Texto: Ramón García / Fotografía: Bianca de Vilar
Una vez pasado el ojo del huracán pandémico parece que comienzan a recuperarse los eventos musicales de cierta envergadura. Aún permanece, eso sí, la separación entre los asistentes y el enmascaramiento colectivo, pero el solo hecho de entrar en un gran recinto y disfrutar de la visión de un enorme escenario preparado para el espectáculo nos hace respirar aliviados a los amantes de la música en directo.
Esta fue la sensación en el Sohail Jazz & World Music Experience, un festival que ha nacido felizmente en Fuengirola, ofreciendo este año su primera edición. Cuatro días de jazz y otras músicas afines, encuadrado dentro de Marenostrum, un festival veraniego de música popular en el que desde hace algunos años se dan cita muchas estrellas de la música nacional e internacional. El entorno es perfecto: noches veraniegas con el mediterráneo de fondo y desde arriba, presidiéndolo todo, el castillo Sohail, una fortaleza que lleva casi diez siglos observando el ir y venir de los fuengiroleños y cuyos muros ahora se dejan impregnar por músicas de todo tipo.
En la jornada del sábado 19 de junio dos conciertos conformaban el cartel de la noche, un recital a piano solo del malagueño José Carra y uno de los tríos más veteranos e interesantes del panorama nacional, CMS (Colina-Miralta-Sambeat).
Carra se enfrentó al público cuando el sol aún no se había ocultado y en frio –más por la inesperada climatología que por el entusiasmo de los asistentes–, pero tema a tema supo captar la atención con un repertorio sabiamente elegido que incluía melodías bien conocidas, algunas de ellas incluso extraídas del pop o el rock más reciente, en vez de centrarlo en sus propias composiciones.
De hecho, abrió fuego con Yoga, de la islandesa Björk, realizando una larga e hipnótica interpretación, jugando a su antojo con el tema. Como para dejar claro que el jazz más clásico también iba a estar presente, continuó con un medley de melodías del film Sonrisas y Lágrimas, comenzando por la delicadísima The Sound of Music y enlazando con el celebérrimo My Favourite Things, cuya melodía exprimió y modulo en varias ocasiones, logrando momentos de inspirada improvisación y gran lirismo.
Le siguió otro standard bien conocido, All The Things You Are, tocado muy ‘a la Mehldau’, demostrando su pericia también con la mano izquierda. Tras ello, y con enorme delicadeza, sorprendió con una bellísima versión de una de las grandes baladas de la historia, How Deep Is Your Love. Los diez dedos de Carra consiguieron reflejar todos y cada uno de los detalles del arreglo original, aprovechando después cuatro concretos compases en bucle para dar rienda suelta a su imaginación antes de volver a la maravillosa melodía creada por los hermanos Gibb.
Sin abandonar la música popular, el giro fue casi de 180 grados cuando sorprendió presentando otro de los temas favoritos de su niñez, Todo es de color, un himno de Lole y Manuel con el que volvió al lirismo y, como la melodía mandaba, ciertos toques flamencos,.
El clásico de Tom Jobim, Brigas Nunca Mais, relajó el ambiente precediendo a 6534 días, única pieza de autoría propia de la noche, extraída de su reciente disco Santuario (2020), y con la que dejó clara a la audiencia sus habilidades respecto a la composición. Para el final se reservó nuevamente dos tonadas tan conocidas como diferentes. La primera, Smells Like Teen Spirits, un original de la banda grunge Nirvana que ya The Bad Plus homenajearon en su mítico These Are The Vistas. De hecho la interpretación de Carra pareció casi beber de la del trio norteamericano. Y como bis, una melodía originalmente titulada Chorando se foi, pero que todos conocemos como Lambada, con la que Carra jugueteo incluso pellizcando las cuerdas su piano de cola que, por cierto, tuvo una sonorización excelente.
La noche había caído ya sobre el castillo Sohail, el frio arreció sorprendiendo a más de uno con atuendo puramente veraniego y, en ese contexto, el trio formado por los veteranos Perico Sambeat (saxo), Javier Colina (contrabajo) y Marc Miralta (batería) fueron los encargados de calentar el ambiente.
Comenzaron con Andando, un tema muy rítmico y alegre, en el que ya demuestran como dominan la improvisación y, lo que es más importante en una formación de este tipo, la interacción entre ellos. No en vano llevan ya tres lustros como banda, celebrando ese aniversario con un disco bajo el brazo al que han titulado precisamente Quince años. Justo desde estas mismas páginas comentamos uno de sus primeros conciertos de esta gira, celebrado en la Sala Clasijazz, pocos días antes de que el gobierno decretase el estado de alarma que cambió nuestras vidas. Quizá debido al paréntesis que ha supuesto para todos el pasado año y el principio de este, no se encuentran muchas diferencias entre el citado recital y este en lo que al set list se refiere.
Continuaron con su clásico arreglo sobre el standard de Cole Porter, un Love For Sale muy marcado por el original ostinato que Colina construye para que Perico consiga tejer la preciosa melodía sobre él. Ni que decir tiene que la improvisación al contrabajo del maestro sobre un manto de escobillas de Miralta, dejó al respetable entusiasmado.
Los aires cubanos afloraron en Camino del Batey, caminando muy tranquilo, cosa que cambió con la siguiente composición, también de Perico, llamada Una cana al aire, donde se mezcla el bop con la bulería ya desde la intro con el saxo en solitario. Miralta ya calentaba motores para, tras la improvisación de Sambeat, emplearse a fondo con los tambores. La calma retornó con el bolero Verdad Amarga, una pieza no tan conocida de la famosísima Consuelo Velázquez, donde Perico saca de su instrumento la máxima expresividad.
Para el final, un medley con el tradicional Sweet Georgia Brown y el Dig de Miles Davis, con una excelente intro de batería de Miralta que también tuvo muchísimo protagonismo en los ‘cuatros’ realizados con sus dos compañeros, momentos en los que más se disfruta de la enorme complicidad existente entre estos tres enormes músicos.
Como propina llegó la sorpresa. El piano de cola había permanecido solo y desamparado en un lateral del escenario, con el único propósito de invitar a Jose Carra y transformar el trio en cuarteto, despidiendo así con la bellísima Drume negrita, composición que suele anunciar desde hace tiempo el fin de los conciertos de la banda.
Una noche de jazz y música improvisada por cuatro de los mejores instrumentistas que tenemos en nuestro país. También un positivo para la cuidadosa organización y para los encargados de luces y sonido que, a pesar del molesto viento que no cesó en casi toda la noche, fue excelente en todos los sentidos.
Como dijo el propio Perico nada más salir al escenario “que se haga un festival de música popular e incluya el jazz no es muy usual y es algo maravilloso”. Deseamos, por tanto, éxito y continuidad al Sohail Jazz & World Music Experience.