Texto de José Bolívar / Fotografías de Diana Martín
Ya me suelen agotar las historias del confinamiento; solo usaré una frase para narrar la mía, y lo hago porque mi breve historia atraviesa este texto. Ahí va: pasé ese encierro con un amigo ciego, buen cocinero y melómano. Ya está. Ya está, pero en ese momento tuve mayor dimensión del valor por la escucha. La escucha… la musical, la que tendríamos que tener siempre con quien nos habla o nos canta, la que hemos perdido a la hora de disfrutar y entender un álbum entero, la que poco practicamos con nosotros mismos… esas y más porque hay muchas, pero eso: el valor de la escucha.
“Así como hay un arte de bien hablar, existe un arte de bien escuchar”, decía Epicteto de Frigia.
El día que entrevisté a David Viñolas estaba nervioso. Él también es ciego de nacimiento, como mi amigo, y aunque en esto no se centra la entrevista considero oportuno enunciarlo. Nervioso porque así sea un prejuicio, partía de la base de que Viñolas practicaba el arte del que hablaba Epicteto. Y es que entrevistar a alguien que sabe escuchar impone, porque aumenta la responsabilidad de ser preciso y a la vez fluido. Concreto pero contento. Por fortuna la calidez humana del baterista me relajó y así pude tener una conversación tranquila, divertida y humana con el artista.
Hablamos con el baterista principalmente de su último álbum ‘David Viñolas 5ET’, realizado en compañía de los músicos Pol Omédes, en la trompeta; Miguel Fernández en el saxo tenor; Joan Monné, en el piano; Manel Fortià en el contrabajo; y, la cantante y trombonista Rita Payés en uno de los temas, con el sello discográfico Segell Microscopi. Lo hicimos en la Escuela Municipal de Música de Centelles donde el artista imparte clases de batería. Sentado en su taburete y yo en el que usan sus jóvenes y viejos aprendices, Viñolas, en conversación con más JAZZ, nos respondió algunas preguntas y también nos compartió ciertas reflexiones. Luego, hace unos días, tuve la oportunidad de apreciar el álbum en vivo en el Jamboree Jazz Club de Barcelona, donde se confirmo la calidad del ser humano, del músico y de su último trabajo.
Empecemos hablando sobre cómo nace el álbum…
No me surgió de un día para otro. Hace tiempo quería hacerlo, reunir un quinteto: contrabajo, trompeta, saxo, piano y batería, como un quinteto clásico… como el quinteto Jazz Messengers o el Miles Davis Quintet, porque siempre me han gustado mucho. Lo estudié, y me gusta recuperar. Luego, a partir de aquí, tenía unos esbozos de temas escritos por mí mismo, uno por acá, otro por allá, y poco a poco fui dándoles forma. En algunos recuperé algún tema de hace años dándole la vuelta, luego reuní el quinteto, y lo que buscaba en síntesis era ir a buscar esa estética con influencia de los años 50 y 60, con composiciones mías y sin querer copiar ni emular lo que se hizo en aquellos años, eso está hecho, pero si dar una mirada propia. Luego, en el proceso de grabación, nos encerramos dos días en los estudios y en directo sacamos el resultado.
Ya no se suelen escuchar álbumes enteros. Se ha perdido el ritual de identificar la línea estética, lo que se quiere contar. ¿Cuál es la tuya?
Claro, me gusta pensar en eso también. Escucho álbumes enteros. De pensar el tema en global, de homogenizar la escucha. De darle un sentido. En este álbum hay una cosa importante que es la sonoridad del quinteto, que se mantiene durante todo el álbum. A nivel estético musical hay unas cosas que quizás se van un poco del swing más ortodoxo, por decirlo de alguna forma, pero está ahí. Suena homogéneo. La mayoría de composiciones son mías, tienen cierto carácter al ser composiciones de una sola persona, y luego he tratado de buscar que cada canción tenga su espacio: hay una balada, tempos mas rápidos, un blues, etc… y bueno, es un trabajo inspirado en la tradición, pero llevándomelo a mi terreno.
