Texto: Federico Ocaña / Fotografías: Olaia Susperregi
Ut pictura poesis, decían los latinos para definir la poesía. “Pintura hecha palabras”. Los poetas romanos suponían, efectivamente, que su arte era comparable en todo a la pintura: un ejercicio -casi artesano- de contemplación del instante y su plasmación en una composición lírica que se disfrutaría también de una manera similar, según su longitud y la distancia que tomaran los oyentes o lectores. Mientras la pintura fue, efectivamente, un reflejo, una copia, de una realidad exterior, esta fórmula siguió siendo válida. Pero la pintura y la poesía, para bien o para mal, dejaron hace mucho de intentar capturar imágenes del mundo (para eso ya están la fotografía y el vídeo) y en los últimos cien años, si es que esa conciencia no estaba ya ahí antes, se han caracterizado por profundizar mucho más en el despliegue creativo del alma humana que en lo que pase en el mundo. Para el No-Land Trio y este Irudiak (Errabal, 2021), cuya traducción es “Imágenes”, sería válida una formulación alterada y mucho más actual: “ut pictura musica”.
Según declaran sus componentes, Jorge Fernández al piano, Juanma Domínguez al contrabajo y Aitor Bravo a la batería, con la voz en el primer tema de Paloma Salom, el No-Land Trio ha buscado en este segundo trabajo discográfico “propuestas a veces más elaboradas, a veces más cercanas al boceto” que sirven de arranque tanto para la música como para la pintura. La improvisación se desdobla en una propuesta visual, como es la de la portada del disco, obra de Laura Aguilar, autora también de la portada de “No-Land Trio”, su primer disco, y la musical, en la que los tres intérpretes ponen en común inquietudes propias para lograr una voz y un conjunto que los aúne, como si de esa “no-tierra” que les da nombre diseñaran un auténtico mapa.
El punto de partida es similar al de aquel primer trabajo del trío, que data de 2019 y que desde aquí recomendamos también encarecidamente, pues a pesar de su carácter de debut no desmerece en nada a este segundo proyecto. Y es que encontramos un número similar de temas en ambos discos, nueve en este más reciente (ocho en el más antiguo), todos composiciones -o bocetos, o propuestas, como quieran llamarlo sus autores- del trío, salvo el standard de Victor Young y Ned Washington “Stella by Starlight” y la “Nana de Sevilla”, canción popular a la que Federico García Lorca puso letra. La huella de Bill Evans no se queda en la elección del standard de Young y Washington, tan del gusto del pianista americano. En el primer álbum ya disfrutamos de “Blue in Green”, de Miles Davis, y “Time Remembered” y en la plasticidad de los temas y la cohesión del grupo se respira ese sello particular que percibíamos en los de Evans, donde bajo y batería jugaban un papel esencial.
Bravo ofrece un acompañamiento que podría abstraerse perfectamente del conjunto como piezas de solo. “Medio Hombre con montera dice Hola”, un tema juguetón, que por su dificultad rítmica y sus atrevidas disonancias podría haber sido compuesto por Thelonious Monk, “Convalescence”, “Araia” y “Siruela” son buenos ejemplos del potencial del batería. Domínguez aporta la estabilidad, el patrón, de los bocetos, permitiendo que los motivos iniciales, que luego recrea y varía libremente el trío, se asienten armónica y rítmicamente -ocurre así en “A white line”, “Belta’s song” y en la peculiar versión por bulerías de “Stella by starlight”. Destacan también sus improvisaciones en “Al final del túnel” y su empleo del arco en la “Nana” final. Por último, encontramos a Jorge Fernández, con un gusto exquisito y de cuya interpretación es difícil sacar algún defecto, aunque se nota su querencia por líneas melódicas endiabladas, en el mejor sentido de la palabra, y esa sensación de continuidad, dentro de los ritmos tan diversos que emplea, que vertebra el disco en su conjunto.
Estamos ante un trío de jazz, sí, hecho aquí, pero con vocación internacional y que se puede convertir en un clásico contemporáneo. Habrá que seguir la pista, aunque no será fácil teniendo en cuenta ese “No-Land”: para ayudarnos en el camino, “Irudiak” es el segundo paso de esta agrupación y merece la pena escuchar lo que esas imágenes nos sugieren.