Entrevista: Jaime Bajo / Fotografías: Ernesto Cortijo y Alicia Albiñana / Vídeos: WAM-Jaime Massieu y BINAKO- Ernesto Cortijo
Tras doce años inmerso de lleno en el circuito de jazz madrileño (Noa Lur, Lucía Rey, Chris Kase, Javier Paxariño…), el contrabajista bilbaíno Ánder García se “reencontró” con sus raíces, con el folclore de su tierra, cuando sus compañeros cubanos de la “jam session” de Soul Station le animaron a embarcarse en un proyecto de índole personal. Una iniciativa con cuatro álbumes en su haber que avanza dando pasos cortos pero firmes, y que en la actualidad afronta retos tan estimulantes como el de acompañar a “bertsolaris” (improvisadores de versos) respetando sus cadencias y afinación, o el de abordar las “euskal dantzas” desde la improvisación grupal de un trío de jazz.
En primer lugar, me gustaría acudir a tus recuerdos: ¿qué discos recuerdas que sonaran en tu hogar y que ya empezaran a llamar tu atención?
En casa de mis padres se escuchaba un poco de todo lo relacionado con su época, desde canción vasca (Urko, Oskorri, Imanol, Estitxu) hasta el Dúo Dinámico, Redbone y los Beatles. Mi hermana tocaba el piano y yo el violín, así que también hubo influencia de la música clásica. Cuando conecté realmente, fue con mis primeras cintas de Mike Oldfield y Pink Floyd; ahí empecé a evadirme. Me acuerdo de que me ponía a cantar el “Tubular Bells” o “The Wall” enteros cuando estaba fuera de casa, ya que no tenía “walkman” ni “discman”, y así me entretenía.
¿En qué momento entró el jazz en tu vida, en qué circunstancias y a través de qué personas o discos?
Un día vi un vídeo de Herbie Hancock con un amigo con el que quedaba para tocar. No entendíamos nada de lo que pasaba, pero acto seguido nos fuimos a los instrumentos y empezamos a improvisar libremente. Más tarde llegó “Kind of Blue” y un disco de Les McCann de manos de mi hermana. Un año después comencé a plantearme que la informática no me apasionaba tanto como antes y empecé a tocar “standards” con amigos de Bilbao. Pude empezar a ganarme la vida con varios grupos y algunas clases.
¿En qué punto de tu formación te empiezas a plantear la necesidad de dar un nuevo tratamiento a la música que habías escuchado desde que eras niño?
Tras acabar mis estudios en Musikene y llevando unos años en Madrid, escribí una canción en euskera que vino a convertirse en una especie de himno en las “jams” que organizábamos en el Soul Station (¡qué recuerdos!). El tema se titula “WAM” y está en mi primer disco “Ttun-Kurrun” (Errabal 2013). Hay un vídeo en Youtube donde estamos nueve músicos y se animaron a cantar el euskera y todo. Ahí empezó la cosa, con colegas cubanos motivándome a cantar en mi lengua. Fue años más tarde, allá por el 2015, cuando empecé a sentir un cierto vacío en mi día a día y empecé a cuestionar mis posibilidades de crecimiento y aportación a la cultura. Poco a poco inicié un proceso de reflexión, lectura e investigación de la estética vasca.
Llevas años enfrascado en tratar de hallar una confluencia entre el folclore vasco y el jazz. ¿Qué dificultades te has encontrado en este camino de adaptación, cómo has afrontado este desafío y qué te ha permitido aprender sobre ti mismo y acerca de la forma de entender la música en su conjunto, no exclusivamente el jazz o la música vasca?
Esta búsqueda de un cierto equilibrio entre la improvisación y el jazz me requiere ser metódico y, sobre todo, paciente. La dificultad, en mi caso, ha sido compaginar la vida como músico profesional, incluyendo el tiempo de estudio que necesito para seguir creciendo, con el tiempo que he ido necesitando para conseguir ciertos resultados. Una cosa que siempre he tenido clara es la necesaria sencillez del proceso, no abarcar demasiado. He aprendido que es un camino largo y lo acepto como tal, así me ocupe toda la vida. El dedicar tiempo a mi propuesta personal como improvisador me ha ayudado a relativizar mi rendimiento, a pensar menos en lo competitivo de la música y más en lo que quiero proponer. No imitar tanto como proponer.
¿Cómo es la musicalidad del euskera en comparación a otras lenguas?
Permíteme parafrasear a José Ignacio Ansorena en su Cancionero Popular Vasco: “en resumen, pues, los cánticos vascos son de estructura simple, densos, tristes y creados sobre la palabra”. Hay que añadir a esto la parte festiva de las danzas, por supuesto. Intento trasmitir ese sentir en los conciertos, tanto el júbilo festivo como lo que yo llamo “la bruma”, lo espiritual. El euskera es un idioma con una sonoridad muy musical y las canciones suelen respetar unas métricas (número de sílabas) muy concretas. Esto último es muy importante en mi manera de improvisar.
