Texto & entrevista: Juan Ramón Rodríguez / Fotografías: Ernesto Cortijo
El camerino del Café Berlín —desperezado tras su hibernación en pendiente sobre Costanilla de los Ángeles— brilla con luz propia; una liturgia conforme al incienso de la santería yoruba. El bajista Alain Pérez celebra su vuelta triunfal a Madrid con acompañantes de la talla de Javier Massó, Caramelo de Cuba, al piano e Israel Suárez, Piraña, a la percusión. Un receso entre pases, con noche propia de entreguerras y calabobos, promete bajada de revoluciones. Hay tímido trajín de mascarillas, un güisqui guarda reposo sobre la mesa. El protagonista tiene algo que contar pero su irrebatible carisma aguarda adelantamiento. Guitarra en ristre, conviene ponerse al día entre acordes disminuidos de bolero.
La entrada ha sido espectacular, sin duda una gran noche. ¿Echabas de menos el escenario del Berlín, su calor?
Alain Pérez: Echaba de menos Madrid y, por supuesto, este lugar que es parte de mi historia y de mi crecimiento en la vida sobre todas las cosas.
Por no hablar de las sensaciones al juntaros otra vez los tres, sin duda viejos amigos curtidos en tantas bonitas historias.
Caramelo me decía antes “¡coño, qué energía!”. Yo creo que se debe a eso mismo, a que cuando el espíritu de los seres humanos se conecta positivamente y fluye en una triada de armonía perfecta sucede lo que ha pasado aquí esta noche y en tantos escenarios, tantos momentos donde la música que hemos compartido con Jerry González, con Enrique Morente, con Paco de Lucía, con Diego el Cigala… se vuelve una gran verdad como hoy.
Por lo pronto, celebras la salida de un disco excepcional como es Cha Cha Chá: Homenaje a lo tradicional. Háblanos un poco sobre él.
Es un disco que surge en casa durante la cuarentena. Isaac [Delgado] me visita y cantamos un tema de mi padre que se llama “Siempre el cha cha chá”. Entonces le canto aquella canción que hace muchos años atrás yo le había enviado a Isaac en su día y retomo esa canción en ese momento de necesidad, de salir y hacer algo, de ese deseo que teníamos de hacer música y, por supuesto, la Orquesta Aragón fue el hilo conductor y el pretexto para hacer esta producción. En principio era una canción que iba a salir con ese formato, en casa y todas las limitaciones, los miedos y las medidas tomadas de salud. El tema “Siempre el cha cha chá” fue el elixir de motivación para la realización de lo que acontece después en el resto del disco.
Gradelio Pérez, tu padre, nada más y nada menos. Qué honor… y todo queda en familia, en esencia, ¿no?
En nuestro caso, en ningún momento de nuestras vidas nos hicimos un plan o trazamos una meta como tal. Fue una cosa que nació en casa sin ambiciones. Era un deseo por el arte de mi padre, que es poeta genuino de nacimiento. Yo tenía la armonía y los acordes y en cuanto él me regaló un verso yo busqué la forma de ponerle melodía. Y así hemos hecho tantas canciones con un resultado que se pone de manifiesto en esta producción con tres o cuatro canciones de mi papá. Este es un trabajo que queremos seguir haciendo y yo lo hago con todo el amor del mundo porque es mi padre dentro de mí y viceversa, es la música cubana y todo lo que representa mi sentir y mi persona. Vivo por ello.
Grabado en La Habana en la segunda mitad de 2020, en plena pandemia. ¿Cómo resultó el proceso? Tu aportación no puede ser mayor entre autoría de canciones, arreglos y voces.
Como te dije, el pretexto de salir de la casa era en principio hacer una canción y después quedamos todos contentos. Imagínate el maestro Rafael Lay, era entrar, tocarle la puerta a la Orquesta Aragón, a la historia de la música. Tocar a la puerta de, digamos, una estética consagrada a través de los años y que ha marcado pautas en la historia de la música. Toqué, me respondió Lay y ha sido todo tan lindo y ha sido todo difícil, trabajar en estas circunstancias de limitaciones, de horarios, de cuarentena, de medidas estrictas que no van normalmente con la vida de un artista que vive a deshoras, que vive con el duende, que vive en la noche, que vive sencillamente cuando aparece el deseo y la ilusión de hacer música. Los estudios tienen sus limitaciones, por supuesto. Grabamos por sesiones y así llegamos al resultado final de este disco, que ha sido para mí una de las cosas más lindas que he hecho en mi vida.
