Texto de Guillermo Bravo / Fotografías de Fernando Tribiño
Salieron al escenario del Teatro Pavón, mientras tomaban asiento los últimos espectadores, los cuatro músicos que han participado en el último trabajo de Avishai Cohen, “Naked truth”, publicado por el sello ECM en este 2022. El propio Cohen (trompeta) junto a Ziv Ravitz (batería), Yonathan Avishai (piano) y Barak Mori (bajo) ofrecieron un espectáculo cuyo adjetivo más apropiado sería pulcro.
Cohen es un funambulista que se desplaza elegantemente sobre la cuerda que separa lo clásico de la vanguardia, transformando influencias y sonidos clásicos en novedosos y ricos ritmos que entusiasman al espectador, que se convierte, por unos instantes, en el actor principal de una película de cine negro de décadas pasadas. Con un estilo más íntimo y sosegado al principio, pero más upswinging y dinámico en el transcurso del concierto, se ciñe a un modelo mezclado de influencias que mantiene siempre a la trompeta como el gran protagonista de un todo que se va desvelando en el escenario. La banda interpretó las ocho composiciones que componen el ábum “Naked truth”, aunque el directo intensifique su interpretación de una manera especial.
Curiosamente, el trompetista abrió la velada con el tema “Will I die?”, el único que no pertenecía al trabajo que venía a presentar. Según anunció el músico antes de la actuación, esta pieza fue compuesta en homenaje a las víctimas de la guerra de Siria, a modo de apoyo musical a su causa y aliento a su hercúlea resistencia. Siguiendo esa línea política y transgresora que lo caracteriza, Cohen no quiso dejar pasar la ocasión de lamentar públicamente “los resultados electorales recientes en su país”, refiriéndose a la reelección de Netanyahu como Primer ministro en su Israel natal. El público lo aplaudió. Sin embargo, la política no fue la única transgresión en la que se aventuró, pues durante todo el concierto el músico israelí desafió numerosas leyes no escritas del Jazz y demostró tener un carácter propio y muy marcado en su proceso creativo, que consigue contagiar a los espectadores con interpretaciones sobresalientes. Como indicaba anteriormente, escuchar a Cohen es, en ciertas ocasiones, como viajar en el tiempo. Las influencias clásicas de su música resaltan claramente, pero hay toques, giros y matices que revelan una evolución en su género que le otorgan esa personalidad propia.
Hablando de personalidades propias, cabe destacar el progreso de Avishai Cohen en su camino por encontrar ese espacio dentro de la élite musical, tan intrincado como puede ser cuando se comparte nombre con uno de los grandes contrabajistas de una generación. La historia de Avishai Cohen es una lucha por la desambiguación y, aunque no existe competición alguna con el músico homónimo, a nuestro trompetista le ha costado tiempo forjarse una identidad propia y, al menos, generar la duda en el espectador cuando ve su nombre en un cartel. Algo que prueba esto último es la historia detrás del titulo del primer álbum de Cohen, “The trumpet player”, publicado en 2003 por el sello catalán Fresh Sound Records: un alegato muy claro acompañado de una afirmación de su propia identidad. Al israelí también hay que reconocerle una gran capacidad para rodearse de grandes músicos: además de su propia actuación, destacó en gran medida la de Ziv Ravitz en la batería. Se puede decir con total seguridad que, para los allí presentes, el baterista fue la gran sorpresa de la noche. Técnicamente impecable y salvajemente inspirado, brindó una actuación grandiosa y, personalmente, integra mis playlists favoritas desde ya.
Como pequeña curiosidad de la noche, cabe destacar el momento en el que Avishai colocó la sordina en su trompeta y, pocos segundos después, esta cayó al suelo, provocando la amable y cómplice risa del público, que aplaudió mientras el trompetista colocaba de nuevo el accesorio. Sentimos que el error humaniza al artista y lo acerca a nosotros, y, una vez colocada correctamente, empezó la parte más íntima del concierto, con una iluminación más tenue de la sala, dejando a la luz la parte más teatral de Cohen. Es curioso cómo el público aplaude las torpezas de los grandes y castiga las de las promesas… A estos últimos no les reservamos ningún derecho al error y les exigimos la perfección par brindarles nuestro aplauso, como si una promesa dejase de serlo por mostrar la humanidad que añoraremos una vez sean grandes.
Por último, pero no menos importante, hay que destacar del cuarteto en su conjunto la estructura y el atrevimiento con los que abordan sus interpretaciones. La banda debate sin palabras, sólo con notas. Intercambian frases, miradas, mudas conversaciones que sólo podemos intentar adivinar, pero que suenan tan exóticas y a la vez tan coherentes, convirtiéndose en un idioma exclusivamente musical y espiritual. Tal vez sería un despropósito compararle con Chet Baker. Sin embargo, algunos temas compuestos por Avishai Cohen desprenden un ambiente y un aroma similar: una trompeta solitaria con un acompañamiento tenue, casi tímido pero incesante. Hay variedad en los conciertos de este artista y también un gran trabajo detrás. “Naked Truth”, exhume carácter pero, sobre todo, disfrute. Se acerca el invierno y en esos días de lluvia y frio, en casa escuchando esa grabación puede convertirse en otra manera de disfrutarla intensamente.
Avishai Cohen es uno de esos músicos de Jazz que siguen viviendo en el inhóspito terreno del límite entre lo clásico y lo nuevo, en equilibrio entre los cánones y la vanguardia, que sabe respetar las reglas no escritas sin dejar de lado el impulso creativo y la innovación. Cohen es como uno de esos famosos que empezaron a llevar traje combinado con zapatillas deportivas en las galas de honor: consigue armonizar dos mundos y crear un espacio en el que conviven, una forma de atreverse a cambiar las cosas sin perder de vista la esencia.