Texto: Ezequiel Paz
Fotografías cedidas por el Festival Internacional Canarias Jazz & Más
Chucho Valdés e Irakere – 50 Aniversario (5 de julio). Auditorio de Tenerife
El pasado 5 de julio, daba inicio el menú de jazz latino del Festival de Jazz más arraigado en las Islas Canarias en los últimos treinta años. Abrió boca el concierto de Chucho Valdés e Irakere, celebrando el 50 aniversario de la creación de la legendaria agrupación. Fue una noche mágica en la que Valdés, con su inconfundible maestría al piano, nos transportó a través de cinco décadas de la historia de la música popular cubana.
Desde el primer momento, quedó claro que estábamos ante una leyenda viva del jazz latino y ante, quizás, el mejor pianista del mundo, al decir de su papá, el ínclito Bebo Valdés. Los clásicos de Irakere resonaron con una fuerza renovada, fusionando ritmos afrocubanos con el jazz más ortodoxo. Cada miembro de la banda aportó su virtuosismo, destacando especialmente los solos de saxofón y trompeta de Fleites y Avenhoff Jr., que electrizaron al público. Acompañaban a Valdés su hijo Julián en la percusión menor; José A. Gola, inmenso en el bajo eléctrico y acústico; Horacio “El Negro” Hernández dueño de unas batidas deudoras del mismísimo Changuito. Complementaron el combo Roberto Jr. Vizcaíno Torre en el olimpo de la percusión mayor, titánico a las cinco congas; Eddie de Armas Jr. y Osvaldo Fleites, sin mácula a la trompeta; Luis Beltrán y Carlos Averhoff Jr., recios y a la vez dúctiles en el saxofón; y Ramón Álvarez como vocalista-animador de fina ritmática, como dirían los cubanos.
El repertorio demostró que los sonidos de Irakere no se quedaron en los años ochenta con D ´Rivera, Sandoval y compañía, sino que han seguido su progreso en el tiempo. Se interpretaron standards como “Stella By Starlight” (en la alucinante versión de Chucho: “Stella va a Estallar”),“Tango Africano” un himno a las polirritmias africanas que hicieron lucirse, incluso con complejos solos al únisono a Vizcaíno Jr. a las congas y “El Negro” Hernández a la batería. Luego mitigó aparentemente las revoluciones Chucho con un popurrí de arias de Mozart que pronto se convirtieron en un festival de explosión timbera que habría hecho las delicias de cualquier vanvanero. Le siguió “Conga Danza”, otro homenaje a la cultura yoruba y el infaltable hito “Bacalao con Pan” que el público que abarrotaba el Auditorio de Santa Cruz aclamó bailando en las estrechas filas de butacas, mal diseñadas, todo hay que decirlo, por Santiago Calatrava.
El octogenario Valdés se mostró orgulloso del talento joven que le acompaña en esta nueva andadura, y días antes de recalar en Tenerife para actuar en el festival Canarias Jazz y Más declaró que, pese a su juventud, los músicos elegidos están encantados de trabajar con él, ayudándole a generar nuevas ideas, ritmos y experiencias en un ejercicio de retroalimentación constante. Quizás por eso a mitad de recital presentó en sociedad a su hijo menor, Julián que con dieciocho recién cumplidos manejó a su antojo chékere y bongóes, toda vez que dos monstruos como Vizcaíno Jr. y Hernández lo arropaban. El jovencito del grupo fue jaleado por los presentes cuando Chucho anunció que este 2024 comenzará sus estudios superiores de música. En suma, fue una velada de celebración y homenaje, donde la nostalgia y la innovación se dieron la mano, recordándonos por qué Irakere fue, es y será una referencia ineludible en el panorama musical del latin-jazz mundial.
