Texto: Rosa García Mira / Fotografías: Andrés Álvarez
Javier Colina es ya un verdadero referente en el jazz español, tanto para el público como para los propios músicos. Algo de lo más excitante en sus conciertos es lo transparente que puede llegar a ser a través de su música; el público escuchaba atento cada paso que daba la Lockdown Band, que se presentó en el teatro Fernán Gómez el pasado martes 17 de noviembre, para estallar en emoción cada pocos minutos.
Sobre Thelonious Monk y sobre compositores colombianos, cubanos o portugueses, fue el concierto que presenciamos. Teo, del pianista norteamericano, abrió la noche con una emotiva introducción del contrabajo de Colina. Las percusiones cubanas de Moisés Porro, en armonía con la batería de Daniel García, provocaban un ambiente rítmico inigualable que se traducía en una verdadera excitación. Era realmente complicado no levantarse a bailar a cada momento. Todo este entramado sonoro bop-cubano dirigió la línea estética de la noche, que, a través de los arreglos de Perico Sambeat, como ya nos anunciaba Colina, cogía forma y tomaba dirección. El líder también nos explicó el proceso de creación y consolidación de la banda en el estudio de Moisés Porro, The Lockdown Band, cuya génesis fue, evidentemente, fruto de la crisis sanitaria actual.
Continuaba el evento con Think of one, también de Monk. Esta vez, en swing y con los interesantes arreglos de Sambeat, que proponían una rearmonización de la melodía original. El auditorio quedó, con este tema, imbuido en una atmósfera palpitante, pues los músicos fueron arrastrando el tempo, especialmente con el solo del trompetista Miron Rafajlovic, que decidió desarrollar en backbeat, provocando una tensión en el público que culminó en una lluvia de aplausos. Albert Sanz, el pianista, proporcionaba una sólida base durante todo el concierto que irradiaba gusto y elegancia.
Algumas coisas nâo mudam de Bernardo Sasetti, fue un verdadero caldo de cultivo para los solos. El trombonista, Santiago Cañada, nos dejó atónitos con su creatividad y musicalidad, además de imprimir un ritmo increíble. Perico Sambeat cogió aquí la flauta, dándole un toque cercano a la bossa nova al conjunto. Colina, tan empático y comunicador como siempre, explicaba con cariño la elección de cada tema, así como diversos aspectos contextuales que hacían aplaudir y reír al público después de todas sus intervenciones. Así nos engañó diciendo que iban a interpretar un tema de Miguel Matamoros que no fue Lágrimas Negras. En Juramento, la melodía principal, tocada por Sambeat, viene acompañada por una segunda voz al trombón de Cañada, “como dice la tradición sonera”, según el contrabajista. Lo que parecía una balada lenta y cubana, se convierte en un swing medio y agresivo en medio de los solos, para luego retornar al punto original.
El público pregunta a Colina desde sus asientos y Colina responde entusiasmado. La Chiva, de Antonio Arnedo, continuaba el concierto, con un solo de Rafajlovic a la Freddie Hubbard. Nos ganó a todos al anunciar Brilliant Corners, también del pianista sobre el que orbitaba la temática del concierto. Tras el divertido arreglo con los tres vientos que Sambeat nos había proporcionado, Moisés Porro y Daniel García realizaron unas improvisaciones maravillosas. Brilliant Corners, en realidad, se presta a los juegos rítmicos, con los múltiples desplazamientos que presenta. Ni siquiera Monk lo tocaba igual dos veces. Sanz tomaba aquí un estilo más disonante, no sin olvidar su propio playing, acorde con la estética, haciendo justicia al compositor del tema.
Como una tonadilla de fin de fiesta vino African Marketplace, del africano multinstriumentista Abdullah Ibrahim. Fue alegre y definitoria. Sin embargo, parece que a estos músicos les gustaba engatusarnos con sus sucios trucos, y tras los nerviosos aplausos que se avecinaban ante la posibilidad de que la dirección del teatro no fuese a permitir un bis debido a la hora, volvieron a la canción, primero los vientos y luego toda la banda, para despedirnos con una música divertida y bailable.
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