Texto: Pedro Andrade
Fotos: José Luis Luna
Pedro Andrade entrevista para Más Jazz Magazine al contrabajista y compositor Baldo Martínez con motivo del lanzamiento de su último trabajo, Música Imaginaria. Un proyecto apadrinado por el Festival de Jazz de Vitoria a partir de una residencia musical que llevó la propuesta del músico gallego a los escenarios del mismo festival en 2023 y que recientemente se ha publicado en disco. Durante esta nueva edición del festival, Baldo Martínez ha tenido la posibilidad de presentar su trabajo a los medios de comunicación y hemos aprovechamos la ocasión para charlar sobre el proceso creativo, los músicos y la gestión y ayudas recibidas para llevar a cabo esta nueva producción.
¿Cómo surgió la idea de “Música Imaginaria” y de qué manera se ha llevado a cabo la participación del Festival de Jazz de Vitoria en la producción del disco?
Baldo Martínez: Como en toda producción hay un trabajo detrás y necesitas una buena organización. Somos seis músicos que, si marcas una línea continua señalando los sitios en los que vivimos cada uno, haríamos un círculo por toda la península y un punto en medio que sería Madrid, que es donde vivo yo. La complejidad de juntar a todos era muy importante. Además, llevar a cabo el proyecto y poder trabajar la música partiendo de cero requería ayuda. Se me ocurrió, como yo no tenía los medios para poder hacerlo, proponer al festival de Vitoria hacer una residencia y que ellos sirvieran un poco como el sustento para que este proyecto pudiera salir adelante. Lo propuse a finales del 2022 y ellos aceptaron de muy buena gana, así estuvimos, pues eso, dos tres días preparando todo lo fundamental para sacar el proyecto adelante.
Es una cosa de la que no solamente siempre estaré muy agradecido, sino que me parece que es una de las mejores cosas que pueden hacer los festivales: colaborar con la música, hacer que la música surja y que no sea simplemente una exposición de, entre comillas, “figuras” afortunadamente es algo con lo que el festival de Vitoria juega desde hace años. Eso ha hecho que se pudiese subir al escenario esta música como lo hicimos el año pasado en la última edición del festival y después, a raíz de eso, surgieron una serie de conciertos. Finalmente, nos metimos en estudio y lo plasmamos en el disco. Bueno, ese ha sido el recorrido hasta el momento.
Las composiciones del disco son todas tuyas. ¿Cuándo se propone la idea al festival las ideas ya están ahí o las tenías en la cabeza? ¿Tenías en mente las composiciones pensando en los instrumentos y en los músicos que iban a participar en el proyecto?
Baldo Martínez: A mí me gusta mucho componer, me gusta mucho imaginarme nuevos proyectos y desarrollar lo que yo tengo dentro y, además, ir un poco caminando dentro de la música que es lo que me da la vida, una gran parte de mi vida. Entonces resulta que me planteo hacer un proyecto sobre dos pilares, que son: el acordeón y el vibráfono. Dos instrumentos que me parece que tiene un sonido muy particular y, sin meternos mucho en detalle más técnico, me parecen que proyectan una sonoridad muy particular. Había trabajado en distintas ocasiones tanto con vibráfono como con acordeón y me parecía que podían ser instrumentos que hicieran surgir una música distinta y, además, es lo que me gusta a mí, meterme en lugares que no conozco para ver qué pasa. Entonces pienso también que tenemos una formación que tiene que tener, por supuesto, un contrabajo, claro, me gusta trabajar siempre con batería, pero con una mentalidad abierta y después trabajar también con vientos, instrumentos melódicos etc. Había dos músicos que tenía claro quiénes serían: Lucía Martínez con la que llevo trabajando muchos años, más de quince, no sé, unos dieciocho años, y nos entendemos muy bien, después Juan Sáiz con el que además compartimos junto a Lucía, un proyecto a trío. Ahora, había tres músicos más que tenía que buscar y que finalmente fueron: João Barradas al acordeón, después Andrés Coll al vibráfono y Julián Sánchez en la trompeta, tres músicos con los que nunca había tocado, que incluso no conocía personalmente y con los que prácticamente no había habido ningún contacto, prácticamente éramos como tres desconocidos.
