Texto de Federico Ocaña / Fotografías de Fernando Tribiño
Dentro de la ortodoxia, del ritual, mejor dicho, que rodea un concierto de jazz, cabe que Mark Guiliana deje para otra ocasión su faceta de músico de rock, su trabajo en electrónica a la mesa de mezclas y sea programado aquí como lo que es, un batería de una calidad soberbia, fuera de discusión, con un cuarteto de garantías con Jason Lindner al piano, Jasper Hoiby al bajo y, como único elemento de continuidad con la grabación de “the sound of listening” (Edition Records, 2022), Jason Thomas Rigby al saxo.
Cabe esperar, dentro de esa ortodoxia o ese ritual, que el concierto recoja temas de su álbum más reciente y que lo haga de forma ritualizada, lógica, matemática, comenzando sin presentaciones, sin rodeos: pones el disco, y te sientas a escuchar; en este contexto, el de la segunda edición de Villanos del Jazz, te sientas en la butaca del Teatro Pavón, aplaudes la salida de los músicos y, como antes, dejas que comience la música con ese “a path to bliss”. En la producción se le pueden añadir teclados y efectos diversos, mezclas, lo que haga falta; si necesitas inspiración, antes del concierto puedes haber consultado el videoclip. En el directo tienes ante ti un cuarteto de jazz con la iluminación -acertada- de un grupo de rock.
Pero es difícil que el tema por sí solo no te recoja, te olvides de luces e imágenes y la música te lleve a un terreno de felicidad contenida, de tranquilidad, una melodía sencilla, notas ligadas, una línea repetida hasta la extenuación que los intérpretes, valga la redundancia, interpretan, modifican, descifran y oscurecen a un tiempo. A este ritual se accede por un mantra religioso, una frase que se va repitiendo, que en el directo suena impactante: sin prisas, Guiliana a los platos, Lindner balanceándose con la melodía, insistiendo en lo repetitivo, manteniendo una nota, otra vez la misma, doblando luego Rigby. Sin esos efectos de producción, el efecto extático llega antes: Hoiby reproduce el mismo patrón en el bajo con figuras más rápidas, Guiliana comienza a variar su acompañamiento, Rigby y Lindner se ponen a dialogar dentro del magma creado.
La creación comienza con un mantra, con un magma sonoro. La melodía retorna al final del tema desnuda y sin demasiada pausa comienza un ataque feroz de Guiliana a la batería que da muestra algunos de sus rasgos más característicos (los ha defendido, todos ellos, teóricamente en “Exploring Your Creativity on the Drumset”, un manual publicado por Hudson Music en 2016): la utilización del drum bass (bombo), la versatilidad a la hora de combinar ritmos y utilización de la batería en ocasiones como un instrumento melódico más. Entra en diálogo permanente con Hoiby, un diálogo que recuerda a la estética de los discos de Avishai Cohen (la estructura de las melodías del disco y del concierto nos llevan a pensar también en Shai Maestro), y con Rigby. En este segundo tema, “Inter-Are”, del disco “Jersey” que publicó el sello Motéma bajo el nombre Mark Guiliana Jazz Quartet, destaca en su solo un Lindner que sería capaz de dar la sensación de variación incluso si tocara la misma nota, por la cantidad de matices, figuras rítmicas e intensidades con las que trabaja.
El líder no descansa. Si la percusión acaba el segundo tema a un nivel de implicación con la melodía y el ritmo del tema comparable, al de saxo y piano, en “Johnny Was”, una balada escrita para “Family First” (Beat Music, 2015), el tema se sostiene principalmente por las variaciones que la rítmica, con Guiliana a la cabeza, va introduciendo mientras Rigby expone el tema.
Con “our essential nature” llegamos quizá al tema más próximo al espíritu del disco, aunque batería y piano hacen de nuevo de sus solos, en realidad coincidentes, simultáneos, un ejercicio explosivo. Guiliana sabe cuándo ejercer de percusionista de free jazz, aparentemente ajeno a la vida del cuarteto (del trío), y cuándo subir los decibelios como en un tema de rock.
Los siguientes temas dan prueba, de nuevo, de la capacidad de transformación de una banda que está interpretando temas de tres álbumes distintos, una formación que es una y tres a la vez, que muestra, como el batería, caracteres radicalmente diferentes de un tema a otro.
En esta capacidad camaleónica de transformación encontramos un solo de cuatro minutos, jaleado por momentos por el público, en el que Guiliana insiste sobre los tambores más graves, el bombo, alternando, como en una base de electrónica, estos golpes con la percusión de las baquetas, antes de incluir los platos y dejar que piano y saxo tomen los mandos de “under the influence”. Encontramos también “the most important question”, un híbrido de jazz modal y world music, al menos de entrada, que va ampliando su tesitura y su alcance, su potencia, hasta transformarse, adquirir otra dimensión.
El ritual de presentación de “the sound of listening” acaba siendo heterodoxo: sin los músicos del disco, sin las mezclas, el cuarteto expone los temas, de procedencia diversa, con una intensidad de más a más en la primera mitad del concierto, luego de más a menos (no a peor). Como un algoritmo en (bella) descomposición, los músicos varían una y otra vez y con ello no hacen sino reconstruir su propia identidad como cuarteto. Es la esencia de la música improvisada, la única esencia posible, y Mark Guiliana arranca su tour europeo con una clase magistral de cómo alcanzarla en hora y media de directo.