Texto de Jacobo Rivero / Fotografías de Cris Andina (Outono Códax Festival)
El pasado 19 de noviembre en la sala Capitol de Santiago de Compostela se produjo un acontecimiento único: actuaba por primera vez en nuestro país Big Chief Monk Boudreaux. No lo hacía solo, el Gran Jefe acompañaba al genial pianista y vocalista John “Papa” Gros y su banda en una sala Capitol que les recibió como a auténticos apóstoles de Nueva Orleans. El ambiente del concierto lo había caldeado antes con habilidad y energía la deslumbrante La Perra Blanco. Su afilada líder puso al respetable las pilas a golpe de guitarra, acompañada de unos enérgicos contrabajo y batería. Alba Blanco puso al personal en órbita para lo que pudiera venir después, y lo que vino tras un breve descanso fue ni más ni menos que una ración abundante de la mejor atmósfera de Nueva Orleans, ciudad también conocida como The Big Easy, Crescent City o el jodido paraíso. Llámenlo como quieran, lo que sonó con perfecta acústica fue el auténtico sonido de Nueva Orleans. Aquel que por encima de etiquetas recoge sabores de rhythm and blues, rock and roll, funk, jazz… con esa forma tan particular de marcar a fuego el compás y los tiempos a base de golpear con fuerza el teclado.
Papa Gros abrió con River’s on Fire, una canción que puso claras las cosas sobre la velada que nos esperaba: “Got my piano and some cheap champagne. Radiating sunshine like it’s Mardi Gras Day. So raise your glasses ‘til it raises the sky. Our city’s healing, and the river’s on fire”. Aunque fuera de la sala no irradiaba precisamente el sol, todo lo contrario, lo que se coció dentro fue algo espectacular. Un concierto de los que habría hablado la prensa nacional si se hubiera celebrado en Madrid o en Barcelona, una apoteosis de buena música y buen rollo entre la parroquia. Con todo vendido y la sala a reventar con más de 600 personas, la aparición de Big Chief Monk Boudreaux, cuando su paisano John Papa Gros se acercaba a la hora de actuación, conquistó a los asistentes. Con su deslumbrante vestido de plumas y la reivindicación de su sangre cherokee, Big Chief eclipsó la noche, las estrellas y los astros. El Gran Jefe desde su atalaya dio sentido a muchas cosas, algunas de ellas espirituales y otras terrenales. Monk Boudreaux representó el poder indomable de la música y la cultura.
El concierto fue parte del Outono Códax Festival, un evento que lleva doce ediciones y que se asienta como una cita destacada en el calendario. Una buena oportunidad para escuchar calidad musical en una ciudad que es un lujo patear y saborear. En el norte saben de música, y en Galicia especialmente. La lluvia es buena compañera de garitos, conciertos, noches de radio y tardes en casa con la música a buen volumen. Ir a un festival descentralizado sin sensación de que por pagar un botellín de agua te estés hipotecando, en salas pequeñas y medianas con excelente sonido y trato, en un ambiente donde los babosos llaman negativamente la atención, y donde al personal le gusta bailar, es un lujo en estos tiempos. Mucho más si estás conviviendo por calles y bares con los músicos que actúan, y que cabalgan de un bar a otro para confraternizar con el público. Una propuesta que en su conjunto, gracias al apoyo de patrocinadores y la buena combinación de programación, es una maravilla para los oídos y el resto de sentidos.
Big Chief Monk Boudreaux estuvo varios días alojado en un pequeño hotel con vistas a la catedral de Santiago. La voz pantanosa del Gran Jefe tiene poso, sus andares y sus gestos también. En su mirada hay sabiduría y profundidad, su sonrisa contagia. Un caballero con galones ganados en muchas batallas cotidianas que domina con su presencia. Es un Indian de Nueva Orleans, la gran tribu de la música autóctona de la ciudad de Luisiana. Una comunidad a la que se respeta y venera porque reivindica con su presencia la lucha contra la esclavitud y el racismo. En el escenario domina el tempo con sus gestos, el resto de la banda le sigue. El día antes de su actuación, en un encuentro con John Papa Gross y varios periodistas desplegó sus encantos, recordó sus tiempos con los míticos Wild Magnolias y presumió de los parches que estaba cosiendo de cara a la próxima edición del Mardi Gras, la fecha donde los Indians salen a la calle para reivindicar su lugar en la historia de la ciudad más al norte del Caribe. En la que el carnaval marca el calendario anual. En el cara a cara, Big Chief observa, reflexiona y responde. Cuenta que actuó con Allen Toussaint, con Fats Domino, Irma Thomas, Cyril Neville, Snooks Eaglin… pero hay un nombre que le ilumina la cara: Dr. John. Con él, además de escenario, compartió tardes de domingo en los ensayos de la tribu de los Golden Eagles. “Bebíamos el mismo agua”, cuenta entre risas, “el agua de fuego”, y explica sobre su relación con su amigo Malcom John Rebennack Jr.: “cuando nos encontrábamos surgía la fuerza. Una energía que era mejor que cualquier droga”.
Big Chief Monk Boudreaux nació en 1941, con más de ochenta tacos fuma, se echa sus cervezas y luce un gorro de lana de los Saints, el mítico equipo de fútbol americano de su ciudad que ganó la Super Bowl posterior al huracán Katrina. Como todo lo que tiene que ver con la identidad de Nueva Orleans, también los Saints son una parte sustancial del soul de la ciudad. John Papa Gross luce camiseta del equipo. Ambos reivindican la cultura como espacio de liberación colectiva. Los músicos, llegados desde una ciudad de mezclas culturales y vida disoluta están por la labor y después del concierto están eufóricos. Han triunfado como apóstoles llegados desde un punto imprescindible del planeta, la ciudad a la que tanto debemos los amantes de la música: Nueva Orleans.
PD: John “Papa” Gros – vocalista, piano, Hammond B3; Alex Mallet, guitarra; Matt Booth, bajo eléctico; Russ Broussard, batería; Ian Bowman saxo tenor; Manuel Paina, trompeta.