Manso’s blues, por ejemplo, es un blues de toda la vida pero tiene unas pequeñas variaciones. Es un blues en tres cuartos pero en los últimos cuatro compases pasa a cuatro por cuatro, y eso le da un carácter distinto. Luego hay algo que hace a este disco especial, y es que cogí el Ruby my dear que en la versión que hacemos está Rita Payés en el trombón y la voz, y se va del swing al bolero. Es un arreglo que tenía pensado, de hecho hice tres bolos en Cuba y allí toqué a trío con dos músicos locales, y me llevé ese arreglo mas bolerístico por si aparecía una cantante para realizarlo. Carmen McRae le puso letra, y mi compañera Montse hizo la traducción al español, y automáticamente le vi la onda de bolero; de ahí viene el arreglo, un guiño a otros mundos menos jazzísticos. Ahí está lo que yo creo que le da la línea y el empaque al trabajo.
Justo estoy estudiando algunos aspectos sociológicos del bolero y, me llama la atención y me gusta, que ciertos autores se siguen refiriendo a él como algo “íntimo”. ¿Lo ves así?
Para mí el bolero, además de íntimo, refleja la crudeza, y más que eso, la desnudez. El bolero es desnudez.
En cuanto a los temas del álbum. Hablemos de ellos…
Falcó pelegrí empieza con una pequeña intro, un dibujo rápido que baja y sube, y me sugería un poco ese mundo de los pájaros. El falcó, que es el halcón de cetrería, me lo sugería por la elegancia de su vuelo… además es uno de los pájaros más veloces del mundo, y me inspiraba también que por eso empezaría el disco. Tiro para atrás porque también hay algo que para mí le da empaque al álbum, y es que a parte de todo lo que hemos hablado, las tres canciones que están en el disco que no son mías, tienen que ver con mi trayectoria. Y también tengo una fuerte conexión con la música cubana… luego está Days of wine & Roses, acá me lo llevé a un terreno más cercano a las bulerías sin serlo a nivel ortodoxo, pero sí pensando en esa línea porque el flamenco jazz también lo trabajé… mi profesor Marc Miralta y Perico Sambeat, en los conciertos de Chano Domínguez, cuando versionaban a Paco de Lucía, y es un guiño a mi trayectoria, de cierto modo.
Mr. Smiles, de Jorge Rossy, el gran Rossy, quien me ha influenciado porque es inmenso. Y es que claro, si versionamos gente de afuera, también debemos hacerlo con los de casa, los que hacen buenos trabajos acá cerca. Luego me enteré de que Mr. Smiles Jorge lo dedicó a Cifu, a Juan Claudio Cifuentes, el crítico de jazz que yo de joven escuchaba, y ahí todo cuadraba. Eso le termina de dar unidad al disco, es un alto en el camino, un mirar hacia atrás, y coger distintas cosas que me han formado como músico y quería presentar.
Luego está Cercant camins que sale de la armonía del tema, es un tema menor, jugando pianísticamente con los acordes y salió inspirado en Herbie Hancock; aunque luego es otra historia, pero sale de esos colores. Después Manso’s blues, que ya lo hablamos pero también es un homenaje a mi padre quien me inoculó la droga del jazz… él compraba Louis Armstrong, Duke Ellington, sin ser consciente de que ellos me cambiarían muchas cosas. Los domingos en la tarde yo los escuchaba, y no les hacía caso pero tampoco me desagradaban, y bueno, ahí hay también un homenaje a mi padre. Pols oposats s’atrauen, que es una canción que escribí hace tiempo, es un juego de palabras.
Es equilibrado el álbum, no hay protagonismos. ¿Cómo fue concebido eso? Una batería sutil es difícil de encontrar…
Sí. Eso es parte de lo que buscaba, trabajar un quinteto sin protagonismos. Me pasa como baterista que los álbumes de bateristas los encuentro pesados. Si la batería es muy protagonista, se me vuelve pesado. Quise que todos tuvieran su momento y me gusta que me lo hayas dicho porque lo buscaba. Hay casos en los que la batería es explosiva y me encantan, pero yo quería esto mas a nivel de acompañar, acompañar a nivel rítmico, pues las canciones ya funcionan solas, no son necesarios artificios. En este sentido es simple en el buen sentido de la palabra.
Yo viví con un ciego (no me aguanté y se lo conté) e investigué algunas cosas sobre la literatura de la ceguera. Los escritores ciegos de nacimiento son escasos y sus experiencias estéticas me resultan fascinantes. ¿Cuál es tu experiencia con la belleza y con la música?
