Texto: Federico Ocaña
Esta “tierra de nubes” o Cloudland (ACT Music Gmbh / Karonte distribuciones 2021) es un álbum largo, de doce temas, en el que el músico sueco Lars Danielsson trabajó durante el confinamiento en 2020. Lo primero, la extensión del álbum, su amplio repertorio de temas, nos permite completar el mosaico creativo de Danielsson y su Liberetto, formado por el propio Danielsson al chelo y contrabajo, Grégory Privat al piano, John Parricelli a las guitarras, Magnus Öström a la percusión y la batería y, como invitados, Arve Henriksen, trompeta, y Kinan Azmeh, clarinete. Ellos toman el relevo de aquel Liberetto de 2012 también publicado por el sello ACT y en el que el bajista y chelista danés contó con Tigran Hamasyan al piano, Parricelli a la guitarra, Henriksen a la trompeta y Öström a la percusión. Sucesivas reuniones, en 2014, en 2020 y en este último disco nos permiten comprobar que el bloque no varía; los pequeños cambios en la agrupación, de hecho, quedan compensados, por ejemplo, con la aparición de Azmeh y el reemplazo de Tigran, dos músicos con una fuerte vinculación con la fusión, en el caso del primero de música siria y clásica, en el caso del segundo de jazz y música armenia. En definitiva, si el bloque no varía, es raro que lo haga el mensaje.
El confinamiento explica -solo parcialmente, porque sabemos que en el arte, más que en otros ámbitos, no hay explicaciones totales- el recogimiento, que se traduce en un tono lírico que domina en todas las composiciones. Ese gusto por la melodía que aquí aflora proviene también, como Danielsson ha explicado en alguna ocasión, de su primer contacto con la música, a través de los himnos que oía en su congregación religiosa cuando era niño. Ese recogimiento, pero también esa pulsión por ascender, por salir, sea hacia un exterior desconocido, sea hacia una intimidad también salvaje, queda plasmada en la búsqueda de timbres antiguos: así el bajo-chelo de Danielsson en el primer tema, “Vildmark”, re-construido a partir de un instrumento original del siglo XVIII. Danielsson lo ejecuta con delicadeza, con el arco, dobles cuerdas, y da la sensación, por los intervalos elegidos y por esa primitiva polifonía, de estar escuchando un “organum melismático”, con un bajo que se mantiene mientras los agudos fluyen por ese “terreno salvaje” (traducción literal de Vildmark, que también podemos traducir por “desierto”, lo que quizá encaja más con el espíritu meditativo de este corto tema de introducción).
En el segundo tema, “Cloudland”, Henriksen, Privat y Danielsson improvisan sobre una base fluida y continua. Cualquiera de ellos, aunque de manera más privilegiada la trompeta, podrían tener el rol de una voz en una canción popular de Europa del Este u Oriente Próximo. Las dotes para la armonización de Henriksen, que ha explorado por su cuenta el mestizaje del jazz con la electrónica y el new age y ambiente, propician ese efecto, buscado seguramente por Danielsson desde la composición misma de los temas, ya que se repetirá, singularmente en otro tema notable, “Villstad”.
En “The Fifth Grade” será el chelista danés quien lidere bajo y solos, multiplicándose en un diálogo con Privat en el que conviven de nuevo los ritmos populares de inspiración oriental y el jazz contemporáneo. Los solos del pianista y el chelista se alternan con momentos de homofonía entre la percusión y el chelo, con el piano doblando en los agudos, logrando un acompañamiento complejo a partir de un recorte de escala descendente, tres simples notas, enriquecidas con una percusión acertadísima. Siguen “Nikita’s Dream” y “Tango Magnifique”, con protagonismo de Parricelli, un tema este muy propio de banda sonora, minimalista, con una aportación también destacada de Danielsson.
El jazz contemporáneo de Danielsson nace quizá de la pretensión de elaborar música del mundo, de rescatar la improvisación de las bases de la música popular y establecer nexos entre el folclore europeo, el africano y mediterráneo y el asiático. “Desert of Catanga”, tema en el que el líder comparte protagonismo con Azmeh, Privat y Parricelli, es un ejemplo claro de ello. Pero ocurre que, al contrario, de bases netamente occidentales, minimalistas, con giros latinos, también nacen temas que escapan de aquella denominación de música del mundo -qué mal sientan las etiquetas a quien las transforma y transgrede- como los mencionados “Nikita’s Dream”, “Tango Magnifique”, “River of Little”, con un perfecto solo de Öström, o “Yes to You”. El disco se cierra con una pieza como “Imagine Joao”, construida de nuevo sobre bases mínimas, aquí también en la intensidad: si empezábamos el viaje internándonos en lo salvaje, aquí el sonido se va apagando en un recuerdo mecido por el pizzicato de Danielsson.
Este nuevo Liberetto está pensado, por tanto, como una evasión que puede ser casi geográfica, por territorios salvajes y desiertos, por regiones donde la tradición musical, insospechadamente, nos reconcilia. También como una evasión mental (de ahí ese penúltimo tema, “Sacred Mind”) por entre las “nubes” de la imaginación. En esas melodías aéreas que extraen los músicos a partir de la fusión, las etiquetas dejan de tener sentido.