Texto: Gilberto Márquez / Fotografías: Saray Ramos
El compositor y pianista José Carra publica Santuario (Tahgrid Records, 2020), su primer trabajo en solitario. Lo que durante los meses del confinamiento domiciliario iba a dar como resultado Satélite, su nuevo disco liderando la formación habitual de trío, con Bori Albero al contrabajo y Dani Domínguez a la batería, se convirtió en un álbum de piano solo debido a las dificultades para tocar juntos y al tiempo que ha tenido disponible para autoconvencerse y desarrollar el proyecto. Charlamos con el artista malagueño sobre las circunstancias que han rodeado la gestación de este larga duración íntimo y reflexivo, marcado por la tristeza y la muerte, y en el que existen varias referencias a la religión, como si la música fuese la única tabla de salvación a la que aferrarse en este mundo lleno de incertidumbre
Aunque suene a tópico, realmente este es un disco condicionado por la pandemia…
Totalmente. La idea principal se modificó sobre la marcha. Íbamos a grabar en trío, por separado, cada uno desde su casa, pero esto es algo que no me termina de convencer. Como estábamos trabajando en el futuro disco, ya tenía varios temas terminados. Y veía que algunos no iban a funcionar en trío. Total, que decidí dejar unos cuantos apartados para el año que viene, o cuando se pueda, y ponerme a recuperar, adaptar y componer para hacer algo a piano solo. Como normalmente no hay mucho tiempo, esta época la he aprovechado para estudiar, escuchar y tocar más que nunca, sobre todo clásico, así que al final el disco ha tirado un poco por ahí.
En tu anterior álbum, Diario de vuelo (Tahgrid Records, 2018), estaba presente tu miedo a los viajes en avión. Resultó terapéutico, pues componer en cada vuelo sirvió para que ese temor desapareciera poco a poco. En Santuario, ¿qué miedos están presentes y se quieren superar?
Igual ese respeto que he tenido siempre a tocar solo… A tener esa mayor responsabilidad, porque he estado muy a gusto tocando con más gente. Ha surgido una música muy tranquila. Tal vez estar solo me ha traído un poco de paz y tranquilidad y me ha alejado algo de todos los estímulos negativos que había ahí fuera.
Según cuentas, una de las composiciones, Tránsito, es una especie de metáfora de la realidad del distanciamiento social que nos ha tocado vivir.
La metáfora está presente muchas veces en la música contemporánea, lo que ocurre es que siempre es muy literal. Yo soy más literario en este sentido. Sí, hay una nota ahí entre dos melodías que nunca se juntan, que se desenvuelven por separado, aunque en realidad sí están juntas porque armónicamente funcionan. En este caso lo he dicho, pero muchas veces hay historias detrás de los temas que no cuento y que a mí me ayudan a darle sentido y unidad al proyecto.
Existe en el disco un componente muy importante de la música religiosa, con la reinterpretación de tres piezas de la misa de difuntos, Dies irae, Recordare y Lux aeterna y una reelaboración del Ave María de Bach/Charles Gounod. ¿Quiere decir esto que en tiempos difíciles buscas la esperanza a través de la música?
Muchas veces se dice eso de que la música es tu religión. Pero es que es casi verdad. Hace poco lo hablaba con unos amigos. Que muchas veces, el hecho de tocar es casi un ejercicio de meditación. Yo cuando estoy en casa improvisando solo consigo concentrarme mucho en lo que hago. Al final es como un tipo de espiritualidad y en mi caso también utilizo la música y la composición para superar los miedos. En esta ocasión, evidentemente, la muerte ha estado ahí presente… El hecho de acabar con el Ave María, que no tiene nada que ver con el Réquiem, la simbología de la portada… es verdad que es un poco esperanzador.
Ese misticismo se refleja también en todo el diseño gráfico del LP –obra de Ana Pérez-. Igualmente, se han rodado videoclips para algunos de sus cortes. ¿Qué valor le das a la imagen a la hora de presentar tu música?
La verdad es que me da rabia de que ésta sea la única manera para que el público llegue a la música en la actualidad. Yo, por suerte para mí, no soy un músico de los que se dedica a sacar singles superexitosos, los cuales tienen que vender esa música y que sea vista por la gente. Yo considero que mi trabajo al final es tocar y lo que me salva es saber que en el fondo mis seguidores van a los conciertos a escuchar mi música. Obviamente, es necesario todo ese soporte visual y considero importante, sobre todo, el apartado gráfico del disco, porque es todavía el objeto de culto de la música. El vídeo, pues lo justo para vender un poco la moto -sonríe-, aunque es cierto que en estos casos el resultado ha sido muy bueno.