Has pasado los últimos meses en Miami. La normalidad va bañando ambos lados del Atlántico.
Fui a Miami en marzo, estaba planificado para tres conciertos. Y a raíz del resultado y el éxito de estos tres conciertos aparecieron otras propuestas pero hubo un problema de vuelos, de restricción de vuelos para Cuba y en lo que no encontraba cómo regresar a Cuba, preferí trabajar y aprovechar estas oportunidades que, por supuesto, me llegaron como anillo al dedo. Y te puedo decir una cosa más allá de todo el problema político que hay detrás, que no es de ahora sino de hace muchos años, entre Cuba y Miami. Lo que sí te puedo decir, por mi parte, que viví una experiencia tan linda con el público de Miami como hoy aquí en el Café Berlín. Y eso es algo que me tranquiliza muchísimo porque me doy cuenta de que lo que estoy moviendo es una energía común, un sentir común, un legado y una forma de compartir lo que siento a plenitud con las personas que vienen a verme a Miami, a Madrid, a La Habana, a dondequiera que van buscando eso. Ese espíritu de sentimiento, el arte, la buena música y la bendición de pasarlo bien. No es suficiente para mí tocar bien, solamente con eso no basta.
Ver al público es sin duda un bálsamo de lo más curativo. ¿Crees que disfrutáis más vosotros, los músicos, o ellos?
Yo creo que disfrutamos igual porque en el momento que encontramos la conexión se vuelve un vínculo perfecto de preguntas y respuestas. Una canción, una mirada, aparece la complicidad, se ve la conexión, la energía. Y a medida que el público disfruta, yo empiezo a fluir cuando encuentro eso, que estoy controlando la emoción, la técnica y esas cosas, pero arriesgando siempre y poniendo en primer lugar la emoción.
Hemos hablado de cha cha chá, sones y boleros. Música cubana en definitiva; sin embargo, es llegar a España y la vena flamenca hace acto de presencia. ¿Creías haber perdido el duende en estos últimos meses?
Cuando uno se va de casa, hay un dicho de los viejos que dice “salí de casa y me abochorné, volví a mi casa y me remedié”. Y entonces como que yo he salido de aquí, ¿sabes? Es un juego de palabras que estoy usando, pero lo que te quiero decir es que me llevo para Cuba veinte años de duende, veinte años aprendiendo, veinte años respetando y analizando cada momento, cómo es sentir, cómo se manifiesta la música, cómo se manifiesta el flamenco, cómo se ha manifestado el flamenco dentro de mí. Y te voy a decir una cosa: estando en Cuba o fuera de aquí de España, hay como una necesidad; y se vuelve imprescindible para mí tocar en la casa. Inclusive hay un tema que no ha salido, que no ha sido de estos días y que viene por la pregunta sobre por qué le puse “Ole a la vida”, que es una canción también de mi padre y es un tema que grabé ahora con Estrella Morente. Va a ser esto un canto a la vida, un canto flamenco, un canto al interés de lo vivido, un canto porque hay que darle gracias a Dios y darle gracias a la vida. Es una canción muy bonita, digamos que es el homenaje, la primera canción que yo le daba al flamenco. Por eso te digo el flamenco no se ha ido de mí, al contrario, se ha vuelto mucho más fuerte todavía.
Son muchos años, sin duda. Caramelo y tú [Alain] habéis coincidido con Enrique Morente en El pequeño reloj. No es el más conocido de los firmados por el maestro, pero sin duda tiene una calidad más que notable.
