Recuperamos, para la sección de «Hemeroteca» de la web, esta breve reseña publicada en el primer número de la revista de Más Jazz en papel en 1998
Redescubrimos alguno de los discos más destacados de la época.
Por José Andrés Rojo
Algunas veces el jazz tiene la capacidad de seguir el curso de la vida, con sus subidas y sus bajadas, sus roturas y sus euforias. Es lo que ocurre cuando este caballero, nacido hace 60 años en Lima (Ohio), sopla a través de su saxo tenor.
No es que la vida sea algo excepcional, es seguramente un simple trámite por el que pasan los mortales hasta que les toca tumbarse en el llamado sueño eterno. Joe Henderson está ahí para acompañarlos durante el tiempo que dure ese trámite. Por eso es un músico discreto: evita imponerse con fuegos de artificio y tampoco pretende llamar la atención subrayando sus habilidades, que le sobran. Lo suyo es estar tocando lo mejor que le sale y hacer de telón de fondo. El que pasa por ahí puede no prestarle excesiva atención o puede incorporarse a la cascada que brota de sus pulmones.
Cualquier de las opciones es buena, aunque seguramente sea más recomendable prestarle atención. En el primer caso, sólo habrá un murmullo en el que acunarse. Si se prefiere, en cambio, escuchar lo que está haciendo puede ocurrir que los sonidos que salen de su saxo lo atrapen a uno y lo mareen y lo seduzcan y lo conquisten en la aventura de acompañarlo a través de su vagabundeo por un sendero que descubre los paisajes más variados. Paisajes de la vida: tristeza, melancolía, pura supervivencia a golpes de ritmo, alegría.
Ahora Joe Henderson ha hecho un disco con partituras de George Gershwin, un compositor que figura en las enciclopedias de música clásica y que también escribió algunas canciones que se hicieron célebres en los escenarios de Broadway y que tocaron los más grandes intérpretes.
Un nuevo homenaje de Joe Henderson que hay que sumar a los que hizo antes a músicos de la envergadura de Billy Strayhorn, Miles Davis o Antonio Carlos Jobim. Henderson ha elegido Porgy & Bess, la ópera con la que Gershwin se sumergió en los suburbios negros.
La toca con la misma discreción con la que toca todo. Incluso la colaboración de las voces de Chaka Khan y Sting en dos temas del álbum carece de la estridencia con la que habitualmente los embajadores del éxito avanzan por las partituras de los demás. Henderson sopla su saxo y dibuja filigranas con las notas de Gershwin, apoyado en el bajo de Dave Holland y la batería de Jack DeJohnette, y les va dando el turno a Tommy Flanagan (piano), Conrad Herwig (trombón), John Scofield (guitarra) o Stefon Harris (vibráfono) para reinventar entre todos esos sonidos hechos de humo y de dolor, de alegría y pobreza, de melancolía, rabia, tristeza, amor, esperanza y miedo. Ese puñado de emociones que padecen los mortales y que Joe Henderson rescata para incorporarlas a su música con la elegancia y sobriedad del que sabe que sólo es un mensajero que da cuenta de los más livianos y profundos sobresaltos del oficio de vivir.