Santuario tiene un comienzo muy sosegado con Un palais inifini y 1954. Por cierto, ¿a qué hace referencia este año?
Es la fecha de nacimiento de mi madre, que además nació el último día que nevó en Málaga. De hecho, ella se llama Nieves. Es un homenaje y una forma de recordar las cosas que se van y nunca van a volver.
Hay otras piezas nombradas con cifras, 6534 días y 3%. ¿Qué significan?
Me gusta mucho jugar con elementos que te puedan llevar a diferentes lugares, con títulos abiertos. En el disco anterior –Diario de vuelo– hay un tema que se llama 97%, que hacía referencia a un estudio científico que aseguraba que el 97% de la materia de nuestro cuerpo está formada por polvo de estrellas. Por tanto, ese 3% sería como todo eso que nos separa de esas estrellas. Luego, evidentemente, armónica y melódicamente tienen relación; es una forma de completar la pieza. Por su parte, 6534 días es de cuando estaba con el, espero, futuro disco del trío, Satélite. Es un cálculo aproximado de los ciclos saros, el período de tiempo que tarda un eclipse en repetirse, es decir, unos 18 años. Modifiqué ese cálculo para que tuviera también un significado personal.
Sacrificio está grabado en tu casa y se oye el sonido ambiente del edificio. ¿Qué pretendiste transmitir?
Al principio íbamos a grabar el disco entero allí. Lo que ocurre es que con todo el lío del confinamiento no podía ni ir a por micrófonos. Tal vez mi idea no era definir tanto el sonido como ha resultado, pero sí quería dejar una especie de recuerdo de ese confinamiento. Y también por lo importante que es que ahora nos sacrifiquemos. Aunque esté infravalorado hoy en día, el sacrificio es necesario para valorar la recompensa.
Asimismo, has grabado en otros lugares, como en una nave industrial abandonada o en una tienda de pianos. ¿Cómo fue la experiencia al grabar fuera de un estudio profesional?
Lo que me gusta de esto es que, al final, en los estudios muchas veces se busca que suene todo muy claro, muy limpio, para recrear un espacio. Pero el hecho de que ya tengas ese espacio es genial, aunque para el técnico de sonido sea también un reto. El tema que grabamos en la nave, Lux aeterna, parece que necesitaba ese espacio. Porque tiene un rango dinámico muy grande, se toca muy fuerte y eso en un espacio reducido se va a comprimir naturalmente. Así que, poder grabarlo ahí y que el sonido se expandiera hacia arriba y que rebotase por mil sitios funcionó muy bien en este caso. A veces, si no se pueden conseguir unos sonidos perfectos, por lo menos hay que intentar que brillen precisamente por esa imperfección.
Lo de la tienda de pianos… al principio fue por práctico. Porque el piano en el que quería grabar estaba allí. Entonces, antes de alquilar uno y llevarlo, como la tienda está tratada acústicamente y suena bien, probé y me gustó cómo quedaba. Además, se ha creado un ambiente muy especial que, si lo escuchas con auriculares, muy, muy en silencio, se oye un ruido particular. En ocasiones, hasta teníamos que cortar porque se metían los crujidos de la madera en la grabación o terminabas una pieza y seguía sonando el armónico de otro piano. Me ha encantado la experiencia de buscar los diferentes sonidos de un piano.
Además de tu faceta como compositor e intérprete, también eres docente en conservatorios y clases magistrales. ¿Qué enseñanzas te llevas de todo el proceso de creación de este disco durante unos meses tan extraños?
Tal vez, darme cuenta de que a veces no hace falta ser tan práctico en el estudio, sino que igual puedo estar una semana leyendo partituras de Beethoven porque me van a aportar algo, que no será tan directo como cuando estudias escalas, pero sí que pueden añadir cosas a tu música. Incluso antes de que ocurriera todo esto, yo siempre he defendido la capacidad de adaptación. Otra enseñanza es que, a lo mejor, no siempre podemos hacer lo que queremos, pero sí que eso que podemos hacer hay que defenderlo al máximo nivel
Puedes escuchar y conseguir una copia de este álbum a través de la pagina web de José Carra