Texto: Gilberto Márquez
Tercer larga duración del pianista salmantino Daniel García Diego y primero para el cosmopolita sello muniqués ACT, de nuevo en formato trío, junto a los músicos cubanos Reinier “el Negrón” Elizarde -contrabajista; aquí con bajo acústico-, y el baterista Michael Olivera. Grabado en Madrid en 2018 con Manuel Pájaro, Pablo Pulido y Shayan Fathi, quien también se encarga de la mezcla y masterización, el disco consta de 53 minutos repartidos en 11 piezas que transitan entre el jazz, el flamenco, la música clásica o la canción popular. Destacable es también el arte gráfico de la portada, de fondo blanco con tipografía lineal e ilustración del pintor y escultor italiano de transvanguardia Mimmo Paladino, tan característica ya de esta compañía alemana orientada al jazz más innovador y a los ritmos étnicos.
García Diego apuesta por un hermanamiento entre géneros inspirado en su variado bagaje musical para obtener un resultado emocionante. El comienzo es muy significativo: una adaptación de las bulerías Potro de rabia y miel, composición de Pepe de Lucía y Antonio Humanes que Camarón, arropado por Paco de Lucía, Carles Benavent o Antonio Carmona, registró en 1991 para su último LP de estudio, de mismo nombre que la canción y publicado un año después, poco antes de su fallecimiento. El otro préstamo que modela Daniel es, mirando de frente al folclore de su tierra, Vengo de moler (morena), una tradicional tonada de trabajo castellana.
Igualmente, para la creación de otros cortes se ha basado en obras de figuras como la del compositor Frederic Mompou, que ha dado lugar a las cuatro interpretaciones de orientación más clásica y, al mismo tiempo, vertebradoras del trabajo, Dream of Mompou. Concretamente, García Diego se fijó en los diferentes cuadernos que conforman Música callada, facturados entre las décadas de los cincuenta y sesenta para piano solo por el barcelonés y que, a su vez, están inspirados por los versos “[…]la música callada, la soledad sonora […]” del Cántico espiritual, poema de San Juan de la Cruz de 1578. Por su parte, Dream of Miles, como no podía ser de otra manera, surge a partir de Solea de Gil Evans, desarrollada por Miles Davis en Sketches of Spain (Columbia, 1960).
En Travesuras hay lugar para momentos más reposados y evocadores, como el caso de Oniria, en el que se intercala una conversación de 1986 entre el propio autor a la edad de tres años y su madre, Ana, a quien va dedicado el disco. Pero, sobre todo, lo que remueve el alma son los temas más temperamentales. Como La comunidad, con ciertos aires y recuerdos caribeños, o el extraordinario Alegrías pa Averío, en el que el sonido del piano está magistralmente cercano al de una guitarra flamenca.
Si bien buena parte de las piezas ya habían sido editadas en los dos álbumes anteriores del artista, Alba (Jazzdango, 2016) y Samsara (Rock CD Records, 2018), la revisión de alguna de ellas, como la que da título al LP y en el que interviene, como en Vengo de moler, Jorge Pardo a la flauta, hacen de este Travesuras una especie de grandes éxitos con vistas al mercado internacional.