente que se me dieran los medios y el privilegio de hacer felices a otros a través de la música”, escribiría Coltrane en el disco, aludiendo a su devoción por una fuerza divina universal. “Siento que esto me ha sido concedido por su gracia”, declaró.
Plegarias atendidas para A Love Supreme. Los críticos lo celebraron, fue un éxito de ventas, disco de oro por 50.000 unidades vendidas, y recibió dos nominaciones a los premios Grammy. La revista DownBeat consideró que era “el año de Coltrane” y le entregó la portada del número en que publicó su tradicional encuesta de lectores, anunciando su primera posición en tres categorías y su incorporación al Salón de la Fama de la publicación. El sello Impulse! recibió un estímulo inimaginable para su desarrollo.
Como se sabe, consiste en una suite con cuatro partes que para el público de entonces, aun para los seguidores de Coltrane, resultó un claro desafío. También lo fue para los productores. Bob Thiele se resistió en un principio a trabajar con la estructura de una suite, prefería standards y temas cortos, que pudieran ser replicados en las emisoras de radio. Incluso Coltrane estuvo evaluando acudir a otro sello por fuera de Impulse! para registrar su obra, lo que finalmente no ocurrió. El éxito del disco terminó con las discusiones.
Para muchos de los que escuchaban música negra norteamericana, A Love Supreme remitía a una iglesia y a la cadencia e intensidad de un servicio evangélico. En términos de la suite podría hablarse de un cálido llamado a la adoración (“acknowledgement”), una suerte de himno enérgico de domingo; momentos de declaraciones grupales e individuales intercaladas con mensajes de predicador y finalmente un sermón (“resolution”), para seguir con un espacio tormentoso -expuesto por la batería de Elvin Jones- que simboliza la lucha contra la tentación del mal (“pursuance”), para cerrar con un testimonio personal en voz calma (“psalm”) y una bendición para todos.
Para Coltrane, su música era una cuestión de “sonido”, no de “arte”. No habla de arte casi en ninguna de sus entrevistas. Ya al comienzo de la primera parte de la suite queda definido el sonido que atravesaría el disco. Coltrane toca una línea ascendente y luego la convierte en una célula melódica “que recorre de arriba hacia abajo durante la mayor parte de la improvisación”, al decir de Ben Ratliff en su libro Coltrane, historia de un sonido. A lo largo del álbum, todos los integrantes del grupo tienen sus propios espacios de figuración, mientras que el ensamble del conjunto se hace notorio en el final de Resolution.
Fue la primera y última vez que Coltrane escribiría sus propias notas para un álbum, incluido el famoso poema. Y su voz coreando la consigna del disco en la canción de apertura como una suerte de mantra personal, le dio el remate trascendental a una grabación que marcó decisivamente el camino de muchas generaciones de músicos.