Texto y Fotos: Daniel Glückmann
“Jacooooobo, Jacooooobo…” No sé si Jacob Collier entendió lo que coreaban las cinco mil personas que abarrotaban el Wizink Center de Madrid como si se tratara de un campo de fútbol. Pero lo que es seguro es que les devolvió un concierto hermoso del que todos salieron con una sonrisa en la boca deseando más, a pesar de las dos horas de emociones que “Jacobo” les dedicó.
Esto ocurría sin que él supiera que, al mismo tiempo, se anunciaba que el inigualable Quincy Jones, su mentor, había fallecido a los noventa y un años en su casa de Bel Air (California). Ambos mantenían una relación personal y profesional muy fuerte desde que Quincy Jones le “descubriera” como a tantos otros gigantes de la música de las últimas décadas. Estoy seguro de que en los siguientes conciertos de su gira, que comenzaba esa noche en Madrid, QJ estará muy presente. Que descanse en paz el genio.
Volviendo al Wizink, Collier transporta en este tour llamado “Djesee” (ya lleva cuatro álbumes con ese nombre) un escenario que bien podría situarse en el reino de las hadas y los elfos. Arboles iluminados, formas de todos los colores, una “montaña” con un banco de teca para ver las estrellas y los músicos repartidos por todo el paisaje. Los enormes camiones que estaban aparcados fuera dan cuenta del tinglado que va a llevarle, literalmente a concierto diario, por toda Europa (¿cómo hacen?).
La frase que encabeza esta crónica la pronunció Collier durante el concierto junto a otras reflexiones que sonaron muy sentidas, como todo lo que hace este multi-instrumentista, compositor, arreglista, productor y mil cosas mas de sólo treinta años nacido en Londres que lleva asombrando al mundo desde hace al menos quince. “Esto es una celebración de la vida”, exclamó.
Y ciertamente el artista y el publico se escucharon el uno con el otro gracias a la capacidad que tiene Jacob Collier de hacer cantar a toda la audiencia siguiendo las “ondas” que manda con su cuerpo y su voz que son seguidas por el público, actuando como un enorme coro y creando nueva música en cada concierto. No es broma. Realmente se crea una atmósfera emocionante de la que todo el mundo es literalmente, parte. Este fenómeno ha adquirido tal dimensión que Collier ha creado la Audience Choir, una aplicación gratuita por la que cualquiera puede crear música en base a los coros de todos sus conciertos. Merece la pena una visita.
Yo vi a Collier por primera vez en el Festival de Monterey de 2016. Allí corría como un loco de instrumento a instrumento y prácticamente lo hacía todo él solo, casi como en un circo. Han pasado varios años y su música tiene una madurez notable. Sigue saltando, siempre descalzo, del piano a la guitarra o a la percusión pero ahora hay una sólida banda con él para interpretar sus temas que vuelan del funk al pop o al soul con raíces jazzeras, que componen su repertorio. Me impresionó especialmente el toque acústico, que al piano y a la guitarra, transmite con su voz y sobre todo con la excelente cantante Alita Moses, que junto a Lindsay Loomis y Erin Bentlage forman un trío vocal muy consistente. Los cuatro se suben al banco de teca a lo alto de la montaña.
Los temas del concierto fueron básicamente los de su álbum Djesee Vol. 4, pero terminó con el “Somebody to love” de Queen con todo el mundo cantando de pie y yo diría que también a sus pies. Un fenómeno este “Jacobo”.