Si algo nos ha enseñado la historia es que, cuando alguien trata de dar un nuevo tratamiento a géneros que ya gozan de una cierta trayectoria, suelen encontrarse con el rechazo o la indiferencia de los aficionados de toda la vida a dichos géneros. ¿Cómo ha sido la acogida de tu música en tu tierra, entre la gente que estaba acostumbrada a escuchar la música vasca?
Creo que deberá pasar un tiempo para que te pueda contestar, aún es pronto. De momento, estoy contento porque sí veo que estoy aportando a compañeros de profesión, de la misma manera que otros lo han hecho conmigo. Tengo que citar a Ander Erzilla, saxofonista de Durango, que en el año 2000 grabó el disco de su proyecto Amaraun cuya propuesta ya era la búsqueda de un equilibrio entre la música vasca y el jazz. Otro gran disco es el New Land/Lur Berria de Itxaso junto a Dani Pérez y Gorka Benítez. Mikel Laboa es un padre para todos e Iñaki Salvador una referencia innegable a todo nivel, además de un amigo. Los discos de Oskorri de los ochenta. En fin, no me quiero enrollar.
¿Hasta qué punto has contribuido a ampliar horizontes para dicha música y a conseguir desprejuiciar a sus oyentes?
Una cosa de la que estoy contento es que en la canción “AMAHIRU” hemos dado con una clave rítmica que posibilita tocar el ritmo de Zortziko con la subdivisión de la música moderna. Me explico: el zortziko no es un ritmo con un pulso rítmico constante, pero interpretándolo en un compás de 13/8 se consigue la convivencia entre el tamboril y la base rítmica moderna. Es como si pudiéramos bailar o tocar el zortziko de siempre sobre una batería funk/jazz moderna.
Un aspecto que me resulta curioso de tu trayectoria es que, además de haber conseguido publicar cuatro álbumes manteniendo una cierta coherencia, en alguno de estos ofreces diferentes perspectivas de una misma composición (“Makil dantza”). ¿Se debe al hecho de que eres un inconformista irredento y jamás te das por satisfecho al realizar una grabación de la canción, o a esa necesidad del músico de divertirse y no caer en la monotonía?
Creo que la razón es que mis pasos son pequeños y el avance lento. Si regrabo una misma canción es porque quiero dejar constancia de una nueva posibilidad que le he encontrado. La primera versión del “Makil Dantza” (“HIRU”, Errabal 2017) es una improvisación sobre la estructura y la melodía de la melodía principal. La segunda en cambio (que aparece en “AMAHIRU”, Errabal 2019) se convierte ya en la suma de los diferentes movimientos que conforman la danza y donde cada uno de los tres instrumentos está desarrollando un lenguaje a caballo entre lo vasco y el jazz contemporáneo. En el primer “Makil Dantza” comenzábamos a improvisar en cierta estética vasca, ahora ya podemos ir un poco más allá y lo he querido volver a grabar.
En la actualidad defiendes un formato que es bastante clásico en el jazz -el trío-, pero en el pasado has interpretado tu música incorporando vientos e incluso una voz que te descargaba de dicha tarea. ¿Cuándo compones, arreglas o adaptas cada canción está pensada para unos determinados instrumentos? ¿Cómo es el proceso de adaptación de las canciones para adecuarlas a cada con de las formaciones con las que actúas?
En el caso de mi primer disco “Ttun-Kurrun” tenía claro los instrumentos (y los músicos) para los que escribía, grandes músicos con los que tocaba prácticamente a diario. La grabación de “HIRU”, sin embargo, fue una decisión tomada en un instante. Llamé a Juan y pusimos fecha de grabación, sin apenas ensayo. Él vive en Japón, así que aprovechamos las navidades y lo hicimos prácticamente de un día para otro. En el caso de “AMAHIRU”, es la materialización de mi primer grupo realmente estable junto a Jorge Castañeda al piano y Mikel Urretagoiena en la batería. Llevábamos casi dos años experimentando y tocando en directo. Durante este tiempo hemos podido trabajar en nuevas posibilidades con los ritmos de Zortziko y Ezpata Dantza y hemos incorporado ciertas características de las melodías vascas en nuestros solos. El objetivo es la interacción en el trío en la que se aprecie y se transmita ciertas sonoridades de la música vasca y del jazz contemporáneo.
Has abordado la inclusión de la txalaparta como un elemento musical más en tu proyecto. Tratándose de un instrumento que usualmente es tocado por dos músicos de forma simultánea y que su procedencia dista bastante de los instrumentos habituales en el jazz (piano, instrumentos de viento metal, guitarra, batería…), ¿resulta complicado encontrar un encaje a dicho instrumento dentro de las armonías del jazz? ¿De qué modo contribuye a enriquecer el sonido?