Harold López-Nussa Cuarteto – “Timba a la Americana” (6 de julio). Plaza del Médano
El sábado 6 de julio, me dirigí a la populosa localidad windsurfera de El Médano (Granadilla) para disfrutar del concierto del pianista afrocubano Harold López-Nussa, quien se presentó en cuarteto en esta nueva edición de Canarias Jazz y Más. La atmósfera estaba cargada de expectativa, y desde que López-Nussa comenzó a tocar, quedó claro que estábamos ante una experiencia musical que iba más allá de lo convencional.
“Timba a la Americana”, su último trabajo discográfico en Blue Note, que viene apadrinado por Michael League de Snarky Puppy, fue el eje central del concierto. Con temas como “Rumba para Bebo” y “Calle 54”, López-Nussa mostró su virtuosismo y su capacidad para fusionar ritmos cubanos con influencias del jazz estadounidense, creando una experiencia musical mas allá de toda duda. Vino acompañado por Grégoire Maret en la armónica, Luques Curtis en el bajo y Ruy Adrián López-Nussa en la batería.
Cada pieza fue narrada con pasión y precisión. La interpretación de “Mal du Pays” fue particularmente conmovedora, cargada de añoranza y saturada con el agridulce anhelo conocido como saudade, pero tamizado siempre por los aires caribeños. La mezcla de elementos folclóricos y futuristas, sin perder el insoslayable tumbao acelerado en “Conga a la Americana” sugirió digresiones surrealistas, mientras que “Afro en Toulouse” exploró ritmos intrincados que transportaron al público a un viaje sonoro lleno de matices y emociones en el que Gregiore Maret entró en trance con un magnífico sólo de free jazz que incluyó en tándem al batería hermano de Harold, Ruy. El repertorio incluyó “Funky” y “Rat-A-Tat” donde demostraron la capacidad del cuarteto para navegar las complejidades rítmicas y melódicas propuestas, con una fluidez impresionante, hija de la sapiente ortodoxia pianística caribeña del ya sobresaliente sobrino de Henán López Nussa. Salimos de allí con las pilas cargadas y esperando la siguiente cita.
Estrellas de Buenavista y Más (13 de julio). Plaza Salytien, Las Américas
El 13 de julio, en Las Américas, Adeje, el escenario se iluminó una vez más con la actuación de Estrellas de Buenavista y Más. Este colectivo de músicos cubanos, compuesto por miembros originales del Buena Vista Social Club y jóvenes y -no tan jóvenes- promesas, ofreció un espectáculo cargado de energía y tradición. El son cubano inundó el ambiente, contagiando al público con su ritmo y alegría.
El grupo, bajo la dirección musical de Pancho Amat, uno de los más laureados treseros vivientes, incluyó a los vocalistas Carlos Calunga, Lázaro Villa y Arahí. Además vinieron el talludito percusionista Ángel Terry; el saxofonista Javier Zalba; el contrabajista Pedro Pablo Gutiérrez; y otros talentosos músicos como el trompetista y productor Manuel Machado, Kiko Ruíz, Alejandro Falcón, Jean Roberto San Cristóbal y Rosenio Perdomo. Cada integrante tuvo su momento para brillar, con solos que arrancaron ovaciones de la audiencia.
La combinación de experiencia y juventud resultó en una interpretación fresca y dinámica de los clásicos del son. Boleros imborrables como “Confluencia” o “Dos Gardenias”, guarachas y sones como “El Cuarto de Tula” y “Candela” resonaron con una fuerza que hizo imposible no levantarse y bailar. Pero el verdadero plato fuerte siempre llega con el hímnico “Chan Chan” de Compay Segundo. Este hito de la música guajira oriental de la Antilla Mayor, está ya incrustado en el inconsciente colectivo planetario y, una vez más se pudo comprobar por la reacción del público, quien se vio empapado de una energía vibrante y contagiosa que parecía no tener fin. Fue una noche de celebración de la cultura cubana, donde la música y la danza y el guajeo se unieron en una fiesta inolvidable que cautivaron al público de Canarias Jazz y Más.