Yo empiezo a tocar con Enrique Morente de la mano de Niño Josele, él me presenta a Enrique Morente. Yo grabo con Josele, por supuesto, bajo la dirección y producción de Javier Limón. Entonces surge ese sonido nuevo en el flamenco de un bajista cubano. Pero los primeros son Niño Josele y Enrique Morente. Todo ello hablando de discos y producciones que se llevan a cabo. Ya en noches del Café Berlín antiguo coincidíamos con todos. Y ahí encuentro esa, esa mujer tan linda o esa luna llena de ese mar perfecto. Esa es el flamenco, a mí me enamoró. Y entonces empiezo con el Piraña a preguntarle cómo es esto o lo otro. Yo era como un niño chiquito al cual todavía le falta mucho por crecer. Soy muy chiquito y Enrique Morente nos dio a nosotros la oportunidad y a mí. Yo fui con Enrique Morente la primera vez que hice una gira grande en España de un artista flamenco. Girar ya a niveles de festivales y de conciertos grandes. Lo hice con Enrique Morente y siempre me dio un lugar al igual al mismo nivel. El mismo trato, el mismo cariño. Enrique Morente es un ejemplo. Por eso Estrella también siempre está conectada conmigo y yo con ellos, con esa familia. Ahora este tema se me acumula la vida en lo antiguo y en Estrella Morente. Creo que ahora que estoy aquí en España en estos meses, quiero sacar ese single, es una canción increíble pero por bulerías y con unos trazos flamencos, el cante por bulería y con toda mi humildad, como yo lo siento, como yo lo he vivido.
El disco donde se os puede escuchar juntos es Avísale a mi contrario que aquí estoy yo con Jerry González. ¿Se echa de menos al querido trompetista?
Gracias a Dios que se grabó ese disco porque igual no hubiera quedado un testimonio grabado de lo que fue nuestra gran historia con el Jerry. Fue un momento irrepetible de la música aquí en España, del latin jazz americano y cubano y el flamenco aquí en España. Yo creo que a raíz de ahí mucha gente se ha inspirado y ha cambiado la forma de ser y la forma de sentir. Muchos músicos se han inspirado en nosotros a través de lo que hizo el Piraña, que fue uno de los pioneros de tocar latin jazz que muchos, muchos flamencos lo criticaron en aquella época. Y todo el mundo hoy toca latin jazz, toca música del mundo, toca música cubana, toca rumba. Y qué bonito porque ese aporte, ese gran aporte de Piraña compartido con Caramelo, conmigo, con Jerry González, con aquello que surgió como una impronta de fuego. Jerry estaba en España, llegó con Calle 54 y estaba haciendo sus giras y eso, pero coincidimos en el Berlín en una jam session y tocamos por casualidad. Nos vamos nosotros cuatro aquella noche y aquella espontaneidad dio lugar a una gran historia, dio lugar a algo tan, tan grande. Fue una forma musical tan fuerte que cambió la música en España.
La mezcla de géneros y estilos os hace músicos creativos, inquietos, sumamente originales. Libres, en conclusión. ¿Os veis sin límites anteriores tras este parón por la pandemia? ¿A cuánto remontará vuestro vuelo?
Quizás la ausencia y la falta de conciertos es el stop que nos puso la vida. Y claro, uno como que desea lo que le ha faltado todo el tiempo. Es imprescindible vivir para nosotros, lo que somos, haciendo música en vivo. Cuando un músico, bueno, imagínate que un poeta tenga que albergar toda la imaginación sin poder escribir nada. ¿Entiendes? No tiene un lápiz, no tiene un papel, no tiene un teléfono o un walkman o una grabadora, no puede grabar nada ni dejar registrado nada. Para nosotros los músicos es más o menos parecido: nos quitan el concierto y no podemos volver a nuestra vida. Pero para mí, sinceramente, luego de la pandemia, yo pensé que el mundo iba a cambiar. Pero nada, el mundo sigue igual, olvídate de eso. La gente es igual, los buenos son buenos y los malos son malos. El que tenía mucho quiere más todavía y el que no tiene está jodido. Vivimos así. Bueno, ya la pandemia no ha cambiado nada al final.
Finalmente, ¿qué le pides a estos meses de mayor optimismo que se presentan ante nosotros?
Primero la salud de mi familia y poder trabajar por todas partes y poder conseguir los sueños, las formas, el camino de llegar a las personas. Lo que quiero es estar bien y poder hacer lo que siento. Hasta ahí.