Texto: Adrián Besada
Fotos cedidas por Abe Rábade
Valerio Rocco, director del Círculo de Bellas Artes de Madrid, nos contaba recientemente que una de las características principales de la programación del ciclo “Jazz Círculo” es la tendencia a la vanguardia, a la experimentación. No sin sorpresa en el cartel cuelga el nombre de uno de los pianistas más conceptuales de la escena nacional, Abe Rábade. Este plantea su música como un símbolo, un “mapa”, en el que la idea se pone al servicio de la interpretación, de la imaginación y de la relación subjetiva que establece su público con la música.
Mañana, 8 de noviembre, estará presentando su nuevo trabajo, Tempo de cor, en la sala Fernando de Rojas. Siguiendo la estela de su proyecto Botánica, Rábade plantea un concierto que huye de la intelectualización en pro de un discurso que se apoya en conceptos como la libertad, el atractivo, la dualidad y, por qué no, la paradoja. Abe Rábade recibió a Más Jazz Magazine para hablar sobre este nuevo trabajo, que sirvió, más bien, como una excusa para sumergirnos en una profunda charla sobre arte, política y filosofía.
Me causa mucha curiosidad cómo trabajas la idea del paisaje sonoro, del concepto.
Abe Rábade: El uso de ideas como Botánica o ahora con los colores es una excusa para fomentar que la imaginación vaya a donde le apetezca. Cuando haces un disco desde la propia música a veces faltan elementos de juicio suficientemente libres: oníricos, poéticos, etc. que permitan que en el paquete pueda haber un enfoque global. Muchas veces la música se da a través de un marco muy definido que te condiciona.
El concepto en vez de ser restrictivo se presenta como algo completamente abierto.
Entiendo, no se trata de ofrecer una especie de “texto musical”…
Abe Rábade: Efectivamente, en vez de un texto doy un “símbolo”. Los símbolos son antitéticos. Yo concibo los discos de esta manera. Botánica, por ejemplo, parte de una estructuración caótica, sin un guión; el propio proceso creativo del disco le dio forma. Este proyecto tiene mucho que ver con los viajes que hicimos, de la exploración; la suite central del disco parte de una excursión al Courel con Xacobe Meléndez, que fue quien me asesoró en el tema de especies y de botánica. Cuando empiezas a hacer estas cosas empieza a surgir la estructura.
Me recuerda un poco a esta idea kantiana de la belleza libre sin forma. Me parece muy interesante que muchas veces planteas conceptos que pueden resultar, en cierto modo, inabarcables, además de muchas dualidades.
Abe Rábade: Estoy de acuerdo, de hecho, intento escapar de esa tendencia al “todismo”. Pienso que a lo máximo que puedo aspirar es a tener una relación intersubjetiva con los que escuchan mis discos o mis conciertos. No tiene sentido aspirar a hacer un compendio de ideas definidas, porque al final lo que realmente existe es una maraña de interpretaciones posibles, es inabarcable.
Un concepto como del que parte Campo de cor es ilimitado; me gusta pensar en esta frase de Gödel que dice que un sistema puede ser completo o coherente, pero nunca las dos cosas al mismo tiempo. Como te decía antes, estos conceptos que planteo son inabarcables en su totalidad, por lo que solo me queda ser coherente y que sea el oyente el que determine finalmente hasta dónde llega.
Tú presentas un espectro de colores, ¿cómo fue ese proceso?
Abe Rábade: Los colores son infinitos, casi se podría decir que el color no existe. Cuando te enfrentas a un proyecto artístico así lo que me fascina es juntarme con gente que aporta cosas con las que yo no contaba, la cuestión de los imponderables, que es fundamental en la música. Si tú no te pones en la tesitura de enfrentarte a cosas con las que no contabas hay un cierre de filas que tiene que ver con el estilo, con la frescura y la comodidad.
Quizás sea una cuestión de seguridad, no es fácil hacer frente al caos. También está la cuestión mercantil, ya que muchas veces delimitar los conceptos o el estilo se vuelve una exigencia.
Abe Rábade: Sí, pero en esto del arte tiene que haber un espacio abierto en el que convivan elementos fijos y elementos móviles. Los primeros van en dirección de esa seguridad, pero los segundos tienen que ver con la ética artística de la que hablabas antes, son un soplo de aire fresco. Si le quitas eso a la música no va a llegar a la gente, porque eso que llega es, en gran medida, una mezcla muy curiosa de sensorialidad, intuición e intelecto.
¿Crees que el público es capaz de entender solo a través de la música el concepto o idea que propones?
Abe Rábade: No mi visión, pero yo doy un mapa. Esta es una idea que me encanta. Vivimos en un momento en el que confundimos la representación gráfica de la realidad con la realidad. Esto lo extrapolo a que no podemos confundir el mapa que yo doy en un concierto con la realidad que puede vivir un oyente. En el cine hay un concepto que se llama “efecto de sutura”, que tiene mucho que ver con esto, con el papel activo del espectador.
El mapa del que te hablo tiene que ver con una orientación, pero el concepto remite a lo que el oyente entiende por color, por botánica, etc., se trata de ofrecer un universo abierto, porque si fuese de otra manera sentiría que estoy tratando a la gente de estúpida.
Entiendo, lo que haces es alejarte del concepto de narrativa para plantear más bien un diálogo, un “entre en medio”.