También soy ciego de nacimiento y de muy pequeño, no recuerdo cuando, me empezó a gustar la música y su belleza. Desde que tengo uso de razón siempre he estado en contacto con ella. En aquel entonces mis padres iban con los gigantes y cabezudos del pueblo, y cada uno tenía su instrumento, y a mí aquello ya me molaba, ya quería tocar percusión. Y entonces empezaron a ver cómo yo estudiaba música. Yo acá en Centelles estaba en una escuela inclusiva con soporte de la Organización Nacional de Ciegos Españoles ONCE. Luego un par de veces a la semana venían a transcribirme a braille. Pero a nivel musical había poco. Luego, a través de la ONCE, empecé a tomar clases de solfeo con una profesora de piano, y ahí fue mi primer contacto teórico, a leer música en braille… pero la experiencia fue un poco traumática porque no me entendía con ella, era una profesora de la vieja escuela, yo tenía siete años y a esa edad en el fondo todo es un juego, pero había por parte de ella una rectitud muy rígida: yo ponía las manos en el piano y si me equivocaba, me las picaba porque la posición no era correcta. Lo dejé, siempre lo digo, tal vez habría sido pianista. Luego dejé de ir con ella y como tenía conocimientos en braille, con otro profesor que se llamaba Isidro Valles, me metieron a la Escuela Municipal de Centellas y ahí estuve un par de años haciendo solfeo musical.
Luego de adolescente tuve mi primer profesor de batería y me fui a Barcelona a estudiar lo que yo quería, ahí redescubrí el jazz y me formé como músico profesional. La ONCE me apoyó mucho en ese aspecto, en recursos humanos, me dio gente muy maja, pero para los materiales era mas difícil, alguna vez pedí un libro de braille para batería y se pusieron las manos en la cabeza (risas). Conseguir material adaptado en esos tiempos era muy complicado. Pero bueno, la buena disposición del profesor que cuando no tenía libros me dictaba los ejercicios, buscábamos maneras… o me grababa con un walkman buscando las formas de poder acceder a la música. Ahora las cosas han cambiado y las tecnologías ayudan, ya es diferente. En cuanto a literatura tampoco conozco muchos escritores ciegos de nacimiento, músicos algunos, sí, pero escritores muy poco.
Como profesor abordo desde la música temas de derechos humanos. Hace un par de meses hice un ejercicio con niños usando el jazz y me dio muy buen resultado. Como sabemos, el jazz como motor para la paz, y bueno, para que además escuchen algo diferente al reguetón de vez en cuando. ¿En tu labor docente has trabajado en estos temas? ¿En una perspectiva más sociológica?
¡Claro! “Tocamos para aprender” es nuestra consigna, es el lema de mi escuela, tengo alumnos niños y otros mayores de cincuenta. Me gusta porque antes de teorizar, antes del solfeo, antes del instrumento, es fundamental ver lo que hay más allá: la música tiene muchos ámbitos. Para mí lo importante es que se hagan más felices y ampliar su cultura: que miren la vida desde otro prisma. Por otra parte, algo que me gusta mucho, lo que hacemos con la Orquesta Integrada de Art Transforma, música de gente con y sin discapacidad. Es montar una orquesta donde hay alumnos de escuelas comunes, pero también con otros con discapacidades muy fuertes. Me he encontrado un chico que casi no habla, le cuesta la comunicación, coge su contrabajo y ríe, a medio ensayo empieza a hablar, y ahí ves el poder de la música. Es algo que me interesa mucho. ¿Es que el ser humano qué hace primero? ¿Hablar o escribir? ¿Hablar, cierto? Al final, primero somos escucha.
¿Qué escuchas hoy y cómo lo escuchas?
CDs y vinilos, principalmente. Hay gente que me dice que no veo la portada. Pero tenerlo en la mano me hace sentir otra cosa. Saber que los créditos están ahí y poder llegar a leerlos, las reseñas, los textos…
¿Y tu confinamiento?
En el confinamiento con mi compañera tocábamos todos los días a las ocho en la terraza de mi casa. Nos dijimos: “mientras esto dure, no podemos repetir un tema”. Esa es mi historia. Ella con el saxo y yo con la batería, fue una forma de hacer repertorio y de compartir con ella, y claro, de darle algo de música al vecindario.
1 comentario en «David Viñolas Quintet: el arte de la escucha»
Para mi David Viñolas es primero una gran persona, Segundo un gran amigo y por último un gran músico. Fantástica entrevista para un fantástico musico. Me ha encantado. Abrazo grande de tu amiga Loly Ayuma. Seguiremos compartiendo amistad música y comida, jeje.