Texto: Rudy de Juana / Fotografías: Ana Angoloti
No es la flauta uno de los instrumentos musicales más habituales en un conjunto de jazz. Frente a la fuerza de trombones, saxófonos, guitarras y trompetas, este instrumento de viento peca a veces de cierta timidez cuando se aproxima a este género musical. Afortunadamente, cada vez son más los flautistas que quieren demostrar lo contrario y talentos como el de Trinidad Jiménez, dan buena muestra de ello.
Como explica ella misma antes de presentar “Eléctrica” en el Festival de Jazz de Madrid, gracias a la perseverancia de Jorge Pardo, la flauta ha conseguido entrar por la puerta grande del jazz. En sus manos brilla además con luz propia, en un ir venir que le lleva a intercambiar la “clásica travesera”, con una flauta bajo que impresiona tanto por su forma (similar a una garrota) como a un sonido que pareciera que nace de las profundidades del mar, escondido en una caracola.
En esta propuesta no está sola. Porque si Jiménez se emplea a fondo con dos flautas diferentes, David Sancho no le va a la zaga, en una actuación que le lleva del piano, al piano rhodes y los sintetizadores. Sintetizadores también para Julio Martín, que además se sienta tras el órgano Hammond en algunos temas, cerrando el conjunto Borja Barrueta con las baquetas.
Jiménez construye así un ensemble eléctrico de sonidos eclécticos, que le llevan a viajar desde el jazz al flamenco y del folk, al jazz de nuevo. El programa se desarrolla sobre ocho temas que se presentan casi como poemas épicos, comenzando con un “Paquera Mood” algo tímido y con el que Jiménez intenta romper el hielo, para viajar hasta una “Plegaria de la duda” en la que el hipnotismo de la flauta, contrasta con ese sonido eléctrico sobre el que viaja “sincopeando” con gran belleza.
Compuesto en pleno confinamiento, “Ocre y azul”, nace de un “unamuniano” sentimiento trágico de la vida, pero que a la vez mira con esperanza, explica Jiménez, ese azul que le recuerda al mar de Menorca. Especialmente en este tema, su música resulta tremendamente expresiva, tan orgánica que respira y nos habla, conectando a un nivel muy íntimo con todos los que tenemos la suerte de escucharla.
Es en ese encierro forzado, en el que la artista se propone que la flauta bajo, protagonista menor en los conjuntos de viento, exprese con fuerza toda esa musicalidad que lleva dentro. Y sí, es un instrumento bastante más limitado que la travesera, pero su cadencia grave y exótica nos conquista desde el segundo compás.
Para “Nana de las rosas” y “Guajira”, los dos temas más flamencos de la noche, la flautista almeriense sube al escenario a Rocío Márquez, ganadora en 2019 del premio “Les Victoires du Jazz” por su disco “Visto el jueves”. La cantaora que deslumbró al mundo consiguiendo la “Lámpara Minera” en 2008, muestra 12 años después, cómo su voz no solo es perfecta para la música más andaluza sino que es capaz de fluir y mezclarse con otros registros, el jazz en este caso, pero también el soul y el blues si se la necesita.
El broche de oro lo pone la almeriense con “Pentalegrías”, optimista y alegre, da rienda suelta a toda esa electricidad que lleva la banda. Es aquí cuando la flautista se toma una pausa y deja que sintetizadores y Hammond ocupen la sala, animándonos con su jazz blueseado, arrancándonos de nuestros asientos y consiguiendo que por unos minutos, nos olvidemos de todo lo que nos espera fuera.
Se le pueden reprochar a Jiménez muy poquitas cosas de su puesta en escena. Echamos tal vez en falta algo más de contraste entre los distintos temas, o que al transitar casi siempre en el terreno de lo conocido, se atreva a asumir más riesgos…un romper con todo, si queremos expresarlo de alguna forma. Pero por lo demás está fantástica y estamos seguros de una vez finalizado, su actuación será recordada como una de las más interesantes de esta edición de la edición de este año.
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