Abe Rábade: Sí, se trata de eso. Cuando te hablaba antes de los imponderable me refería a esta cuestión. Por ejemplo, el rojo se llama “Terras De Sangue”, en este establezco una relación a través de un símbolo. El color aquí no es tan importante, sino lo que puede representar, lo que lleva inscrito, que muchas veces pueden ser ideas muy contradictorias. Musicalmente esto se traduce en una dualidad de sonidos.
Lo que planteas no deja de tener un punto programático…
Abe Rábade: Es la idea, pero fíjate que cuando presento los temas no hablo del color, sino de lo que para mí significa, que en este caso es la relación que tenemos con la tierra, de una forma u otra, así como la falta de relación con esta. Volvemos a una dualidad, ya que como seres humanos tenemos ese vínculo con la tierra, con la vida. A mí plantear esto me hace preguntarme, ¿qué relación tiene un estado genocida como Israel con la tierra? Ninguna, y eso es lo que representa para mí el rojo, esa contradicción del ser humano respecto a su relación con la naturaleza, con la tierra y con la vida, en este caso.
Cuando pienso en la naturaleza y en nuestra relación con ella en los términos que planteas, a mi me viene a la cabeza lo “cíclico”, la autoregulación de la vida, entendida en un sentido amplio.
Abe Rábade: Sí, esa relación que hago con la sangre tiene que ver precisamente con esto. Intento escapar del “buenismo”, en el sentido de asumir que la naturaleza es buena. La naturaleza es amoral, por eso cuando coges un concepto como el color no puedes obviar que hay bondad y maldad en el mundo: “en cada cor baila a nosa luz agarrada á nosa sombra”. Es un concepto que extraigo de Goethe pero llevado a la experiencia. El color también es amoral, no es bello por sí solo, es abrumador, es un símbolo.
En este sentido, me parece muy interesante el color púrpura. Es una pasada. Antes de que existiera una manera artificial de crear el pigmento púrpura la única manera de conseguirlo era sacrificando toneladas de un bicho, un molusco. Esto es algo que hacían los fenicios, secando estos bichos al sol y añadiendo un ácido al polvo que quedaba. Eso solo lo podía pagar gente muy poderosa y entonces el color púrpura se convirtió en un símbolo, una marca. Hay mucho poder en los colores. El púrpura luego se convirtió en el color de la espiritualidad, del feminismo, de la trascendencia, de la psicodelia, etc.
Entonces, trabajar con colores se transforma en un campo de cultivo muy rico. Yo quise cristalizarlo como un juego, reivindicando la capacidad innata del ser humano de ir más allá de una conceptualización intelectual de sí mismo. Este tema del que te hablaba parte de este concepto, es una improvisación armónica que grabé y retoqué mínimamente, evitando la revisitación.
Me gusta esa alusión a la libertad como desprendimiento, de asunción de las responsabilidades que conlleva la libertad. Al final no deja de ser un discurso político.
Abe Rábade: Sí, estoy de acuerdo, todo es político. Pero una política un poco utópica, porque la política de hoy en día es casi pornografía, porque es algo decrépito. La política real la hacemos nosotros, cada uno en su área.
Entiendo lo que me dices, pero creo que aunque inunde cualquier área debe ser un ejercicio consciente, cosa que muchas veces es difícil por ese desencanto y perversión respecto al mundo, que creo que es un sentimiento muy presente a día de hoy.
Abe Rábade: Sí, la decadencia está en el clima. Creo que el sentimiento general es de fin de paradigma. Quien defiende a ultranza la hegemonía es un poco suicida.
Pero al final estamos sublimados a las redes sociales, a los discursos hegemónicos, tenemos muy poco margen de acción. En la música también pasa esto.
Abe Rábade: Hay un culto al individuo que se está agotando. En música pasa y, al final, la tendencia debería a ser la de concebirnos de otro modo socialmente, lo cual afecta directamente al arte.
¿Cómo aplicas esto de lo que estamos hablando a tu música?
Abe Rábade: Como te decía antes, busco dar al oyente una guía abierta, pero el disco está concebido como una unidad. Al público lo que le das es una invitación, en este caso son los colores. El azul, por ejemplo, que se llama “Mar De Palabras”, es una especie de comparativa entre el mar y el lenguaje: Una palabra es todas las palabras, es la historia de las lenguas. Ese tema está hecho como un vaivén de confusión en el que la melodía está hecha por contrapuntos y no queda clara cual es la melodía principal, porque se va de una voz a otra constantemente.
Al final se produce una especie de juego sinestésico, porque la idea es hacer una traducción libre de los colores. A veces hago el juego con el público, de preguntarle qué color creen que estoy tocando y las respuestas son muy enriquecedoras. La cuestión de la participación real es muy importante, la de tratar al público de una forma seria, no dando palmas como niños.
En los conciertos llevo también proyecciones y llevo una serie de elementos que, lejos de decir “esto es así”, sugieren. Se trata de presentar un atractivo, que me gusta más que el concepto de belleza, el atractivo puede ser horrendo, y de eso se trata.
¿Puedes hacer un pequeño resumen de lo que significa para ti este disco?
Abe Rábade: Este disco entronca con lo que siento desde hace relativamente poco tiempo. Estoy intentando pulir un lenguaje musical híbrido. Noto por primera vez que soy capaz de hilar y de encontrar un sentido a lo que me interesa del arte y de la música. En particular intento sintetizar tres pilares: El jazz, la música clásica y la música tradicional, especialmente la de Galicia.
Compra tu entrada en: https://www.circulobellasartes.com/eventos/abe-rabade-trio-4/