Chris Potter, Brad Mehldau, John Patitucci y Jonathan Blake presentan “Eagle’s Point” (23 de julio). Teatro Leal, La Laguna
El 23 de julio llegó el que, para mi gusto, fue el plato fuerte del festival Canarias Jazz y Más, con la actuación estratosférica del cuarteto compuesto por Chris Potter, Brad Mehldau, John Patitucci y Jonathan Blake. Este supergrupo de jazz, una de las cimas del panorama mundial actual, ofreció un concierto que se podría describir como una clase magistral de virtuosismo, creatividad y condensación de contemporaneidad jazzística.
Jonathan Blake sustituyó en directo al batería original del álbum Eagle’s Point, Brian Blade, pero, lejos de pesar, este hecho avivó la química entre los músicos que fue de menos a más, dando fruto a una interpretación cohesiva y llena de energía. El disco, lanzado por Edition Records, se presentó en el Teatro Leal de La Laguna con una meticulosa atención al detalle y pasajes de quintaesenciada inspiración.
Chris Potter se ha consolidado como una figura dominante en la escena global del jazz, conocido por su profundo impacto e innovación como saxofonista. Con una carrera marcada por la maestría técnica y un enfoque imaginativo tanto en la composición como en la improvisación, Potter ha influenciado a toda una generación de músicos. Eagle’s Point es un testimonio de su brillantez como compositor, instrumentista y líder de banda, reuniendo a tres luminarias incomparables: Brad Mehldau, John Patitucci y Jonathan Blake – en esta ocasión alter ego de Brian Blade-.
El álbum se caracteriza por su profunda comunicación y musicalidad entre los miembros, resultando en un diálogo sonoro excepcional. El concierto abrió con “Dream of Home”, una pieza que se despliega con acordes de piano etéreos y minimalistas, transportándonos a un mundo inconfundiblemente propio de Potter. La interacción entre los músicos fue tan sutil como poderosa, cada uno aportando su estilo distintivo, pero integrándose perfectamente en un todo armónico.
“Cloud Message” siguió con un sentido de propósito y un sonido de saxofón tenor audaz y carismático que capturó la atención de todos. En contraste, “Aira for Ana”, de tempos baladísticos, ofreció una demostración de maestría y matices, epitomizando la expresión y la comunicación total a través de una lírica sedosa pero densa, que sólo Potter sabe desplegar. Otros temas destacados del álbum como “Heart in Hand”, “Morning Bell” y “The Dreamer is the Dream” fueron interpretados con una sensibilidad y profundidad sin par.
En el entorno íntimo de este cuarteto, las narrativas musicales de Potter florecieron, marcadas por momentos de virtuosismo, ritmos contagiosos y esas melodías intrincadas tan características de Chris. La aparente contención de Meldhau en los solos, da lugar frecuentemente a un delicado esquema de acordes que, no pocas veces, el pianista norteamericano remarca con líneas melódicas sublimes a la mano izquierda, que luego sigue fraseando con la derecha creando larguísimos arpegios atemporales. Por su parte Patitucci demostró que sigue dominando a la perfección el arte del cuartero desde su impecabilidad contrabajística, cualesquiera sean sus contrincantes a batir en la justa jazzística. Blake, torrente incontenible con las baquetas o maestro de la filigrana con las escobillas, domina con maestría olímpica el difícil quehacer de la batería contemporánea y crea, como lo hacía Cecil Taylor al piano, complejísimos universos polirrítmicos que por momentos asemejan a un tren de mercancías desbocado.
Cada corte del disco Eagles´s Point resonó con el genio colectivo de este grupazo y elevó la expresión artística a niveles cimeros. Este cierre de lujo fue el broche perfecto para un festival que, una vez más, demostró por qué es un referente en el panorama musical nacional y europeo. Huelga decir que ya estamos esperando el siguiente, al igual que esperamos impacientes la próxima edición de Canarias Jazz y Más.