Entrevista: Jaime Bajo / Fotografías: María Fuster
A su retorno de Ámsterdam, la joven saxofonista y compositora barcelonesa se sitúa al frente de tres proyectos (trío, quinteto y The Bop Collective) que, partiendo de su confesado gusto por el jazz más clásico (probable impronta de su etapa formativa en la Sant Andreu Jazz Band), tienen un enfoque claro hacia el baile, persiguiendo el groove a través del ritmo.
No todo el mundo sabe que, durante un tiempo (2008-2011), formaste parte de la Sant Andreu Jazz Band bajo la dirección de Joan Chamorro. ¿Qué valor concedes a este periodo de tu vida, a las enseñanzas recibidas por parte de Joan y de quienes han sido tus compañeros, y hasta qué punto marca el desarrollo posterior de tu carrera como jazzista?
Siempre digo que haber formado parte de la Sant Andreu Jazz Band no tiene precio y que es una de las razones por las que he terminado dedicándome a la música. Pero mi escuela principal fue Pau Casares, saxofonista y clarinetista de La Vella Dixieland. Recuerdo que iba cada fin de semana a su casa y nos pasábamos toda la tarde escuchando a Sonny Stitt y me enseñaba a fijarme en el sonido y en el lenguaje característico de este estilo. Me hizo ver la importancia de conocer la armonía de los temas y a definirla mientras improvisabas un solo. Nos pasábamos horas intentando conectar acordes. A las enseñanzas de Joan y a mis compañerxs de la Sant Andreu Jazz Band también les doy un enorme valor. Casi que no puedo concebir una cosa sin la otra, pues todos aprendíamos de oído los temas, los solos, “riffs”, “backgrounds”… Incluso nos sabíamos los solos de los demás y muchas veces los cantábamos. Era como un juego. La manera que tiene Joan de transmitir esta música es buenísima, porque hace que interioricemos este lenguaje de una manera muy natural. De ésa época aún puedo cantar solos de Marshall Royal, Johnny Hodges, Lester Young, Lou Donaldson o Charlie Parker.
Joan tiene una forma muy determinada y acotada de entender qué es jazz y qué no lo es, y las grabaciones de sus proyectos y artistas tutelados tienen un determinado sello. ¿Fue complicado desembarazarse del tutelaje de Joan para marcar un sendero propio?
No sé si Joan tiene una forma acotada de entender el jazz o no. Creo que es pertinente diferenciar entre el gusto personal de cada artista con el conocimiento que este pueda tener sobre un tema y su opinión al respecto. Es decir, yo puedo decidir tocar bebop, pero eso no significa que considere que el jazz empieza y acaba ahí. En cualquier caso, creo que esta afirmación deberíamos planteársela directamente a Joan. Dicho esto, lo que hace Joan es regalarnos una base musical muy sólida. Nos enseña el lenguaje a través de los “standards”, del swing, del dixieland y de la música para big band cogiendo referentes de calidad como Duke Ellington y Count Basie. Nunca he tenido la sensación de que esto me haya condicionado a la hora de decidir qué hacer con mi carrera musical. De hecho, todo lo contrario: Joan nos dió unos cimientos que él consideró importantes, pero siempre nos ha animado a seguir nuestro propio camino.
¿Has encontrado ya una forma de decir propia o estás aún en proceso de búsqueda? ¿Qué elementos o signos son los que definen tu firma como música?
Mi música se caracteriza por tener un groove o ritmo determinado y presente. Me gusta que tenga carácter de baile y que las melodías estén conectadas al mundo de la canción, que tengan una línea interesante pero que no sean difíciles de recordar. La armonía que va por debajo, ya es otra cosa; me gusta mucho conducir y conectar las voces intermedias.
Tras tu paso por la Sant Andreu Jazz Band, profundizas en tu formación en el ESMUC, donde disfrutas de las enseñanzas de Xavier Figuerola o Eladio Reinón, obtienes el título superior que te acredita como saxofonista de jazz y participas en iniciativas como el ESMUC Jazz Project. ¿Consideras que la formación en música moderna que ofrecen centros como ESMUC, Musikene, Berklee Valencia o la Escuela de Música Creativa satisface las expectativas del músico sobre su formación?
Creo que la ESMUC tiene muchas cosas buenas y es un centro que te ofrece la posibilidad de aprender mucho. Tiene profesores ejemplares que te guían muy bien y que te enseñan contenido interesante y necesario. Pero, y hablo de la época en que estudié yo, tambien hay profesores que están muy apalancados en el puesto de trabajo y que no cumplen para nada con las expectativas de los estudiantes. Hay muchas cosas que pueden mejorarse, que van desde el programa educativo y sus asignaturas, hasta aspectos de la infraestructura del edificio. Pese a todo, yo tengo un buen recuerdo. Fueron unos años en los que conocí a muchxs músicxs y en los que no paré de tocar.
Al igual que te ocurrió a ti con el Máster que culminaste en Ámsterdam en 2016, ¿por qué se dan tantos casos de jazzistas españoles que deciden formarse más allá de nuestras fronteras? ¿Hasta qué punto es necesario ese encuentro y contraste de ideas con músicos de otras latitudes para encontrar una manera propia de expresión?
Creo que es muy enriquecedor ver otras escenas, pues aunque todos podamos tener los mismos referentes en los discos, cada ciudad tiene variantes, se programan otros conciertos, la cultura es diferente, etc. Ámsterdam y los Países Bajos, por ejemplo, tienen mucha tradición jazzística y han podido ver y escuchar muchos de los músicos más destacados del jazz.
