Texto: David Álvarez
Fotos: Daniel Gluckmann
Hace unas semanas tuve la oportunidad de entrevistar a The Harlem Gospel Travelers mientras preparaban su Rhapsody Tour 2024 (leer entrevista). En España ya se han encontrado cara a cara con el público de Santiago de Compostela en un concierto multitudinario que ha ocupado portadas en la prensa gallega y han pasado también por el Festival de Jazz de Santander. Anoche les tocó Madrid. Probablemente el éxodo estival hizo que la Sala El Sol estuviera poco abarrotada de asistentes, pero los que acudimos pudimos gozar de un concierto que superó las expectativas de muchos.
Aquellos que no hubieran disfrutado de The Harlem Gospel Travelers en directo y solamente tuvieran como referencia su música grabada, descubrieron que con un micrófono en la mano son menos decorosos y pulidos que en estudio, pero con creces más fervorosos.
Apareció la banda en escena liderada por el guitarrista Kyle Lacy, un rockabilly rubio de Atlanta que se ha asentado en los últimos años en Harlem, y presentó al trío en español. Ifedayo, Dennis y George salieron al ritmo de “Shake Your Body (Down to the Ground)” de The Jacksons pidiendo a la gente que bailara. Por unos instantes el anciano de iglesia tradicionalista que llevo dentro afloró asustado al ver a tres jóvenes negros vistiendo crop tops y lentejuelas, moviendo el culo al ritmo disco de Michael Jackson. Pero esta parte terminó rápido. En mis reflexiones posteriores casi me pareció una herramienta apologética para ganarse al público, una fanfarria para conectar con algo que a la mayoría les sonara familiar. A partir de ahí llegó el góspel y no lo dejaron ni un segundo. Aunque quizá las barreras lingüísticas hicieran que alguno en el público no se enterara, la hora larga de concierto que quedaba por delante fue un contenido explícitamente cristiano.
Justo se lanzaba al mercado ayer “Jesus Rhapsody, Pt. 1”, así que la usaron para empezar a ponerse serios. Es una versión del tema de “Preacher & The Saints” de 1974 que han rejuvenecido bastante. Después vino “We Don’t Love Enough” con un puente en el que se coló brevemente “War” de Edwin Starr seguida de “Nothing But His Love” que les compuso Eli “Paperboy” Reed para su álbum de 2022. Con “Have You Try Jesus” de los Bernard Upshaw Singers dejaron por un momento la atmósfera bailable y el público entró en el juego de levantar las manos.
En mitad de todo esto se coló “Keep Moving” de Kyle Lacy para dar un respiro a The Harlem Gospel Travelers y que volvieran con fuerza en “Fight On”. Es una reimaginación del espiritual negro “Hold On” que tanto se usó en la lucha por los Derechos Civiles y que en esta ocasión estuvo dedicada a Sonya Massey, una mujer negra asesinada en su casa de Illinois por un policía recientemente. “God’s In Control” y “God’s Been Good To Me” se metieron en un funk setentero que en las iglesias del Sur y del Medio Oeste de Estados Unidos de vez en cuando se sigue escuchando con algunos cuartetos que casi les triplican la edad. Antes de terminar no podía faltar una de sus canciones más escuchadas, “Look Up”. Se metieron tras la cortina y pensando que ya estaba cerca el final la gente pidió una más. Regresaron y se sentaron en el borde del escenario para interpretar prácticamente a capela una de sus primeras canciones, “Keep On Praying”.
La banda tuvo su momento a estas alturas del concierto. Además de Kyle Lacy estaban en la batería Roberto García y al bajo Ángel Herraiz. Pero, tengo que destacar el trabajo que hizo en el Hammond el asturiano Alejandro Heredia “HERE” al que THGT presentaron con un corito sacado de Lady Gaga. En cuanto a los cantantes, Dennis Bailey en directo ha sido todo un descubrimiento. Tiene un halo hip-hopero que hace que rapee en “Get Involved” y en sus movimientos aflora el popping constantemente. Su expresión gestual es de una claridad que se agradece, consigue hacerse entender casi sin palabras cuando canta. Ya conocía las habilidades vocales de George Marage, quien en esta ocasión además de regalarnos bastantes agudos que me resuenan a Mariah Carey, Patti Labelle o Chrystal Rucker, hizo uso de graves que no me esperaba. Ifedayo por su parte pone la cosa flamboyante de la que ya hablé en la entrevista anterior. Al comienzo del concierto pensé que el guitarrista era quien dirigía a la banda, pero luego quedó más que claro que era Ifedayo quien llevaba las riendas. Su ropa de lentejuelas apretada y gafas de sol no impidieron que predicara y diera su testimonio. Logró combinar el voguing, que no está tan lejos en sus orígenes de las iglesias negras, con una fiereza propia de un predicador tradicional. Creo que no había visto a nadie gatear así por el suelo gritando el nombre de Jesús desde hacía bastante tiempo. Ifedayo era como una especie de Dianne Williams -busca sobre ella, un mito del góspel de Chicago- pero en mitad de una discoteca madrileña.
Todo terminó con “I’m Grateful”, góspel para las pistas de baile, y se les fue de las manos con un praise break que convirtió la Sala El Sol en una iglesia. Cuando algunos ya abandonaban el lugar, se hicieron uno con la congregación hablando con la gente y fundiéndose en abrazos. Esperanzador encontrar en el público a un buen número de músicos de la escena española que tiene pinta de que tomaron buena nota de lo que presenciaron. Necesitamos en España más góspel como este, que en términos musicales y conceptuales ofrece una verdad, y menos visitas de viejas glorias o coros prefabricados para hacer otro tributo más a Aretha Franklin o B.B. King.