Texto & fotografías: Andrés Álvarez
La sala se queda a oscuras. Suena una grabación de la voz de Luis Verde en la que charla con los músicos acerca de la manera de abrir el concierto. Toman la decisión de reproducir esa misma conversación a modo de introducción, aunque alterada con una secuencia electrónica. “Es arte moderno”, bromean.
Mientras tanto van saliendo al escenario los once músicos que conforman La Resistencia Jazz Ensemble para interpretar Ciudad Invisible una obra —formada por varias composiciones originales de Luis Verde— que le fue encargada ad hoc para esta ocasión. Esta suite, como nos cuenta el propio autor durante el concierto, tenía la intención de estar dedicada a todas las personas que forman la escena musical de Madrid antes incluso de declararse la pandemia, lo que inesperadamente ha cobrado tanto más sentido.
Al primer tema — “Odd Matters”, que arranca con una introducción a cargo del contrabajista Darío Guibert sobre la que se superponen las primeras intervenciones de maderas, metales y el piano de David Sancho — le sigue “La Guerrera”, en el que destaca el saxo de Luis Verde con claras resonancias bop, interpretado con un sonido sedoso que contrasta con la fuerte presencia de la batería, seguidamente difuminada en el colchón sonoro que forma la sección de vientos a partir del segundo chorus y que va ganando fuerza hasta alcanzar el climax en una secuencia repetida al estilo pre-electrónico de Raymond Scott. El tema se interrumpe de golpe dejando la armonía suspendida mientras el fondo del escenario se ilumina con una proyección de motivos astronómicos.
De ahí continuamos este viaje sonoro con la guitarra fuzz de Marcos Collado navegando un solo de puro rock progresivo a medida que los vientos van entrando suavemente y el fondo del escenario se va transformado en un paisaje geométrico de reminiscencias industriales. El siguiente tema. “Konzu”, cierra con una nueva intervención del alto de Verde.
“Trashumantes” comienza bruscamente con un break feroz de batería que da paso a unos vientos potentes y modernos que acompañan un solo de sintetizador y guitarra. Termina con las palabras de agradecimiento de Luis Verde al público, la organización y en especial a los profesionales del sector musical.
La banda entra ahora en el núcleo de esta suite, tocando los cuatro temas siguientes sin interrupción. “About the sea”, “Awakening Giants”, “Pleamar” y “Argos in slow motion” son un derroche de imaginación y sonoridades muy cuidadas que llevan al auditorio a un paisaje sonoro de aires marinos —a veces calmados, a veces huracanados— por el que transcurren un sinnúmero de solos perfectamente enlazados entre sí y acompañados por unos metales que mezclan la fuerza de los trombones de Jorge Moreno y Bruno Valle con la sensualidad del fliscorno de Javi Martínez. El último de esta serie de temas destaca con la aparición del clarinete bajo a cargo de Jordi Ballarín y termina con el solo de Alberto Brenes a la batería.
“Tribu”, un tema que se dedican a sí mismos —“porque de alguna tribu hay que ser”, dicen —, abre con un solo de Roberto Nieva, que en esta ocasión despliega con su saxo alto una paleta de sonidos nasales y cortados. Sigue la intervención de Javi Martínez, que sorprende por el uso de la trompeta con un delay exagerado, y se cierra el tema con el tenor de Mauricio Gómez rayando en el extremo agudo del instrumento.
El tema de cierre, “Elogio a la sombra”, despunta con una introducción de David Sancho al piano con vagas reminiscencias a Erik Satie cuya sonoridad acompaña perfectamente al título, idéntico al del manifiesto redactado en 1933 por el autor japonés Junichiro Tanizaki.
El concierto cierra con un aplauso entusiasmado al que sigue un bis repleto de solos que nos deja en las costas de Ítaca, a salvo y enriquecidos por la travesía.
La programación completa y detallada de JAZZMADRID 20 esta disponible pinchando este enlace