Como reza el prólogo del libreto del Festival de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid, en palabras de Amador Vega “la religión es un modelo cultural para abordar lo sagrado, pero lo sagrado no debe limitarse a la religión”. Desde esa perspectiva, la programación de esta última edición del festival, que se desarrolla durante la cuaresma, ha sido exquisita, ecléctica, rica en jazz, concienzuda, arriesgada y admirable.
Los 43 eventos del programa conforman un catálogo de propuestas, algunas de encargo, que se mezclan veteranía y juventud, talento nacional e internacional. Disciplinas puramente musicales son enriquecidas con danza o interpretación, y géneros tan ajenos como la música clásica, el jazz, el flamenco… algunos puros y otros no tanto, se acercan.
“En palabras de Amador Vega “la religión es un modelo cultural para abordar lo sagrado, pero lo sagrado no debe limitarse a la religión”.
En un momento en el que etiquetar, analógica o digitalmente, es casi una obligación autoimpuesta, es de agradecer la luz que arroja la fusión, en el aspecto más amplio del término. No hablo sólo de música, sino del propio contexto en el que han tenido lugar los diferentes conciertos del festival, contando con recintos como iglesias, abadías, teatros, etc. Lo pagano al encuentro de lo religioso, con la música como principal maestro de ceremonias. Una invitación a la convivencia, al conocimiento y enriquecimiento mutuo. No existe mayor bálsamo que sentirnos seguros y conectados con nuestro entorno, por muy escindidos que nos sintamos en ocasiones. Quizás esta reflexión pueda parecer descontextualizada, pero si algo consigue la música es reunir bajo una misma emoción a un conjunto de personas más o menos numeroso y heterogéneo, y eso es sagrado.
“Si algo consigue la música es reunir bajo una misma emoción a un conjunto de personas más o menos numeroso y heterogéneo, y eso es sagrado.”
Dicho esto, y como no se puede estar en misa y repicando, ante la multitud de propuestas del festival, todas ellas atractivas, elegí ir a misa y seleccioné dos conciertos cuya propuesta hacía salivar:
Antonio Lizana Quartet & Majid Javadi: Teatro de La Abadía
El joven cantaor y saxofonista Antonio Lizana reúne en su persona una frescura y sensibilidad seductoras, que mezcló perfectamente con el aplomo y sencilla sabiduría del coprotagonista de la noche, el maestro iraní Majid Javadi, Director de la Casa Persa de Madrid. Dos músicas de raíz, como la sufí y el flamenco, salpimentadas de jazz con pellizco, acudieron a encontrarse en el interior del Teatro de La Abadía, templo cristiano reformado de manera elocuente. Javadi, mostrando absoluta humildad y admiración por sus compañeros de escenario, asumió el papel protagonista durante los preludios e introducciones a los temas, cuyo desarrollo rítmico y armónico recayó fundamentalmente sobre el joven cuarteto de Lizana.
“Antonio Lizana (…) reúne en su persona una frescura y sensibilidad seductoras, que mezcló perfectamente con el aplomo y sencilla sabiduría del maestro iraní Majid Javadi.”
Dos cantes como el flamenco y el sufí, aparentemente inconexos en la forma, mostraron partir de una única raíz cuyas bifurcaciones son hijas del quejío. Canciones tradicionales persas introducidas por el setar o el daf desembocaron en tanguillos o seguirijazz con total naturalidad, repartiendo el peso rítmico entre el cajón de Epi Pacheco y los parches persas como el tambur. La excelente aportación del pianista Marcos Salcines y el bajista Tana Santana completaron el cuadro.
Hubo lugar también para la colaboración de dos bailarinas que, al ritmo que marcaban el daf y el ney o flauta persa, ejecutaron el llamado giro sufí. Y así, con un halo de cercanía y humildad, los músicos se disfrutaron mutuamente y empaparon al público de su propio gozo. Terminó el recital en una bulería culminada con un segundo giro sufí, en una lección de compleja sencillez donde el jazz se dio la mano con oriente y Cádiz en una amalgama inspiradora.
Ariel Brínguez Quartet, jazz about Bach: Centro cultural Paco Rabal.
Otros cuatro excelentes músicos resucitaron, si es que alguna vez murió, la música del genial Johann Sebastian Bach. Como el propio Ariel Brínguez afirmó, Bach fue el primer jazzero, a la vez que devoto religioso y maestro comprometido (recomendada su biografía a cargo de Anna Magdalena Bach). Su música ha sido admirada por intérpretes de jazz, heavies… o el mismísimo Frank Zappa, quien llegó a afirmar que “si hubiera conocido la guitarra el
éctrica, Bach habría compuesto para ella”.
“Brínguez ha sabido actualizar y enriquecer la música de Bach a base de be-bop y destellos de jazz latino, transpirando respeto de alumno y sabiduría de maestro. “
El concierto del cuarteto, joven pero sobradamente talentoso, manejó un rango dinámico extensísimo, que fluctuó sin tropiezos desde los preludios más barrocos a las improvisaciones jazzísticas del saxofonista cubano. Hubo espacio para el lucimiento del trío conformado por el contrabajista Antonio Miguel, el pianista Daniel García Trejo y el excelente batería argentino Andrés Litwin. La reinterpretación de piezas como la Misa en Si Menor o las Variaciones Goldberg, entre otras, dejó entrever el exhaustivo estudio del compositor alemán llevado a cabo por Brínguez, quien ha sabido actualizarlo y enriquecerlo a base de be-bop y destellos de jazz latino, transpirando respeto de alumno y sabiduría de maestro.
Enhorabuena a la Dirección del festival, encabezada por Pepe Mompeán, por tanta y buena música.
Texto de Kaplan y Fotografías de Pedro González