Más allá de la cantera educada en la Sant Andreu, hemos visto florecer en los últimos años a una nueva generación de jazzistas catalanes, tanto fieles a los patrones más ortodoxos como portadores de ideas vanguardistas para ampliar los horizontes del género. ¿Te sientes parte de una generación que va a sentar los cimientos de una nueva escena?
No sé si vamos a sentar cimientos o no, pero sí que tengo el sentimiento de que formo parte de la escena y del colectivo de músicxs de esta nueva generación.
Si tienes que mojarte, ¿eres más partidaria de defender la tradición o de un diálogo con otros géneros que dilate su perspectiva?
Me gusta la tradición y creo que, de momento, está muy implícito tanto en mi forma de tocar como en mi forma de componer. Aunque escucho muchos géneros musicales y, a mi manera, los utilizo para mis propias composiciones y arreglos.
¿Con qué otros proyectos contemporáneos y del ámbito catalán te identificas, por similitud de ideas o por la forma de concebir la música?
Otros proyectos del ámbito catalán que me gustan mucho son: el grupo liderado por Oriol Vallès y Joan Casares Smack Dab, el trío de Santi de La Rubia o el proyecto Textures de Óscar Latorre.
Siempre me ha dado la sensación de que Catalunya es una tierra abierta en cuanto a mentalidad y receptividad para la cultura, y, sin embargo, ha costado que el jazz arraigue y que se genere una industria próspera (público, salas, sellos, medios, jam sessions, festivales…). ¿Consideras que la infraestructura existente es suficiente como para que prospere una escena de jazz?
Falta infraestructura, falta público y faltan ayudas al jazz, a la música y a la cultura en general.
¿Qué rol debe desempeñar cada elemento implicado (música, mánager, promotora, periodista, programador…) para conseguirlo a medio plazo? ¿Ves posible generar sinergias entre los diferentes agentes del jazz?
Creo que tiene que haber un trabajo más cuidadoso en la programación de festivales y salas, y saber gestionar mejor las pocas ayudas que hay. Los clubes o ciclos más pequeños deberían tener un programador especializado en la materia y que consiguiera crear una programación apetecible y de calidad, cosa que, viendo el panorama jazzístico actual, creo que es posible. Lo mismo creo de los festivales más grandes, y, además, pienso que estos deberían apostar más por músicos locales y destinar más presupuesto a dichos proyectos. Precios asequibles para toda la ciudadanía. Público dispuesto a pagar 5 euros por un concierto sin que le parezca caro.
En la actualidad simultaneas un par de proyectos en los que te mantienes al frente, The Bop Collective e Irene Reig Quintet. ¿Por qué has decidido compaginarlos?
The Bop Collective, VIEWS 5tet y también el trío. Lxs músicxs estamos acostumbrados a llevar simultáneamente diferentes proyectos y a tocar como “sidewomen” en los proyectos de tus compañerxs.
¿Qué sesgo das a cada uno de ellos y cuáles son los criterios para decidir el destino de cada composición?
Normalmente, cuando escribo, ya lo hago pensando para qué formación lo estoy haciendo. Es más, muchas veces incluso pienso en la persona que lo va a interpretar. Eso no significa que si hay un tema que me gusta y que tiene las características para adaptarse a otras instrumentaciones, lo arregle y lo toque con otra formación. El caso más extremo que me viene a la cabeza es un tema que compuse hace un par de años que se llama “Mira” y del cual tengo un arreglo para big band y otro para mi trío de saxo, batería y contrabajo.
¿Hasta qué punto dejas que los músicos que forman parte de estos proyectos intervengan y aporten ideas que enriquezcan las tuyas, o tienes bastante claro qué pretendes con cada composición?
Cuando se trata de mis proyectos, siempre decido yo, aunque acostumbro a estar abierta a propuestas y opiniones.
Uno de los últimos pasos emprendidos por algunos músicos afines ha sido el de lanzar un sello / plataforma de difusión, The Changes, para dar salida a vuestros trabajos y permitirles alcanzar la difusión que quizá no lograrían de haberlos lanzado como autoediciones. ¿Cuáles son los propósitos que se plantean desde The Changes y por qué se produce esta confluencia de intereses entre músicos?
The Changes es una plataforma que pretende visibilizar y promover la música actual y las nuevas aportaciones artísticas. Trabajamos de manera autogestionada, somos un sello discográfico independiente y actuamos como red entre lxs músicxs y el público para facilitar la transmisión artística y la creación cultural. The Changes nace a partir del retorno de las seis personas que lo forman a la ciudad de Barcelona. Después de haber estado viviendo fuera en ciudades como Amsterdam, New York y Graz, teníamos muchas ganas de unir fuerzas y crear este colectivo. Esto coincidió con la realización del disco de Pol Omedes, “Bon Viatge” y del de The Bop Collective, “Iaspis”. Todo fue bastante rodado.
¿Qué límites os fijáis en cuanto a géneros musicales, proyectos a englobar, etc.?
Con la discográfica nos gustaría crear un catálogo de calidad, que nos guste y en el que se refleje, de una manera u otra, la tradición del jazz. Esto no quiere decir que vayamos a sacar solamente swing. De hecho, los cuatro discos que tenemos disponibles son muy diferentes entre sí y nos gustaría abarcar un amplio abanico de estilos.
¿Qué campos de la industria musical os proponéis abarcar?
Como comentaba, somos también una plataforma y lo que queremos es poder programar música, organizar eventos y ciclos musicales, y cualquier actividad que esté relacionada con la transmisión de esta música por la que nos desvivimos.