Texto de Federico Ocaña / Fotografías de Fernando Tribiño
Después de tres semanas en las que Takuya Kuroda se ha subido a dieciséis escenarios distintos, el penúltimo de los cuales había sido ya en nuestro país, en Barcelona, le tocaba el turno al Teatro Pavón, en el festival Villanos del Jazz. Insistió varias veces en ello el trompetista japonés. Queda descartado que se tratara de una excusa para entablar conversación con un público nuevo para él, también que lo hiciera para disculparse por el más que probable cansancio acumulado, y aunque deseara volver cuanto antes, tampoco encaja que quisiera finalizar el concierto lo más rápidamente como fuera posible.
Kuroda no tuvo ningún problema en interactuar con el auditorio, detenerse a explicar cada tema, presentar a los músicos. Bromeó con que la presentación del nuevo álbum, “Midnight Crisp” (First Word Records) se produjera sin la presencia física del mismo, contó anécdotas y dio datos sobre la complicidad con sus músicos, se metió al público en el bolsillo. Nadie pudo notar el cansancio, ni en él, ni en el trombonista Corey King, el teclista Lawrence Fields, el bajista Kyle Miles o el batería Adam Jackson. Desde el inicial “Rising Son”, uno de sus temas más conocidos, perteneciente al álbum homónimo publicado en 2014, el grupo se entregó a un jazz lleno de notas soul, funk, con bases pegadas al hip hop y solos de postbop (Corey King y Kyle Miles se movieron, es cierto, en el funk con más asiduidad). Kuroda juega constantemente con este extrañamiento entre las bases y el bajo y los solos y la mezcla suena divertida y bailable.
Había muchos motivos para el baile: el fin del tour, la primera visita a España de Kuroda como líder, la publicación del disco y la música, que puso en comunión al artista con los asistentes durante toda la noche, jaleos, silbidos de aprobación y aplausos mediante.
Del soul de Kuroda y Miles en el primer tema a la confirmación en el soul con “Time Coil”. King y Fields querían sumarse a la fiesta de este tema con toques de fusión asiática. Una de las grandes cualidades de Kuroda como líder es la escucha. Le gusta disfrutar del solo de cada músico y en todos los temas del directo el grupo se reduce a veces a la mínima expresión. Así el dúo de piano y batería en “Time Coil” o la introducción a “Do They Know”, tema de “Zigzagger”, un momento genuino, de contrapunto improvisado, de trompeta y trombón. Dentro de la potencia exhibida y una vez concluido el concierto, quizá este “Do They Know”, con King como vocalista, fue el momento de más zozobra, dentro de una calidad siempre muy alta, como mostró Kuroda en su solo.
Se nota que el grupo funciona mejor en el alto voltaje del funk y el hip hop que en las bajas presiones de la balada soul, que se divierten más en el vértigo. Como apuntábamos, Kuroda es capaz de disociar o aislar incluso a la rítmica y al solista. Ocurrió así con “Mala”, donde de nuevo logró con éxito que una batería frenética condujera a un ambiente de fusión que, sin ella, se habría quedado en una melodía suave, algo más movida en las líneas de la trompeta que en el piano de Fields, demasiado minimalista por momentos para lo que precisaba el tema, oscurecido por la labor de Adam Jackson, brillante en este como en otros tramos de la noche.
En beneficio de Fields, como del propio Kuroda, juega que dentro de ese recrearse en el trabajo de cada músico, los temas se pueden extender tanto como se quieran extender los solistas, lo que permite que las improvisaciones se desarrollen sin cortapisas, que quepa la exploración en un sentido y el contrario. En cada corte tenemos tiempo para escuchar progresiones truncadas y en fraseos ligados, por ejemplo, en el caso de Fields, figuras más largas y un tono más cálido y en soplidos punzantes, directos, con saltos interválicos y digitación endiabladamente rápida en Kuroda.
Con “It’s Okay” Kuroda nos trasladó a sus tiempos de la New York City’s New School, donde conoció a King y Jackson, a una de las “masterclass” que ofreció en ese contexto Roy Hargrove, junto con Lee Morgan quizá una de sus mayores influencias estilísticas. La frase del título la toma el trompetista japonés del maestro Hargrove: “Hey, horn players, it’s ok to play pretty melodies!”.
En la balada “Old Picture” encontramos un muy buen equilibrio entre piano y trompeta, sumándosele luego la batería, más tarde entre bajo, piano y batería. El solo de Miles acierta al moverse, o introducir al menos, en tonos graves que contrastan con los agudos que se reserva el piano. Pone el broche de oro a esta romántica composición un solo de trompeta sin acompañamiento. Con toques de humor tales como cambios repentinos de tempo hacia la velocidad del virtuoso y con un sonido deliberadamente sucio en esos fraseos, nos saca del tema con una sonrisa en ese contraste con la calma que se espera de una balada.
Aplaudido, solicitado por una amplia mayoría de los asistentes, puestos en pie, Kuroda reservó su vertiente más afrobeat para las dos propinas, la primera con un solo notable de Fields al teclado y un muy bien trenzado intercambio de breaks de trompeta y trombón. La celebración que supuso el concierto en general debía cerrar con un tema igualmente agitado. Este fue “Think Twice”, con King de nuevo como vocalista.
Aunque hubiera tiempo dentro de cada tema para todo, aunque durante el transcurso de la actuación cupieran temas de diversa motivación, con el cierre afrobeat, con la entrega del público hasta el último aliento del trompetista, quedaba claro que su música necesita espacio para la danza. Es lo que pedía, decíamos, una celebración como esta. Aunque lo más importante, ya saben, es hacer melodías bonitas.