Jalen N’Gonda en Noches del Botánico: Joven, talentoso y negro

Texto: Jaime Bajo

@altonellis.weekend

Fotografías cedidas por Noches del Botánico

@nochesdelbotanico

 

“Joven, talentosa y negra. ¡Oh qué precioso y amado sueño es ser joven, talentosa y negra! Abre el corazón a lo que digo. En todo el mundo hay millones de chicos y chicas que son jóvenes, talentosas y negras. Y eso es un hecho. Deberíamos empezar a decir a nuestras jóvenes: tenéis un mundo esperando para vosotras. Vuestra es la búsqueda que acaba de comenzar”.

La célebre soflama reivindicativa que entonaba Nina Simone desde su condición de mujer afroamericana doblemente sometida, como mujer y como integrante de una minoría étnica -muy mayoritaria, por cierto, en los Estados Unidos de América-, por un poder masculinizado, blanco, heterosexual y católico que -no lo olvidemos- segregaba, vejaba, estigmatizaba y ninguneaba a todas las personas de piel negra, bien podría aplicarse para describir el surgimiento de un vocalista, músico y compositor de primera categoría como Jalen N’Gonda.

Un niño que creció devorando aquella caja de DVDs adquiridos por su progenitor de la icónica serie Raíces de 1977, que, ambientada en 1750, narraba las vivencias de Kunta Kinte, un hombre libre africano, descendiente de guerreros Mandinkas y obligado a renunciar a su libertad para ejercer, de manera forzosa, como esclavo en Norteamérica cuando apenas despuntaba a la edad adulta. En aquella caja encontró Jalen N’Gonda la razón de su existir musical: incluía un tráiler del documental sobre The Temptations. Cayó, por tanto, embrujado por el soul en sus algunas de sus formas más primigenias y auténticas: las armonías vocales de los tríos y cuartetos de la Motown.

No se equivocaron un ápice Gabriel “Bosco Mann” Roth y Neal Sugarman, factótums del sello neoyorquino Daptone Records, hoy uno de los claros referentes internacionales en la producción de géneros afrodescendientes como el soul, la salsa, el rocksteady, el reggae o el afrobeat, responsables de redescubrir y relanzar artistas como Sharon Jones, Charles Bradley o Lee Fields, al apostar por este joven talentoso y negro criado en Maryland y residente en Reino Unido para producir su exquisito álbum de debut en 2023, Come Around And Love Me.

No le acompañó en exceso el sonido cuando inició su actuación con “Rapture”, el tema que cierra el disco, habida cuenta de que su voz sonaba muy por debajo de la instrumentación que aportaban sus dos compañeros al bajo y a la batería, la expresión más austera de su directo -en Glastonbury, por ejemplo, añadió a su formación sendas coristas, percusionista y teclista-.

Pero no tardó en ir acoplándose y, una vez que su voz afloró de entre la (austera) instrumentación, pudimos comprobar que Jalen N’Gonda es poseedor de una presencia escénica y un carisma natural de esos que no se imparten en las múltiples escuelas de música creativa que brotan por doquier últimamente. Una condición con la que se nace y que no puede ser adquirida por mucho que uno se empeñe en convertirse en un soulman.

Aunque Jalen renunció de forma implícita a los ornamentos que la instalación le hubiera permitido -proyecciones audiovisuales, por ejemplo- o a dotar su puesta en escena de coreografías, supo ganarse pronto a la concurrencia sin prodigarse apenas en palabras. Así, consiguió que la audiencia se animara pronto al “juego sencillo” de corear con energía el “give me” en su resultón tema “Give me another day” o le acompañara en el estribillo de “That´s all I wanted from you” con la retahíla “nothing more, nothing less”.

La realidad es que con Jalen N’Gonda pudimos comprobar las maneras de un incipiente Michael Kiwanuka, tanto por la espiritualidad de su música -algunos pasajes del homónimo “Come Around And Love Me” nos retrotrajeron inevitablemente a los momentos más inspirados del Donny Hathaway de “Extensions of a Man” o del Marvin Gaye de “What´s Going On”-, como por el hecho de que su puesta en escena funciona de maravilla cuando apenas se expresa con el acompañamiento de su guitarra, como hizo para interpretar -y hacernos estremecer con- esa oda a las imperfecciones del ser humano que es “My Funny Valentine”, melodía que Richard Rodgers y Lorenz Hart compusieran para el musical de Broadway Babes in Arms en 1837 y que Chet Baker popularizara como un clásico.

Pero es que, sin estridencias y sin descubrir la pólvora tampoco -pues es deudor de los artistas que le precedieron en los sesenta y setenta-, en el repertorio, propio en su mayoría, de Jalen N’Gonda se condensa todo aquello que uno espera de un gran compositor de soul: honestidad, buenas piezas que jamás exceden de los tres minutos y medio, melodías que permiten ser cantadas y recordadas, esa carga de profundidad y emotividad que te hace erizar el vello, y un mensaje nítido y comprensible a toda la humanidad angloparlante que aboga por el amor como elemento de conexión entre seres humanos y fuerza transformadora para invertir la tendencia de este mundo enfrentado y en constante disputa.

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