Cuando compongo la música estoy pensando en los instrumentos, pero no en los músicos, porque no los tengo aún, sin embargo, al mismo tiempo sí que pensaba en qué tipo de músico quería, no con nombre propio, sino en el tipo de músico que estaba buscando, qué trompetista estaba buscando, qué forma de abordar el acordeón me gustaba, llámalo capricho o lo que sea, que no lo es, sino que es pensar en cuál es el músico, ya no digo ideal, sino el que yo había imaginado. Entonces voy haciendo esa selección y me sale esto.
En cuanto a la música, hay algún tema en concreto que está compuesto hace no sé cuántos años, pero que siempre estuvo en un cajón, no tuvo salida porque no encajaba dentro de ninguno de los proyectos que había hecho antes y la mitad de la música la compuse inmediatamente antes de llevarla al escenario, incluso hay un tema que fue compuesto una semana antes, curiosamente fue el primer tema que ensayamos y es el tema con el que abrimos tanto el disco como el concierto. En fin, los temas los fui componiendo poco a poco, había alguno que estaba ya algo desglosado y fue en un periodo de algo así como de un año o año y medio que me ocupó desarrollar todas las ideas que tenía en la cabeza, pero con una intención también no de hacer una obra que tuviese un hilo conductor, sino como algo que es como un compendio de lo que yo he ido haciendo y voy haciendo con la música.
Respecto al disco, si lo escuchamos vemos que hay diferentes elementos que se combinan de una manera orgánica. Cuéntanos cuánta pizca de composición, cuánta de improvisación y cuánto de tradición hay en el disco, y también, cómo es posible que se genere esa simbiosis de estos tres elementos de una manera tan natural.
Baldo Martínez: ¿De dónde viene y cómo se combina todo eso? (risas). Yo siempre lo digo, yo soy más intuitivo, más visceral que reflexivo con ciertas cosas. No es que escape de la parte más técnica y más de cabeza, sino que creo que como la música es emoción tengo que buscarla ahí. Yo cuando me pongo a componer o desarrollar una idea tiene que decirme algo. Si no me dice nada, puede ser lo más sofisticado del mundo, lo que está mejor hecho o con un desarrollo fantástico, pero si a mí no me dice nada… entonces eso será para otro.
Entonces, ¿cómo todo eso se combina?, para mí lo más complicado y para mí es el mayor desafío es la composición y la improvisación, es decir, componer porque la composición me gusta mucho y me siento realizado con ella y además necesito hacerla para comunicar, tiene que estar en un equilibrio con la improvisación, tiene que estar en función de la improvisación pero al mismo tiempo la improvisación tiene que formar parte de la composición, es algo muy complejo que yo mismo no sé cómo se hace, no lo hago de forma racional, lo hago más bien de forma intuitiva y es como irse encontrando obstáculos en el camino, obstáculos que tienes que resolver, eligiendo la mejor opción que aparezca. Ahí es donde la imaginación tiene mucho que hacer, imaginarme cómo esa composición me va a llevar a un espacio en el cual los músicos se van a expresar libremente, libremente, quiero decir, libres con su discurso y no con lo que yo les diga o lo que la composición dicte. En cuanto al hecho de que pueda haber referencias folclóricas y demás, yo creo que eso es lo que cada uno lleva dentro.
Cuéntanos la historia del corte siete y el corte ocho del disco, me parece muy interesante y una anécdota curiosa que explica en cierta medida esto que estamos comentando en cuanto a la parte compositiva e improvisada del disco
Baldo Martínez: El corte ocho es una introducción que pertenece al último tema “Danza imaginaria”. Es una introducción que está planteada de una manera libre y es un corte muy pequeñito que fue una introducción que hicimos en el festival en Oviedo y surgió de una manera natural. Nos pareció que tenía, no sé, una magia especial y por eso lo metimos en el disco y, decidí meterlo no como una introducción sino como el cierre, como dejando, después de toda la música que has escuchado, de todo el viaje en el que vas de un lado a otro, un espacio abierto. Es una introducción a lo que viene después, que no se sabe lo que va a ser porque es el final del disco.
