Ángeles Toledano e Israel Fernández en las Noches del Botánico

Texto: Daniel Román

@romanro.daniel

Fotos: Darío Bravo

@dariobravo.es

 

Ángeles Toledano, el viento que arrecia, un escenario enorme y un guitarrista virtuoso. Ángeles, como en una cena romántica, nos canta desde la intimidad, desplegando sus recursos musicales desprovistos de artilugios que no sean la canción.

Un riesgo, sin duda. En estos tiempos, en este contexto, y con la espectacularidad que llena la cabeza de los ansiosos asistentes, parece a simple vista una apuesta. Más aun considerando que los espectáculos de fondo son de tirar toda la carne al asador. Habiendo ingresado ya en ese tiempo donde se puede prescindir de la mirada, sin distracciones, y la música se presenta al desnudo, comienzan a florecer los detalles y los acontecimientos se suceden. El dúo se transforma en un trío de mujeres que, solo con las voces, van, como en un contrapunto, acompañando y sosteniendo la voz de la cantante, dando otros acentos a esta presentación. Se suma otro grupo numeroso de mujeres a acompañarla para luego volver a la esencia de esta entrega, un dúo de voz y guitarra, desplegando con estos inmensos pero mínimos recursos toda la potencia de dos tremendos intérpretes. Como recuerdo, tengo la imagen, de niño, de ver al cantautor Silvio Rodríguez ingresar armado con una guitarra ante más de ochenta mil personas. El silencio del público estremecía y las canciones, su única armadura ante esa masa de fanáticos, lo llenaban todo. Todo lo contrario de esos shows americanos que son todo mega escenarios y efectos visuales que atiborran los sentidos. Menos es más, nos recuerda Toledano con su estremecedora voz y un guitarrista que, estoy seguro, dará muchísimo que hablar.

El ya consagrado Israel Fernández confirma que su visión del género tiene más que ver con su sensibilidad y la confianza en sus recursos que con emular o seguir los pasos de otros. Son muchísimas cosas las que llaman la atención en este espectáculo. Israel Fernández es un talento musical excepcional. En el cante, obviamente. Pero también en el piano. Los músicos que le acompañan, particularmente el guitarrista Diego del Morao, son gigantescos. Por momentos, voz y guitarra parecen imbricarse al punto de conformar un solo cuerpo sonoro de tal pulcritud, que ya la guitarra no solo acompaña, sino que guía y anticipa, dibujando los pasos del cantaor. Podríamos decir que son dos solistas que deciden inclinarse ante la música. Desde mi perspectiva, los fantasmas de Camarón y Paco se presentan desde este núcleo que conforman la voz y la guitarra, y ante aquellos que osan expresarse a través de ellos. La sección rítmica, con algún tipo de batería electrónica y un cajón, va sumando sonoridades que derivan en un paisaje sonoro electroacústico, con imágenes y luces, que funcionan como base para una más de las libertades y riesgos que se toma Israel en su show. El flamenco parece ser un camaleón que no deja de posarse allí donde una nueva textura o paisaje se presenta. Israel va tras su intuición y los materiales serán los que el momento y su sensibilidad requiera.

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