Johnny Burgos: ALL I EVER WONDER (2024)

Texto: Adrián Besada

@besagartha

Cada vez que llega a mis manos un disco como este, además de disfrutarlo -mucho-, me surgen ciertas cuestiones, muchas relacionadas con la constelación de epítetos que existen a día de hoy y que matizan ciertos elementos de forma casi excluyente. ¿Podemos considerar este álbum como jazz? Probablemente la respuesta, atendiendo a cuestiones estilísticas, de lenguaje, estética, etc. sea que no. Sin embargo, son muchos los aficionados que no dudan en aceptar este tipo de propuestas como filo-jazzísticas. Por otro lado, ¿cómo le llamamos? r&b, neosoul, retro-soul, soul, ¿pop?. Los límites del género y el estilo cada vez dependen más de las convenciones y usos que se hacen de los mismos que de cualidades puramente musicales, y no puede ser de otra forma. A través de esto, me gustaría reflexionar sobre la pertinencia de prefijos como neo- o retro-, que implican una ruptura temporal y generacional, respectivamente. ¿Acaso es necesario realizar este tipo de matices? Personalmente prefiero una idea mucho más operativa y menos restrictiva, que es la de traducir los términos (al igual que sucede con la posmodernidad o el posestructuralismo) hacia una lectura actualizada, pues no existe un quiebro entre lo de antes y lo de ahora, sino una evolución, un proceso de adaptación a los dispositivos, los gustos,  o al lenguaje, entre otras cosas.

Partiendo de esto, para mi este álbum se enmarca dentro de la corriente soul: SOUL, con mayúsculas. Si bien puede resultar genérico y poco descriptivo, All I Ever Wonder propone una música en la que los giros armónicos, licks, arreglos, melodías, instrumentación y, especialmente, el groove, proyectan una idea de revisitación de los clásicos desde los recursos expresivos y técnicos contemporáneos, entre los que se encuentran matices del hip hop, el funk o la música disco. Esto, al contrario de lo que pueda parecer, no va en detrimento de que sea una música sorprendente, interesante, novedosa y original. El cantante, oriundo de Brooklyn, trabajó mano a mano con el productor y compositor Jeremy Page, una dupla que ha comprendido y asimilado a algunas de las grandes figuras actuales como Bruno Mars o Anderson Paak y las han desarrollado sin prescindir del acercamiento intimista y personal de Burgos, que propone un compendio bien empacado de temas originales entre los que se incluye una única versión del tema “Old Man”, de Neil Young: “Música que te ayude a atravesar los valles, a celebrar las cumbres y a manejar todo lo que hay en medio. Es un viaje del alma que explora el ego, la inseguridad, el amor, la pérdida, la supervivencia, la iluminación y la confianza en el proceso”.

Un disco sobresaliente, sin aristas, trabajado al milímetro y con unos acabados que hacen de este un gran descubrimiento que, sin duda, me acompañará por largo tiempo. Burgos declara sus intenciones explícitamente y, probablemente, después de esto, escuchemos su nombre más a menudo.

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