Aunque hemos dado varios conciertos con txalaparta, actualmente estamos enfocados en el trío. Cuanto más trabajo con el trío, más posibilidades le veo a la interacción con la txalaparta. El diálogo/confrontación entre los dos txalapartaris tiene un estilo propio que puede modificar el “playing” del resto de los músicos. Lo hemos comprobado en los conciertos. Pero la interacción con la txalaparta habrá que dejarla para más adelante, ya que de momento hay mucho por hacer con la base. Cada vez simplifico más los pasos: mejor pasos pequeños y seguros. Por otro lado, estoy experimentando con dos grandes bertsolaris (improvisadores de versos en euskera) y esto me está tomando mi tiempo. La propuesta es acompañar al bertsolari respetando sus cadencias e incluso su afinación particular, y, por supuesto, entender lo que dice y reaccionar a ello en la medida en que los músicos podamos. El paralelismo con la guitarra flamenca y el cante puede aclarar esta idea que propongo.
Ánder García Quinteto (con txalaparta) “Binako”
En directo tratas de incorporar otros aspectos que le son propios a la cultura y el folclore vasco como es la euskal dantza. Como aprendiz de dantzari que has sido desde pequeño, ¿por qué consideras que es necesario complementar la música con el baile y hasta qué punto es posible tratar de abarcar varias disciplinas artísticas en un espectáculo sin que ninguna de ellas se resiente?
En estos momentos no me interesa tanto la excelencia como el mensaje, el producto como el experimento. El mensaje y la experiencia del concierto es (intento que sea) el siguiente: los músicos de jazz con raíces que no han convivido con la improvisación podemos plantear nuevos caminos, desarrollando con sinceridad y concreción un lenguaje equilibrado entre las diferentes estéticas. Quiero un mensaje directo y visceral: el batería y el bajista del grupo bailaron y “bailan” mientras tocan las danzas, tienen un pie en la danza y otro en el jazz. Y en cuanto a Jorge, y esto es palpable en sus solos en “AMAHIRU”, está improvisando con las dos referencias presentes, nunca le estaré lo suficientemente agradecido por su nivel de implicación y madurez.
En la actualidad parece que han proliferado un cierto número de proyectos que abordan esa adaptación de la tradición musical vasca al jazz, como son los casos de la Gasteiz Big Band, Gaur de la cantante Noa Lur o la Folketik Jazzera Ensemble encabezada por Haizea Martiartu. ¿Por qué crees que existe cada vez un interés creciente para afrontar proyectos en esta línea? ¿Qué posibles vías de avance se le ofrecen a esta combinación de músicas de cara al medio-largo plazo?
El jazz siempre ha buscado su propia transformación nutriéndose y nutriendo a otros lenguajes. Somos muy conscientes del binomio maravilloso entre el flamenco y el jazz, o la salud de que goza el jazz centroeuropeo. De la misma manera, las reflexiones de Jorge Oteiza o Néstor Basterretxea y los anteriores músicos vascos que he citado, arrojan luz a esta decisión de acercar la música vasca al jazz. Si algo puedo aportar a la cultura es improvisar con las danzas que he bailado y las canciones que he cantado y que, por otro lado, no han sido aún interpretadas desde la improvisación grupal. ¿Vías de avance? Todas las imaginables y más, es cuestión de los artistas de esta época y las siguientes generaciones. Ojalá así sea.
Siempre que se habla del jazz en Euskadi, lo habitual es que se mencionen los grandes eventos que tienen lugar en verano, caso de los festivales de Getxo, Vitoria o el Jazzaldia donostiarra, y no tanto su circuito de locales, los sellos que lo publican, los estudios de grabación o las bandas y solistas que le dan continuidad durante la fase más complicada del año, los periodos otoñales e invernales. ¿Crees que existe un circuito adecuado en Euskadi que permita al músico una cierta profesionalización? ¿Debería brindarse un apoyo mucho más continuado desde ciertos ámbitos institucionales públicos y privados, o el jazz debe permitirse vivir sin subvenciones?
No hay un circuito de locales de jazz en Euskadi. Los grupos, tanto extranjeros como locales, que han incluido a Euskadi en sus giras, han tocado en La Bilbaina, en el Dazz de Gasteiz y en el Rubicón, que está en Santander, y ahí se acaba la lista de locales que nos ofrecen una infraestructura posible (mi admiración siempre). El jazz, como arte de vanguardia que es, siempre sobrevive más allá de las subvenciones. No le queda otra. Aun así, deberemos aprender a llegar más a la gente, a convencer, pero no a esperar a las ayudas, para proponer y llevar a cabo los proyectos que arriesgan y persiguen la renovación de nuestra cultura.
1 comentario en «ÁNDER GARCÍA “NO ME INTERESA TANTO LA EXCELENCIA COMO EL MENSAJE”»
Grande Ander. Estupendo músico y mejor persona. Algún día la escena del jazz español e internacional descubrirán el verdadero valor de este pionero en la fusión de las siempre melancólicas melodías vascas con el arte de la improvisación nacido de jazz. Su trabajo merece un reconocimiento mayor y una difusión global. ¡Ánimo! Gracias por compartir sus ideas y reflexiones…