Texto: José Bolívar Durán / Fotografías: Iñigo de Amescua tomadas en Amor de Dios y Café El Despertar
“Evocar imágenes o ideas extra-musicales a través de la escucha”; “Libertad”; “trascender a lo establecido, a las formas tradicionales de entender la música” … Hablar con Natalia Rose es entrar en dimensiones que no solemos visitar cuando realizamos actos de escucha musical. O salir… salir (o por lo menos intentarlo) de los mecanismos aprendidos en los caminos que hemos transitado a la hora de disfrutar la música. Y es que desde su investigación con la que se tituló en la Facultad de Artes en la Pontifica Universidad Javeriana de Bogotá, nos dejó ver sus claras inclinaciones hacia la música programática.
Su paso por el jazz ha sido aproximación, puente y apoyo en sus proyectos, pues con su guitarra tuvo épocas de iniciación, interpretación de algunos clásicos y aún sigue explorando en el género. También en la literatura, especialmente la de Manuel Zapata Olivella; autor clave en la comprensión y exaltación de la afrocolombianidad del país sudamericano en el que nació. De hecho, su primer trabajo, Retratos de un juego de sombras, se inspira en un trabajo fotográfico de Camila Malaver en el que se refleja la cotidianidad de Barranco de Loba, municipio de ricas culturas indígenas y negras, de bellos espacios naturales, pero también de grandes desigualdades sociales y políticas… como la amplia periferia colombiana que contrasta con las grandes ciudades.
Revisando sus trabajos académicos Natalia Rose, además, recuerda un dato histórico importante en la configuración de los activos culturales de la zona: “los esclavos rebeldes que lograron refugiarse en zonas específicas logrando una vida libertad eran llamados cimarrones, estos se resguardaban en palenques donde lograron mantener las tradiciones africanas”. Por otra parte pero haciendo referencia al mismo trabajo de Barranco de Loba, nos señaló la artista: “quise conectar algún tipo de imagen, sea pintura o fotografía, con la composición, buscando plasmar algo más que mi propia expresividad de vivencias e intenciones”.
Natalia nació y creció en Bogotá, y recibió diversas influencias musicales de su padre… diversas en cuanto a géneros y temporalidades. De allí que, como nos contaba, “siempre he buscado en mi música algo no especifico”. Se vinculó a la academia complementado sus bases musicales con músicas populares y jazz y, encontró en la música programática, un punto de convergencia para lo que ella entiende de ésta misma: “este tipo de música tiene una intención descriptiva, que pretende generar ideas extra-musicales en el oyente. Le da libertad a las personas que escuchan música. Para complementar, en sus escritos académicos, Natalia señala: “viene acompañada de un título o un prefacio que explica las ideas que buscó plasmar el compositor. En la mayoría de los casos, la música programática es únicamente instrumental…”
En cuanto a Impresiones, su último trabajo que fue lanzado en septiembre de 2021 y que viene presentado en diversos escenarios de España y Alemania con su European Tour 2022, cuenta con (en sus palabras) “con una sonoridad más oscura”. El cuarteto, que se acerca en su sonoridad a un jazz contemporáneo, está conformado por Rose en la guitarra, composiciones y dirección; por Pablo Muñoz en el saxofón tenor; por Diego Pascagaza o Jesús Alacid en el contrabajo; y Max Simancas, en la batería. “Inquietud”, “el imaginar”, “lo nostálgico”, fueron las palabras que vinieron más rápido a la mente de Natalia cuando conversamos sobre Impresiones, y desde la escucha de los temas se pueden sentir éstas características.
Impresiones cuenta con ocho temas que nos permiten viajar por varias musicalidades, estados, reflexiones. En la conversación sostenida con Natalia nos contó algo de cada uno de ellos. Tarambana sugiere esa persona alocada que no puede centrarse… cuando la mente, dependiendo del estado de ánimo, varía porque las impresiones son momentáneas. Redención, aquel estado de sentirse liberado después de estar aturdido. Barahunda por su parte, una melodía movida y rápida en la que la idea es reflejar el desorden. Sibirica viene con más calma… evoca pinos con bruma, un estado de estar observando eso y relajarse, relajarse con cierta nostalgia. Impresiones, que es el resumen de todo. Ciprés por su parte, como un pino, un pino que a la vez es un estado de estar cerca de la naturaleza. Luego Vestigios, como varias melodías que dejan huellas, y finalmente Ruido.
Hoy la escena del jazz en Colombia se nutre con las innovadoras propuestas de Natalia Rose. Su propuesta que abarca también su visión de la música programática se alimenta desde un sentir que viaja por diversas estéticas y emociones, porque su música invita a la libertad, al dejarnos ser, a aceptarnos más y mejor en las complejidades que transitan la condición humana. Como colombiano que soy, genuinamente puedo sentir algo de lo que somos en su música: un cúmulo de vertiginosos contrastes que nos habitan, que fluyen en nuestra historia y nuestras historias.
Natalia hoy estudia en Alemania y sigue explorando. Sigue también creyendo en los festivales de jazz de Colombia, aunque reconoce que falta más apoyo en estos eventos. Así como los emblemáticos escenarios de jazz en el país han acogido su música, como es el caso de Trementina Artes, Galería Café Libro, El Ánonimo, Smoking Molly, Festival de Jazz Masai, Matik Matik, Festival de Música Bolón de Verde, Festival de Jazz y Blues de la Libélula Dorada, Festival de Jazz Boho Food Market, también ha sido invitada a los festivales de jazz más importantes de esa escena: Barranquijazz, Jazz Al Parque y VillaJazz Fest. Y claro, sigue abriendo puertas en el viejo continente con European Tour 2022.
Colombia también es jazz y nuevas propuestas. Más allá de la limitada oferta que propone la música comercial que viene de ese (nuestro) país, siguen brotando nuevas formas de ver, de palpar, de olfatear, de sentir la música… Libertad en la escucha para conectar los sentidos.