¿Crees que, en la música actual, no me refiero solamente a las plataformas más mainstream, sino también a la producción de música jazz, hay falta de imaginación y mucha reproducción?
Baldo Martínez: Yo soy un músico de una generación en la que aprender consistía en escuchar discos y encontrar a algún músico que te contaba cómo se hace esto cómo se hace el otro. En aquella época existían pequeños cursos de verano, digamos de cuatro o cinco días, lo que eran los seminarios de jazz de gente que venía de Estados Unidos, entonces tú cogías todo eso e ibas creando tu propio lenguaje y así salían los músicos de esa época que son muy muy muy particulares. Aquí en España el más conocido es Jorge Pardo que tiene una formación flamenca profunda pero que es muy particular, muy único. Me comentaba Jorge que, en Nueva York, una vez que estaba de gira con Paco de Lucía llegó a la jam de un club, entonces cuando le tocó a él subir al escenario, él que tiene mucho que decir y tiene una técnica que utiliza muy bien para lo que él quiere expresar, los músicos que estaban allí le preguntaron: ¿cómo haces eso?, ¿cómo consigues eso con la flauta, con el saxo? Entonces al final, lo que quiero decir, tiene mejor resultado ese aprendizaje de tu propio lenguaje que lo otro. Ahora mismo hay escuelas de un alto nivel en las que salen músicos con veintidós años licenciados que tocan a un nivel tan alto que, no solamente yo nunca llegaré a tocar como ellos a nivel técnico, quizás con otra vida (risas), pero… cuál es la cuestión, que yo y los músicos de mi generación hemos ido aprendiendo la técnica en función de lo que necesitábamos, haciendo un trabajo más lento, un trabajo artesanal, pero al mismo tiempo que tiene un sentido.
En la música vas necesitando cosas, herramientas con las que vas creando tu propio lenguaje. ¿Qué sucede con la gente que sale de las escuelas?, cuando salen se encuentran con que tienen una información técnica bestial, que en cierto modo se la han impuesto, es decir, ellos no saben todavía para qué la necesitan, no saben cuáles son sus necesidades, están aprendiendo la técnica por aprender la técnica, porque necesitas una técnica para llegar a hacer música, pero no en función de su música. Entonces, qué sucede, claro, lo que tenemos es que no somos creativos, sino que somos más imitadores de lo que ha habido y de lo que hay y tenemos que aprender a buscar nuestro lenguaje, coger lo que nos interesa de un sitio y de otro y para eso necesitas tiempo. A mí me habría gustado tener un aprendizaje profundo a nivel técnico porque eso me daría también unas herramientas que yo a lo mejor no tengo, pero claro, al final estamos en lo mismo, se necesita tiempo. Nosotros hemos ido más lentos, pero en el camino siempre hemos estado aprendiendo y puliendo nuestro propio lenguaje.
Cuáles son los planes para futuro con este proyecto y con los que vienen trabajando habitualmente.
Baldo Martínez: Con este proyecto, con el sexteto, hemos tenido la suerte de que desde su nacimiento hace ahora un año hasta la publicación del disco, hemos tenido unos cuantos conciertos, todos conciertos que han estado muy bien, porque han sido conciertos con mucho público en lugares muy buenos, desde el Auditorio Nacional de Madrid, el Festival de Jazz de Lugo, en distintos teatros, etc. A partir de ahora hemos crecido, pero tenemos que seguir creciendo. De momento hay un concierto cerrado para el año que viene en Ferrol y tenemos que seguir trabajando en esa dirección.
Después, aparte de esto, ahora mismo tengo varias cosas en la cabeza, pero las dos cosas que están funcionando son: un cuarteto que es “Edición especial” con Román Filiú en los saxos, Chema Saiz en la guitarra, Pier Bruera en la batería que es un proyecto muy energético que hay que escucharlo en directo, ya que todavía no hay disco y después, otro proyecto es “Sons Nus” que se creó hace unos quince años junto a la cantante Maite Dono que es la que estuvo dentro de Projecto Miño la mayor parte del tiempo; hemos estado un tiempo separados pero ahora lo hemos retomado otra vez y estamos trabajando sobre material nuevo. Esas son digamos como las tres cosas con las que estoy ahora mismo.
Entrevista con Baldo Martínez