Kinga Glyk, escuela de valores.

Concierto en Centro Cultural Conde Duque (14/11/2018)

Por Jaime Bajo. Fotografías de Jaime Massieu (JazzMadrid)

En ocasiones, uno cree acudir a una actuación musical más, enmarcada en un evento que cuenta con intérpretes de un elevado nivel artístico, como hemos podido ir constatando ahora que Jazzmadrid 2018 se aproxima a su ecuador. Y, en su lugar, se encuentra siendo testigo de lo que podría traducirse como una suerte de escuela de valores. En esta ocasión, el Centro Cultural Conde Duque fue el lugar donde la joven bajista polaca Kinga Glyk vertió ese saber del que suele impregnar a aquellos públicos y escenarios para los que actúa.

VERSATILIDAD

La actuación comienza con Sad and happy blues, una canción de innegable componente groovie que, por momentos, se torna en un funk con el que Kinga tiene a bien deleitarse con su bajo, en uno de esos momentos en los que se siente su liderazgo en un proyecto -su trío- que, pese a llevar su nombre, es muy equitativo en el reparto de tareas y responsabilidades. Mediada su actuación ataca otra composición propia, Simple blues, con una aproximación bastante distinta, mucho más cercana al blues eléctrico de formaciones blancas como Fleetwood Mac o The Yardbirds, de su inspirador Eric Clapton. Esta amplitud de registros demuestra la apertura mental con la que Kinga se aproxima a la música, sin etiquetas.

ESPIRITUALIDAD

Kinga Glyk es una persona joven, con una escala de valores en la que la espiritualidad está siempre muy presente. Un hecho natural en un país de conocido acervo católico como la Polonia del Papa Juan Pablo II. Pero, empleando sus propias palabras, “no me estoy refiriendo a la religión, sino a una relación entre el redentor y yo”. Así fue como la bajista polaca introdujo la segunda pieza de su actuación, Home, un tema de tempo bastante más pausado que comienza con una providencial introducción de piano, a cargo del discreto a la par que efectivo Piotr Matusik y, en mi opinión, una de sus más certeras composiciones hasta la fecha.

GENEROSIDAD

La generosidad puede ser un valor positivo o negativo, en función del uso que de ella se haga. Cierto es que Kinga, pese a su bagaje con Glyk PIK Trio o sus tres álbumes en solitario, aún se encuentra en los primeros estadios de su carrera, pero debe entender que el público que acude a su actuación quiere disfrutar de ella, de su particular modo de decir y transmitir. En este sentido, el solo de batería de su progenitor Irek Glyk al comienzo de la tercera pieza del repertorio, New, pese a su precisión -muy aplaudida por el público, dicho sea de paso-, quizás fue más allá de lo que se espera de un músico acompañante, terminando por eclipsar el protagonismo de la solista. Aprenderlo forma parte del proceso.

SOLIDARIDAD

Otra de esas composiciones que llevan la rúbrica inconfundible de Kinga es Dream, canción que da título al álbum y que refleja, en el plano musical, el deseo de legar a las siguientes generaciones un mundo en mejores condiciones del que encontramos. Una apelación a la solidaridad intergeneracional. A la sostenibilidad. Una canción reflexiva y orquestada en torno a una bonita melodía en la que los silencios son tan elocuentes como las notas que se tocan, y en la que cada uno de los tres músicos tiene su momento de protagonismo, con un rol significativo para el pianista.

RESPETO

Kinga no tiene reparos en mostrar sus ascendentes musicales y familiares a lo largo de sus actuaciones, reflejando así el respeto que siente por el que es su mentor, manager, progenitor y músico acompañante -el mencionado Irek Glyk- y por Eric Clapton, a quien reserva un momento muy especial en sus actuaciones: el bis. Un bis en el que Tears in heaven -coescrita por Eric Clapton y Will Jennings para honrar al hijo del primero, fallecido prematuramente- quedó algo deslucida, por unos problemas de sonido que solo se manifestaron al finalizar la velada, obligándola a detenerse, y que en nada empañan el global de su actuación o la buena labor llevada a cabo por el técnico de sonido.

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